Y Reficar ¿qué?

Julio César Londoño
17 de junio de 2017 - 02:00 a. m.

El escándalo suscitado por el caso Odebrecht se justifica porque involucra las campañas de Santos y Zuluaga, al fiscal general, a Luis Carlos Sarmiento y al Banco Agrario (una especie de Agro Ingreso Seguro un tris más popular), y porque las comisiones, US$11 millones, incidieron en la adjudicación de contratos de infraestructura que le dejaron a la multinacional beneficios por más de US$50 millones.

Hay que reconocer que nuestra comisión fue la más baja de la región. En Argentina y Brasil, Odebrecht pagó coimas de US$278 y US$349 millones respectivamente, lo que significa que somos torcidos pero barateros. Competitivos.

Lo que no se entiende es que el torcido de Reficar, de lejos el más suculento de nuestra suculenta historia, ha tenido un cubrimiento muy discreto y ha sido abordado con indulgencia. Casi con cariño. Recordemos que por el agujero negro de Reficar la Contraloría le sigue a los responsables, la Junta Directiva de Ecopetrol, un proceso de responsabilidad fiscal por US$6.080 millones, $17 billones, es decir, más de siete veces el atraco a SaludCoop o 553 veces la comisión de Odebrecht.

Como ejemplo de la indulgencia de los medios cito un artículo de la revista Semana, donde un redactor anónimo intenta bajarle decibeles al escándalo: “Sobre la Refinería de Cartagena, nadie discute la mala planeación y ejecución de las obras. Pero de allí a hablar de un billonario desfalco en el que algunos se robaron la plata, hay mucho trecho” (pág. 36, edición 1820).

Este tierno encabezado no coincide con las cifras. Según la Contraloría, los errores del contratista, la CB&I, ocasionaron “un daño emergente de US$4.144 millones y un lucro cesante de US$1.936 millones, para un total de US$6.080 millones”, que es el presunto detrimento patrimonial que investiga la Contraloría (CB&I es la sigla de Chicago Bridge & Iron Company, Compañía de Hierro y Puentes de Chicago, pero no construye puentes ni utiliza hierro ni tiene sede en Chicago. Es una firma holandesa especializada en diseño de infraestructuras energéticas, aunque tiene “poca experiencia en refinerías”, según las declaraciones a El Tiempo del exministro de Minas y Energía Rodolfo Segovia).

Sácole el cuerpo al complejísimo cálculo del “daño emergente” para analizar el “lucro cesante”. Dice la revista que los US$1.936 millones se perdieron por el cese laboral durante dos meses de 18.000 obreros y empleados. Lo siento, estas cifras no cuadran: arrojan un salario promedio de $160 millones mensuales por cabeza, suma que no se la gana ni siquiera un senador de la Costa durmiendo horas extras. La página de Reficar en Wikipedia dice que el lucro cesante se extendió durante 27 meses. Si fue así, el promedio se reduce a seis millones de pesos mensuales, que sigue siendo alto si consideramos que por lo menos el 95 % de los “brazos caídos” era de obreros. Además, ¿conoce usted alguna empresa del mundo que les haya pagado a sus obreros 27 meses de lucro cesante? No pude contrastar estas cifras con las páginas oficiales de Reficar y CB&I porque no tocan el tema. Hablan de tecnologías de punta, responsabilidad social y demás lindezas que los sites institucionales estilan.

Si las cifras y las razones que exponen los responsables del megaentuerto no resisten ni siquiera el análisis de un columnista que pasaba por ahí, podemos pronosticar que tampoco pasarán el examen de la Contraloría y que las conclusiones de la investigación serán muy diferentes a las del benévolo redactor de Semana.

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