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Zalamea, el profesor ideal

José Salgar
20 de noviembre de 2007 - 09:25 p. m.

El centenario del nacimiento de Eduardo Zalamea Borda se ha conmemorado en estos días con emotivos recuerdos de su obra de novelista y literato. Sólo ahora comienza a reconocerse la obra enorme, pero discreta, que cumplió en beneficio del periodismo como medio de cultura, y su apoyo fanático a ideales como la paz mundial, el Gran Partido Liberal, el Frente Nacional y la fiebre futbolera del Santafecito Lindo.

Pocas personas estuvieron tan cerca de Eduardo Zalamea, como el grupo que por más de medio siglo figuró en el cabezote directivo de El Espectador. Una o varias juntas, todos los días, con los Canos a la cabeza, Zalamea en la subdirección o como columnista, y en las jefaturas de información y redacción Darío Bautista y José Salgar, con una nómina que siempre fue muy destacada y duradera de excelentes redactores. Era un equipo fuerte, muy cordial y amigable, para tratar de superar a su competidor de siempre, El Tiempo.

Los llamados "chicos de la prensa" teníamos a Zalamea como el profesor ideal , cuando todavía no existían las facultades de periodismo. Era el más generoso para transmitir su inmensa erudición, sus lecturas en diferentes idiomas, sus consignas en el estilo y el respeto al idioma. Fue el descubridor de estrellas como Gabriel García Márquez y Guillermo Cano.

Hubo dos momentos especiales, pero poco difundidos, en la vida de ese grupo: la bomba atómica y "el mejor periódico del mundo".

Poco antes del 6 de agosto de 1945, Zalamea hizo un viaje periodístico a Estados Unidos y un día nos llamó para pedir gran reserva sobre la "chiva" de todos los tiempos: que estaba a punto de estallar una bomba atómica para ganarle la guerra al Japón. Sugirió publicarla como rumor, sin mencionarlo a él, por las consecuencias que pudiera tener semejante infidencia. Así lo hicimos. Cuando estalló la atómica de Hiroshima se repitió aquel rumor, pero sin mayor despliegue. Más tarde, en charlas privadas, nos relató en detalle el momento en que el entrar al baño en un bar de Washington, cerca el Pentágono, escuchó a través de una pared a dos soldados que estaban hablando sobre la misión nuclear.

En los años tan intensos en el periodismo por las guerras mundiales y locales, el hombre en la Luna y los comienzos del sida, el narcotráfico y el destape, algún día Zalamea estaba feliz con el trabajo de nuestro equipo y dijo en la redacción: "Dejémonos de vainas. ¡Estamos haciendo el mejor periódico del mundo!". Eso lo repitió por la BBC de Londres, cuando asistió a una reunión internacional de periodistas y explicó que un periódico de un país pequeño, al que se ponía toda el alma, el corazón y el cerebro para que diariamente, a hora fija, apareciera casi perfecto, tenía que ser el mejor del mundo.

Esto lo recordábamos cuando la periodista francesa Annick Cojeau fue enviada a Bogotá a escribir la historia de El Espectador por haber sido escogido en diciembre de 1994 como uno de los siete periódicos más importantes del mundo, en una encuesta para el cincuentenario de Le Monde, de París.

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COLETILLA.- El inolvidable Ulises partía su columna "La Ciudad y el Mundo" con un muy cuidado "Intermedio". Nos enseñó que todo texto debe tener algún descanso, breve y sencillo, como una coletilla.

josalgar@elespectador.com

 

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