“A pesar de todo, valió la pena denunciar”: teniente Kelly Sierra

La oficial de la Policía Nacional, quien denunció públicamente a un capitán activo que la violó, explica por qué decidió enfrentarse al gigante institucional que actúa con indiferencia ante las agresiones sexuales de sus hombres. Revela que otras uniformadas le han confiado su situación, en privado, porque temen las represalias. Y responde un test para identificar las situaciones que favorecen a los abusadores sexuales.

Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
13 de enero de 2019 - 02:00 a. m.
 ¿Cuántas agredidas sexualmente han entrado en contacto con usted? “Me contactaron alrededor de seis funcionarias”, respondió  la teniente de la Policía Kelly Sierra. / Archivo
¿Cuántas agredidas sexualmente han entrado en contacto con usted? “Me contactaron alrededor de seis funcionarias”, respondió la teniente de la Policía Kelly Sierra. / Archivo
Foto: Cristian Garavito / El Espectador

¿El caso que usted denunció tanto internamente, en la Policía, como en público por el ataque sexual que sufrió de parte de un capitán activo ha avanzado?

El caso sigue igual: lo último que se reportó fue la liberación del individuo. Desconozco otra acción adelantada por la Fiscalía. Mis abogados solicitaron el traslado del proceso a Bogotá, porque se han presentado algunas irregularidades en desarrollo del mismo. Una de ellas fue la de negarle acceso a mi apoderado, a la audiencia en que se iba a decidir la libertad del denunciado. Y otra que, al parecer, el fiscal no apeló la decisión del juez de dejarlo libre con el argumento de que apenas conocía el caso porque él estaba encargado de cinco fiscalías más. Creo que los funcionarios no pueden justificar la mala ejecución de un trabajo porque tienen mucho quehacer. Sin embargo, no conocemos todos los detalles de lo que ocurrió en esa audiencia porque, como le dije, el juez no permitió el ingreso de mi abogado.

¿Por qué no lo dejaron ingresar?

Dijeron que el poder que le di no se encontraba en la carpeta que llevó el fiscal a la audiencia. Me sorprendió, porque yo misma había acompañado a mi abogado, días antes, a radicar el poder en la Fiscalía, exactamente el 6 de diciembre. No entiende uno por qué a un funcionario que tiene a su cargo casos de responsabilidad incurre en este tipo de olvidos. (Editorial de El Espectador sobre el caso).

¿Cree que es una forma de manipulación para demorar el proceso?

No me atrevo a asegurar nada, pero es muy extraño.

Entonces, ¿duda de la imparcialidad de la justicia de Valledupar, lugar en donde sucedieron los hechos?

Sí. Como víctima, uno siempre espera que el responsable sea detenido de manera preventiva para evitar la manipulación del proceso. Además, existen pruebas contundentes que indican que hubo violación sexual. Entonces, no entiendo por qué lo dejaron en libertad.

¿Cuáles son sus pruebas?

El resultado oficial de Medicina Legal con las fotos y la descripción de las lesiones en mi cuerpo. El examen demuestra que existe plena congruencia entre mi relato y lo que se afirma en la denuncia.

El capitán denunciado por usted, ¿fue judicializado de inmediato o la orden de buscarlo para que se presentara ante la justicia se demoró?

Denuncié los hechos el mismo 24 de noviembre de 2018, día del ataque que sufrí. Por la información que dieron los medios, me enteré que el individuo tenía orden de captura el 7 de diciembre y que esta fue ejecutada 20 días después. Desconozco los motivos por los cuales se demoró su ejecución.

¿Conocía de antes a su agresor? ¿Tenía confianza en él?

A él no lo conocía mucho porque acababa de ser trasladado y yo también estaba recientemente reincorporada, después de una licencia. Confiaba en el entorno en que me encontraba porque se trataba de instalaciones policiales; y ahí me sentía segura. Además, estábamos en una reunión con muchos compañeros que forman parte de la misma institución. En ningún momento piensa uno que allí pueda ocurrirle algo malo. A ese individuo no lo conocía antes porque como yo tenía permiso, me había presentado poco antes, el 3 de noviembre. Cuando reingresé, recibí un cargo en que tenía que reportarles a varios superiores, entre otros a ese señor. Antes del día de los hechos solo lo había visto tres veces, en público, pero aparte de lo laboral, nunca había tenido con él una conversación directa. Solo vía Whatsapp y con mensajes sobre los reportes de la dependencia a mi cargo.

Evaluando lo que ha vivido, ¿cree que es preferible mantener silencio aun cuando el culpable no reciba nunca una sanción?

No. A pesar de todo, sigo creyendo que valió la pena denunciar y que hay que seguir adelante con mis reclamaciones, porque estoy defendiendo unos derechos y una verdad.

Entonces, ¿la solidaridad que muchos manifiestan cuando no hay dificultades, -de dientes para afuera, diría uno- ha desaparecido por completo?

La solidaridad de mi familia es absoluta. La de mi pareja también, y eso es muy importante para mí. Algunos amigos han mantenido su cercanía y amistad. Pero a nivel institucional he sentido que varios de quienes compartían conmigo jornadas de trabajo se han alejado. Desconozco si eso sucede por temor a que puedan sobrevenirles algunas represalias por estar conmigo o si la gente evita el contacto para no involucrarse.

¿Ha contado con ayuda psiquiátrica o psicológica?

Solo el martes de esta semana tuve la primera cita de control psicológico. De ahí me remitieron a psiquiatría. La orden de los médicos es continuar el tratamiento hasta cuando el especialista considere que se normalizó mi estado emocional.

¿Por qué cree que su carrera entró en período de suspensión? Todavía puede recomponerse su situación.

Le voy a poner un ejemplo real: pedí el aplazamiento del ciclo de capacitación para ascenso al grado de capitán para el que fui llamada, teniendo en cuenta que no estoy ni física ni mentalmente preparada para afrontar, en las actuales circunstancias, el entorno institucional con el que debo entrar en contacto.

Me gustaría que sea más específica: ¿por qué no está en condiciones de hacer el curso?

Porque para realizar el curso hay que contar con aptitudes físicas: hoy tengo problemas de salud corporal por las lesiones que me ocasionó el individuo. Y difícilmente podría desarrollar mis aptitudes mentales por el desequilibrio emocional que estoy padeciendo y que no me permitiría concentrarme en textos u otras tareas que se nos imponen para obtener el ascenso. Creo que tengo derecho a realizar el curso en las condiciones en que hice el anterior, cuando obtuve el primer puesto.

¿Cree que su traslado le ayudaría y que será concedido?

Mi situación administrativa es la siguiente: actualmente tengo excusa del servicio por las lesiones que sufrí. El viernes pasado, hace dos días, le solicité al señor director de la Policía Nacional traslado para Antioquia, como relaté antes, con el fin de continuar mi tratamiento médico, de recuperarme y después poderme presentar al curso de ascenso, ojalá, en el mes de mayo próximo.

Usted ha persistido en su denuncia, contrario a lo que han decidido otras mujeres policías que han preferido abstenerse de dar a conocer lo que les pasó, o que pretenden olvidarse de las reclamaciones y evitar preguntar por el avance de los procesos. ¿Qué la impulsa a protestar en voz alta y a ellas, en cambio, a permanecer en silencio?

A mí me impulsa la convicción de que estoy defendiendo un derecho que me fue vulnerado y que, en consecuencia, puedo denunciar como lo haría cualquier ciudadana. Como mujer reclamo respeto y denuncio la violación de que fui víctima. Aun cuando soy policía y estoy consciente de los inconvenientes institucionales que se podrían presentar, también estoy segura de que primero está mi condición de ser humano que de uniformada. Otras funcionarias con las que he conversado prefieren callar o no seguir luchando por temor a las represalias de algunos superiores en su contra.

En sus conversaciones con ellas, ¿le han manifestado temor de que los abusadores vuelvan a agredirlas?

No tanto eso, sino que hemos sentido -y me incluyo- que el respaldo de la institución está inclinado hacia los agresores. Esto tiene una explicación, aunque no una justificación: los abusadores son superiores jerárquicos y en los niveles altos suele haber solidaridad entre sus integrantes, además de que la mirada del género masculino prima sobre el deber de respeto y acompañamiento a las víctimas.

Se sabe que otras policías víctimas la llamaron para contarle sus propios casos. Primero, ¿eso es cierto?

Sí, es cierto.

Segundo, ¿cuántas agredidas sexualmente han entrado en contacto con usted?

Me contactaron alrededor de seis funcionarias.

¿Qué le dijeron?

Que eran solidarias conmigo y que aplaudían mi valentía al tomar la decisión de denunciar públicamente el ataque sexual que sufrí, porque ellas no habían tenido la suficiente fuerza para presentar sus casos, por temor a las repercusiones institucionales en contra de sus carreras.

¿Algunas de ellas han cambiado de posición y presentarán sus denuncias o hablarán en público de estas, después de su ejemplo o, por el contrario, se atemorizaron más por lo sucedido con usted?

Algunas de ellas ya han denunciado, formalmente, a sus agresores. Otras dudan todavía o ya no lo hicieron porque ha pasado el tiempo y tienen miedo a que, al no contar con pruebas recientes, se enfrenten a más dificultades y terminen siendo denunciadas por quienes abusaron de ellas.

¿Cuáles elementos en común tienen los casos de agresión sexual que usted ha conocido en la Policía? (Haré algunas afirmaciones que se encuentran en los test para identificar violadores y le pido el favor de que, en el caso de la institución policial, usted las acepte como ciertas o las niegue):- Los agresores suelen ser los superiores jerárquicos de las víctimas. ¿Cierto o falso?

- Cierto.

- Los agresores se sienten protegidos por los superiores de estos o por la institución para la que trabajan. ¿Cierto o falso?

Cierto, y eso ocurre en estos casos, porque ellos tienen mayor contacto y credibilidad ante sus superiores por la cercanía de sus cargos y rangos, como expliqué antes.

- Los agresores pueden tomar represalias laborales o desmejorar las condiciones de trabajo de sus víctimas si se atreven a denunciarlos. ¿Cierto o falso?

Completamente cierto.

- Las víctimas temen ser discriminadas por otras personas que componen su entorno laboral. ¿Cierto o falso?

Completamente cierto. De hecho, eso ocurre en mi institución. Me está sucediendo hoy.

- Las víctimas tienen miedo de ser expulsadas de sus puestos de trabajo. ¿Cierto o falso?

Cierto. Al tratarse de temas tan complejos, si no se presentan pruebas contundentes el proceso se devuelve contra la denunciante y puede acarrearle consecuencias disciplinarias y judiciales.

- Las víctimas temen no poder enfrentar las “sanciones” en cuanto a los traslados a los sitios más alejados del país. ¿Cierto o falso?

Cierto, porque hay puertas institucionales que se cierran: como uno es señalado, se convierte en un “problema” y nadie quiere tener ese “problema” a su cargo. Esa es una de las formas de salir de uno. Y como es el lado más débil de la cadena, se le aplican los peores traslados. Uno se convierte en parte del personal que no está bien referenciado y puede ser candidato a ser enviado a los lugares más remotos, aislados y difíciles del territorio nacional.

¿Me puede relatar, sin nombres para respetar la privacidad, pero con detalles para que se sepa que se trata de casos reales, tres historias de víctimas policías hoy silenciadas por el miedo?

Primer caso. Una integrante de la Policía se presenta a laborar en estado de guayabo porque el día anterior le habían celebrado el cumpleaños. Ella le confiesa a su comandante que no se siente bien. Él, amablemente, le ofrece su habitación para que vaya a descansar las horas de la mañana con el fin, según le dijo, de que se presentara al servicio en la tarde. Ella se retira a la habitación y momentos después se presenta el comandante y empieza a tocarla. Ella, que no se encontraba en pleno dominio de sus sentidos y que estaba intimidada por el favor que acababa de hacerle su superior al no reportar su estado, se ve forzada a acceder y a quedarse callada.

Segundo caso. Una compañera está patrullando en horas de la noche. En la madrugada su agresor le dice que puede retirarse a descansar de 2 a 4 de la mañana por cuanto había ambiente de tranquilidad. Ella lo hace, pero poco después se presenta su superior y empieza a refregarse contra su cuerpo. Ella, sorprendida y alterada, discutió con él, se zafó y logró salir de la habitación. Después lo denunció, pero el agresor la contradenunció y se encargó de generarle un mal ambiente perjudicial para su carrera. La víctima está hoy sola: no ha tenido ningún apoyo institucional.

Tercer caso. Por orden del comandante del lugar, una uniformada fue trasladada en un vehículo oficial a un lugar alejado, adonde él solía llevar a sus subalternas. Gracias a la advertencia de un compañero que conocía los procedimientos del personaje, ella pudo escapar y evitar el abuso. No lo denunció, como la gran mayoría, por temor a las consecuencias.

“He sido excluida, señalada y cuestionada”

Usted ha dicho que, en lugar de mejorar su situación en la Policía y conseguir protección de la institución, después de la denuncia, todo empeoró ¿Por qué?

Porque no he recibido protección de mi institución en este  tiempo. Solo hace dos días recibí la amable visita de la general Juliette Kure, directora de la Escuela General Santander, para conversar conmigo. Eso me reconfortó. Pero no puedo dejar de decir que me he sentido excluida, señalada y cuestionada en mi entorno laboral. He sufrido una victimización continuada.

¿Qué quiere decir?

 Que el daño físico y emocional no solo sucede en el momento de la violación sino que se despliega de forma paulatina: mi entorno personal se alteró; mi relación de pareja se ha desestabilizado; mi entorno familiar sufre, por razones obvias; en mi entorno laboral se me han cerrado las puertas. Esto es particularmente triste. Y se ha deteriorado mi salud física y emocional: he perdido el sueño, tengo dificultades para dormir, he bajado 7 kilos y se me cae, de una forma impresionante, el pelo. Mi condición emocional no está mejor: sufro cambios de ánimo repentinos que no logro controlar. En resumen, la afectación de mis derechos ocurrió  ese día y continuó todo este tiempo.

“Hay aislamiento. Eso dificulta más mi situación”

Dígame la verdad: ¿se ha sentido hostilizada en la Policía? 

Es un tema complejo para contestar sí o no. En algunas ocasiones, he tratado de comunicarme con el personal de la Policía en el departamento del Cesar, en donde me encontraba. Nadie me responde.  He hecho varias llamadas y, del otro lado, nada. Como bien lo manifesté, hay aislamiento. Eso dificulta mi situación.

¿Nadie le responde como una manera de sanción?

Sí. Imagine lo que me espera si tengo que regresar allá. Por esta razón,  solicitaré mi traslado a la sede Antioquia mientras terminó el tratamiento médico y psicológico que estoy recibiendo, y retomo mi vida personal e institucional.

¿Teme encontrarse con otros oficiales colegas de su agresor, en su mayoría del género masculino y quienes, seguramente, no serían solidarios con usted sino con el denunciado?

La verdad, sí temo porque, lastimosamente, he sentido que hay más solidaridad con el agresor que ostenta el grado de capitán, que conmigo. Algunos oficiales creen que es incorrecto que yo haya denunciado públicamente lo sucedido. He dicho, y me ratifico, que le temen más al escándalo que a los hechos; más a la crítica, que a las razones judiciales.

 

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

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