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Voto por la Igualdad: la diversidad con más sillas en el Congreso

“Le estamos demostrando al país que no somos un gueto”, dice Wilson Castañeda, de Caribe Afirmativo, sobre la campaña que inició hace 20 años y que en estas elecciones volvió para que las disidencias sexuales y de género tengan mayor representatividad en el Congreso.

12 de marzo de 2022 - 08:06 p. m.
250 personas LGBT+ han sido formadas políticamente desde Voto por la Igualdad. 45 de ellas han sido electas cargos populares. /EFE
250 personas LGBT+ han sido formadas políticamente desde Voto por la Igualdad. 45 de ellas han sido electas cargos populares. /EFE
Foto: EFE - str

“Hoy más que nunca sentimos que motivar la participación política de las personas LGBT+ no solo es algo necesario y urgente, sino importante, porque hacerlo fortalece la democracia y es en ese contexto que nuestras conquistas se van a mantener en el tiempo y la igualdad va a ser una realidad en la vida cotidiana”. Esta es la frase con la que Wilson Castañeda sintetizó una intención que lo mueve a él y a una serie de organizaciones desde hace 20 años.

Se trata de Voto por la Igualdad, una campaña que nació en la entraña del movimiento LGBT+ y cuyo propósito es visibilizar las candidaturas de personas con orientación sexual y expresión de género diversa para que lleguen a cargos de elección popular. Cargos, como los que este domingo están votando los y las colombianas en las urnas, para armar el Congreso que legislará de 2022 a 2026. Castañeda, como director de Caribe Afirmativo, en conjunto con organizaciones como Fescol, el GAAT y el Instituto Nacional Demócrata (NDI por sus siglas en inglés), entre otras, explican que la llegada mucho más estruendosa de la población LGBT+ a puestos de representación política es un paso para ampliar la democracia. Que ocupen este tipo de puestos de poder convierte al país realmente plural. La tarea, sin embargo, no ha sido fácil. Y si bien tiene matices propios, se asemeja a otras historias de lucha por el derecho a ciudadanías plenas.

Un poquito de historia

La campaña que hoy se llama Voto por la Igualdad no siempre tuvo ese nombre. De hecho, su transformación es el resultado de la reflexión que ha dado el movimiento LGBT+ en su interior para reconocer otras experiencias de vida. Como cuenta Castañeda, todo comenzó en 2002. En ese año se llamaba Voto Gay. “Nació porque estábamos ad portas de las elecciones presidenciales y teníamos de contexto lo que había pasado de 1998 a 2002, años en los que representantes del Partido Liberal hicieron el primer intento de hablar de matrimonio igualitario en el legislativo”. Castañeda recuerda que a pesar de que esa primera prueba no tuvo mayor relevancia en el Congreso, activó en el movimiento LGBT+, sobre todo el de Bogotá, una semilla: el menester de pensar en política.

En ese año no existía Caribe Afirmativo, pero sí había un grupo de líderes y lideresas con expresiones de género que rompían la heteronorma. Ellos crearon el Voto Gay y la campaña se basó en enviar cartas a candidatos al Congreso con una pregunta: ¿apoyaría un proyecto de matrimonio igualitario? La aplastante respuesta negativa, narra Castañeda, sirvió para dos cosas: “Por un lado, para que las personas LGBT+ hicieran el ejercicio de poner en práctica el voto libre, transparente e informado, y consultaran las candidaturas antes de depositar el voto. Por otro lado, llamar la atención sobre los temas LGBT+ en el Congreso”. Desde ese momento la semilla empezó a crecer.

En 2006, el movimiento puso en práctica nuevamente el Voto Gay. En 2010, Colombia Diversa, Santa María Fundación, Ego City, Sentiido, y Caribe Afirmativo, con Fescol y el NDI, tomaron una decisión política: cambiar el nombre de la campaña para que incluyera a todo el espectro del género. “No nos podíamos seguir llamando Voto Gay porque eso mandaba un mensaje que el movimiento hace rato debía sacudirse y es que no solo existimos hombres gays en la diversidad. Con eso transitamos la campaña Voto por la Igualdad”.

Un compromiso más allá de elecciones

Desde entonces, la campaña Voto por la Igualdad ha trabajado en varios frentes políticos. Por ejemplo, en época no electoral ofrecen formación política a personas LGBT+ para que se interesen en participar. También, se enfocan en prestar asistencia técnica a las personas que deseen candidatizarse a cargos de elección popular. Además de ello, han construido un diálogo constante con partidos y movimientos para que incluyan asuntos LGBT+ en sus agendas. Después de la votación de este domingo, será clave una tarea: hacerle seguimiento a los electos diversos para que expresiones de discriminación y exclusión no pongan en riesgo su ejercicio en el Congreso.

¿Resultados?

En estos 20 años, Voto por la Igualdad ha formado a más de 250 personas en temas de política electoral. De ellas, 138 han inscrito sus nombres como candidatas a cargos de elección popular, siendo abiertamente lesbianas, gays, bisexuales, o trans. Este punto es importante porque, como dice el informe preelectoral sobre candidaturas LGBT+ al Congreso, si bien anteriormente se han tenido congresistas y políticos con estas expresiones de género, muchos de ellos no las han manifestado sin miedo. Esto quiere decir que el estigma frente a la diversidad sigue arropando tanto a la ciudadanía, como a quienes aspiran a estos puestos. Tanto así que fue apenas en 2008 cuando un hombre abiertamente gay fue electo por voto en Colombia: se trató de Sebastián Romero, quien salió elegido para ser edil de Chapinero, resalta en sus páginas el informe.

Volviendo a las cifras, de las 138 personas LGBT+ electas, dos han llegado al Senado, tres a la Cámara, uno a la alcaldía, 23 a concejos municipales, siete a las asambleas departamentales. 11 han sido ediles en todo el país. Muchos de ellos, como la senadora Angélica Lozano y el representante Mauricio Toro (ambos de la Alianza Verde) siguen en ejercicio y, siendo candidatos a estas elecciones, esperan salir triunfadores este domingo. Estas candidaturas han sido posibles en nueve de los 32 departamentos: La Guajira, Sucre, Valle, Antioquia, Risaralda, Putumayo, Tolima, Meta, y Cundinamarca. No obstante, la mayoría de electos son oriundos de Bogotá. “Es una lectura de País muy significativa a la hora de pensar en la incidencia política”, dice Castañeda.

“Tengo algunas anécdotas: la segunda votación más importante en Putumayo en las elecciones anteriores, a la Gobernación, fue un hombre abiertamente gay. Esto pasó en un departamento donde hay una historia de violencia hacia el movimiento LGBT muy fuerte”, dice el director de Caribe Afirmativo.

“En Chaparral, Tolima, tenemos una compañera trans que ha sido tres períodos consecutivos concejal del Partido Liberal, y del primer al segundo período consecutivo hizo su ejercicio de transición y eso no aminoró su participación y lo vemos como un ejercicio muy significativo para el observatorio por el papel que ha desempeñado en ese concejo municipal”, agregó. La historia ejemplifica a un país que transita hacia una visión más plural de sí mismo. Por ello, el protocolo del voto trans es también un logro en el marco del esfuerzo del movimiento LGBT+. (Lea acá esta entrevista a dos voceres del GAAT sobre para qué sirve el protocolo).

“Le estamos demostrando al país que no somos un gueto. El movimiento está en un proceso de maduración, una que hemos tenido a la fuerza porque somos un país muy violento, muy transfóbico y homofóbico. Seguimos ocupando los primeros puestos en violencia, pero somos también un país en el que el Acuerdo de Paz, con su enfoque de género, puso en primera línea la discusión de la vida de las personas LGBT+”, explica Wilson Castañeda. Por ello, reitera que en ese proceso de maduración se camina también una trocha en la que el movimiento de las disidencias sexuales coopten la democracia para que el país le dé un trato mayoritario a la agenda que promueven y que es válida. “En ese orden de ideas, sentimos que el movimiento LGBT tiene su futuro en la democracia”, concluye.

>Lea más sobre las elecciones de 2022 y otras noticias del mundo político

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