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¿Y por qué no una analogía entre Gengis Kan y Carlos Castaño?

Rodrigo Lara
05 de febrero de 2013 - 11:00 p. m.

Me ha llamado la atención el hecho de que en algunos medios, después del estreno de la película Lincoln, se han trazado alegres analogías entre el expresidente Abraham Lincoln y la realidad política colombiana.

Más allá del anacronismo en el que se puede incurrir con comparaciones históricas como estas, me quiero centrar en un artículo de una prestigiosa revista nacional que hace un paralelo entre Abraham Lincoln y Álvaro Uribe, y que concluye con una tajante máxima sobre la Política: “Lo anterior (la repartición de puestos en el Congreso de Estados Unidos para la aprobación de la enmienda que eliminó la esclavitud) demuestra que el clientelismo y el manzanillismo son fenómenos universales que existen desde hace siglos y que hacen parte de la dinámica de la política”.

Esta máxima suscita en mí serias preguntas: ¿se puede afirmar, con base en la película (y en una película), que el clientelismo es consustancial a la política? ¿Una película extranjera que coincide con las prácticas clientelistas locales, nos permite concluir que esta patología es regla universal?

Es cierto que esta producción hollywoodense muestra a un Lincoln clientelista que consigue con puestos la abolición de la esclavitud. Sin embargo, no perdamos de vista que la película transcurre en 1865, una época en la que tanto en Europa como en los Estados Unidos no se habían consolidado aún las grandes burocracias weberianas, ajenas a los avatares de la política.

En una muy interesante obra sobre el origen paralelo —pero diferente— de las burocracias en el Reino Unido, Francia y Estados Unidos, L’Invention de la bureaucratie, la historiadora francesa Françoise Dreyfus explica el lento proceso de reforma de la administración pública norteamericana, que se inicia en 1870 y que culmina bien entrado el siglo XX, que tuvo como propósito inicial la moralización de la vida política, contaminada por clientelismo.

En 1883 el Congreso de Estados Unidos aprueba la Pendleton Civil Service Act (impulsada por el senador demócrata Pendleton), la primera piedra de un sistema de carrera administrativa eficiente, que sustrajo la función pública de las manipulaciones electorales y de los pulsos entre el presidente y el Congreso.

Un anacronismo es atribuir a una época lo que corresponde a otra. Los medios, que cumplen una función de ilustración en una sociedad, deben ser cuidadosos en sus conclusiones. Decir que la política es universalmente clientelista, no sólo desconoce la naturaleza de modernas administraciones públicas en las naciones más avanzadas, sino que induce en error al descorazonado lector que termina creyendo que la manzanilla es una fatalidad.

El clientelismo crea un sistema de selección de funcionarios de la peor especie. La lealtad del funcionario con el interés del político, y no con el interés general, es la raíz de los grandes problemas de corrupción. Crear un verdadero sistema de carrera administrativa es una reforma que tenemos pendiente. Mientras no se extirpe la administración de la lógica política, cualquier medida contra la corrupción será, como lo hecho hasta ahora, simple maquillaje.

 

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