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"Hay adversarios de la paz que no actúan de buena fe"

Habla el nuevo ministro del Interior, Juan Fernando Cristo. Se refiere a las relaciones con la oposición de izquierda y de derecha, a las “invenciones” de los contradictores del proceso de La Habana y, sobre todo, a la ambiciosa reforma constitucional que el Gobierno pretende presentar al Congreso muy pronto para, entre otras modificaciones, ampliar el período del sucesor del presidente Santos a cinco años.

Cecilia Orozco Tascón
10 de agosto de 2014 - 02:00 a. m.
 El nuevo ministro del Interior, Juan Fernando Cristo. / El Espectador
El nuevo ministro del Interior, Juan Fernando Cristo. / El Espectador

¿Las reuniones que ha venido adelantando con las bancadas solo cobijan a las de la coalición de gobierno?

Me he reunido con algunas de las bancadas de la Unidad Nacional, pero esta semana terminaré el ciclo no solo con las que me faltan de la coalición, sino con los partidos de oposición. Queremos hablarles sobre la agenda que el Gobierno impulsará en el Congreso y además buscaremos crear el mayor consenso posible en torno a la reforma constitucional al equilibrio de poderes, que será central en el segundo gobierno del presidente Santos.

Usted conoce bien el Congreso después de 16 años continuos de estar ahí. Pero este va a ser un parlamento diferente, porque además de la tradicional oposición de izquierda, tendrá la de la derecha uribista. ¿Cómo va a plantear su relación con estas bancadas?

De los 16 años que trabajé en el Congreso, doce estuve en la oposición y por esta razón respeto profundamente a quienes expresan posiciones antagónicas. Ellos pueden tener la certeza de que defenderé sus derechos tanto como defendí los míos. Estoy seguro de que podremos encontrar acuerdos en algunos puntos, sobre todo alrededor de la reforma institucional que plantearemos. Y los desacuerdos se tramitarán, por nuestra parte, con cordialidad.

Nadie desconoce que el senador Uribe Vélez tiene un carácter difícil. La semana pasada casi hay zambra por haberle aceptado al senador Cepeda un debate sobre paramilitarismo en Antioquia. Al margen de sus intenciones, ¿cómo cree que será el tono de las relaciones entre ustedes y el sector del expresidente?

No se debe personalizar el debate en el Congreso. Es claro que el Gobierno tiene una dura oposición de izquierda, y otra, aún más fuerte, de derecha. No hay que tenerle miedo a esa circunstancia. Es sano para la democracia que las diferentes alternativas se expresen en su escenario natural que es el Congreso. El Gobierno tiene una agenda reformista y progresista definida y la defenderemos con argumentos, sin caer en la tentación de la confrontación personal.

Insisto: siendo que usted como senador tuvo una relación tensa con el expresidente, ¿como ministro del Interior intentará entablar conversaciones con él por fuera de las formales sesiones de Congreso?

Sinceramente creo que por el atractivo mediático que sin duda tiene el senador Uribe, la prensa ha sobredimensionado su presencia en el Senado. Su bancada representa el 20% de esta corporación y un poco más del 10% de la Cámara, lo que sin duda es un número importante en el Legislativo pero, en todo caso, minoritario. Sin embargo, no veo imposible que se pueda llegar a acuerdos con él y su bancada en algunos temas. Y aunque tuvimos diferencias políticas, especialmente a partir del momento en que decidió cambiar la Constitución para permitir la reelección presidencial, puedo asegurarle que no existe animadversión personal mía contra él.

Perdone, pero su tono es distinto respecto del que tuvo en la campaña hacia él. Lo mismo podría decirse de las duras expresiones de Santos y de César Gaviria cuando se referían a Uribe.

Aquí y en cualquier lugar del mundo, unos son los tonos de campaña y otros, muy distintos, los del gobierno. El presidente Santos ha dicho con toda claridad que él gobernará para todos y no solo para aquellos que votaron por la paz. Eso significa, entre otros, tener consideración por los dirigentes y ciudadanos que acompañaron a Óscar Iván Zuluaga.

De otro lado, le tocará lidiar al Polo. Usted acaba de decir que el Gobierno tiene agenda reformista y progresista, pero el senador Jorge Robledo no solo no lo cree. Lo rechaza.

Hay muchos más senadores que Álvaro Uribe y Jorge Enrique Robledo quienes, por supuesto, jugarán un papel importante en el Congreso. Pero prefiero referirme más a partidos y a bancadas que a individuos. No obstante, le puedo decir que fui compañero de oposición de Robledo durante ocho años y reitero que me merece respeto. Ahora, también creo que tomó el camino equivocado cuando decidió no reconocerle absolutamente nada al gobierno o al presidente Santos desde hace cuatro años. Ni siquiera votó la muy progresista Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras.

Ante algunas sugerencias mediáticas, Robledo ha dicho reiteradamente que no por pertenecer a la oposición terminará aliado con el uribismo. Sin embargo, reconoció que en algunos debates el Polo podría coincidir con el bloque del expresidente. ¿Cómo ve esta inédita situación política?

No insista en reducir la plenaria del Congreso a estos senadores. Por importantes que sean ellos dos, no son los únicos que actúan en el Senado. Con ellos y con todos los congresistas de oposición habrá debate abierto y garantías, pero la Unidad Nacional tiene mayorías amplias.

No estoy tan segura: con tal de sacarles puestos al Gobierno, la mayoría de los congresistas de los partidos de la coalición regatearán sus votos. Usted conoce bien esa situación…

Al presidente Santos lo acompañaron los partidos de la Unidad Nacional y hay un compromiso con las propuestas de su campaña. Lo que he visto hasta ahora es coherencia con esa realidad y con la organización interna que tienen hoy las bancadas. Por eso no comparto su apreciación.

Creo que la gente me creerá más a mí que a usted, con todo respeto. No imagino, por ejemplo, a Roy Barreras trabajando únicamente inspirado en la patria.

Puede que usted no lo crea, pero en los últimos cuatro años tuve la oportunidad de verlo trabajando con un gran compromiso por la reconciliación y la paz del país.

Cambiando de tema, usted fue el principal promotor de la Ley de Víctimas y del protagonismo que estas han tomado en las negociaciones de paz. En vista de los incidentes agresivos que sucedieron en Cali, ¿cree que el proceso aún no está maduro para recibir asociaciones de víctimas o al contrario, estas no tienen organizaciones fuertes para hacerse representar?

La participación de las víctimas en el proceso de paz, vengan de donde vinieren, es bienvenida. Es evidente que este proceso no será legítimo sin una participación efectiva de las víctimas de todos los sectores. Lo sucedido en Cali y en otros foros demuestra que hoy ellos son sujetos de derechos y los exigen porque saben que son ciudadanos de primera categoría. Eso no ocurría antes. Este es el primer proceso de paz en el mundo en que las víctimas participan antes de llegar a un acuerdo final y por ello son normales las tensiones. Lo importante es que no caigan en la tentación de dividirse en razón de sus victimarios y que eviten ser manipulados políticamente por algunos sectores que pretenden utilizarlos para oponerse a las negociaciones.

Otro frente de batalla que tendrá usted será la negativa a que continúe el proceso de La Habana. ¿Cómo va a torear a los sectores políticos y militares que se oponen a este?

Lamentablemente hay adversarios del proceso que no actúan de buena fe y que todos los días inventan mentiras sobre la marcha de las conversaciones. A pesar de que la tarea del equipo negociador, con Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo a la cabeza, ha sido impecable, los enemigos de la paz pretenden adelantarse a los hechos y hablar de concesiones que no existen sino en su imaginación. Por nuestra parte debemos explicar todos los días las bondades de acabar con la guerra y llegar más a las regiones y a los medios de provincia con esas explicaciones, porque nos hemos centrado en la gran prensa nacional. Soy un convencido de que el silenciamiento de los fusiles se pacta en La Habana pero la paz se construye con la gente de los territorios afectados por la guerra.

Su Ministerio del Interior también estará marcado por las reformas. ¿Cuáles propondrá, finalmente, el Gobierno y cuál tendrá prioridad?

El presidente habló, el 20 de julio, de una gran reforma al equilibrio de poderes en el país, que comienza con la eliminación de la figura de la reelección y que contiene otros elementos como la ampliación del período del Ejecutivo a cinco años, la creación de una circunscripción mixta para el Senado, la eliminación del voto preferente, el establecimiento de límites a las competencias de los organismos de control y algunos otros aspectos del sistema judicial. Esta misma semana iniciaremos ronda de consultas con todos los partidos de gobierno y oposición con el fin de abrir el debate. Somos conscientes de que hay un clamor de la opinión para mejorar el funcionamiento de las instituciones, para eliminar los riesgos del autoritarismo y la concentración de poder y para evitar que continúen los choques de trenes.

Algunos críticos de este gobierno han dicho que Santos está proponiendo la eliminación de la reelección pero después de hacerse reelegir, ¿qué les respondería?

Que Santos no se inventó la reelección y que ha respetado religiosamente las reglas de juego que encontró al asumir el poder. Tras cuatro años de ejercicio de gobierno, llegó a la conclusión de la inconveniencia de la figura y mal haría en no tomar acciones para enmendar la equivocación que cometió el Congreso hace diez años. Además, si hay una sola justificación para que un gobernante se reelija, esa es la consecución de la paz. Y así lo entendieron los colombianos que votaron por ese mandato.

El período de cinco años se propondrá para el presidente y también para alcaldes y gobernadores, ¿cuáles son los argumentos para proponer cinco y no seguir con cuatro o pensar en seis años?

Así como se ha venido generando un consenso en el país en torno a la inconveniencia de tener la figura de la reelección presidencial, también lo hay sobre lo corto que puede resultar un período de cuatro años para la ejecución de un programa de gobierno. Por eso, ampliar un año más el ejercicio de esos mandatos puede resultar conveniente. Y es lógico que si se modifica el período del presidente, se haga lo mismo con el de los mandatarios territoriales.

También se habla de cambios para elección de Senado, ¿cuáles serán?

El presidente también dijo que resulta inaceptable para la democracia que existan trece departamentos sin representación en el Senado. Queremos debatir con todos los partidos la posibilidad de garantizar la elección, mediante circunscripción territorial, al menos de un senador por cada uno de los departamentos. También queremos dar un paso adelante en la modernización de los partidos. La figura del voto preferente envilece la política y fracciona las colectividades. Sería ideal avanzar hacia la conformación, con procedimientos democráticos internos, de listas cerradas. Recuerde que el voto preferente se adoptó en 2003 como una reforma transitoria.

La función electoral de las cortes ha sido la que mayores críticas ha recibido. Será difícil buscar un consenso sobre un tema en que se mueven tantos intereses. ¿Cómo lo hará el Ejecutivo?

No creo que la reforma al equilibrio de poderes en el campo de la Rama Judicial se deba reducir exclusivamente al tema de las facultades electorales de las cortes. Sin duda hay que revisar una a una esas funciones, pero no se debe partir de la base de que hay que eliminarlas o preservarlas todas. Es fácil plantear que cesen las funciones de nominación o de elección de los altos tribunales y que se modifique el procedimiento de selección de altos dignatarios del Estado. Pero es mucho más difícil encontrar la alternativa. Ese planteamiento nos conduce a estudiar con mucha ponderación el tema.

Otra parte de la reforma que sí tenía consenso era la de la eliminación del Consejo Superior de la Judicatura. ¿Está en los planes del Gobierno?

Esa es una idea que siempre se ha considerado necesaria y que en el texto aprobado de la fallida reforma a la justicia estaba bien concebida. Es un tema que debe ser nuevamente abordado si hablamos de equilibrio de poderes.

Al primer gobierno Santos se le criticó mucho la denominada “mermelada”. ¿No debería haber algún tipo de reforma también en el tipo de relaciones que existen entre el Ejecutivo y el Legislativo?

El debate sobre la incidencia del Congreso en el presupuesto nacional no es nuevo, pero los contradictores del Gobierno fueron muy efectivos en los dos últimos años con el bautizo de “mermelada” para esta clase de obras. Pero si usted revisa, con esos recursos del presupuesto se han beneficiado muchos municipios a los que jamás hubiera llegado inversión del gobierno central. Lo que hay que evitar, siendo implacables en su persecución, es el robo de esos recursos del Estado.

“No veo al presidente dejándose presionar”

Este cambio de gabinete se ha visto desde afuera, más complicado de lo normal por las ambiciones personales y partidistas. Uno, desde afuera, ve a los aspirantes a quedarse y a quienes quieren ser nombrados, echándose codo ¿Cuánto tuvo que luchar usted y contra quién?

(risa) El único codo que vi fue el que le dieron los defensas brasileros a James y Teo en el Mundial. Allí pasé las semanas previas a la conformación de gobierno, alejado de esas decisiones. En materia de gabinete, hay que respetar el fuero presidencial. Pero le advierto que el cuento de la dificultad de conformar gabinete por las ambiciones personales es más mediático que real. No veo al presidente siendo presionado por alguien ni dejándose presionar.

Su hermano menor, Andrés Cristo, estará en el Senado ¿Cómo se relacionará con él siendo de la bancada de gobierno? ¿Dándole órdenes?

No, para nada. Me relacionaré con él como con cualquier otro miembro de la bancada liberal, partido que acompaña una agenda que, le repito, será progresista y reformista. Contrario a lo que usted cree, Andrés es muy bravo y terco. Espero que el vocero de la bancada lo haga entrar en razón cuando yo no pueda hacerlo.

Tres en uno: político, negociador y víctima

 

El nombramiento del expresidente del Congreso Juan Fernando Cristo en el Ministerio del Interior no sólo es una jugada política lógica del presidente Santos, porque el exsenador ha sido uno de sus principales aliados en el parlamento; también es un acto simbólico: Cristo tiene el carácter de víctima de guerra, puesto que su padre, Jorge Cristo Sahium, entonces senador del liberalismo, fue acribillado por guerrilleros del Eln cuando entraba a su oficina en el centro de Cúcuta, en 1997. El nuevo ministro, además de ser reconocido como un hábil componedor de entuertos entre bancadas, es el autor de la Ley de Víctimas vigente, que ha servido de base para se les restituyan a éstas sus bienes y para su participación en el proceso de paz.

Por Cecilia Orozco Tascón

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