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Ponen en duda 40.000 estudios sobre el cerebro

Trabajos científicos de los últimos 25 años en los que se utilizaron imágenes de resonancia magnética funcional podrían estar errados. Investigadores demostraron que el software que se usa tiene márgenes de error del 70 %.

Redacción Ciencia
09 de julio de 2016 - 03:14 a. m.
Los falsos positivos de las resonancias magnéticas funcionales pueden ser hasta del 70 %.
Los falsos positivos de las resonancias magnéticas funcionales pueden ser hasta del 70 %.
Foto: Getty Images - Hybrid Images

“Así genera la arquitectura del cerebro el pensamiento abstracto”, “La falta de sueño puede aumentar los niveles de ansiedad”, “¿Hacer daño es equivalente a permitir que se haga daño?” y “Estudio documenta la activación cerebral durante las concusiones”.

Artículos científicos como estos, en los que se utilizaron imágenes de resonancia magnética funcional (FMRI), por sus siglas en inglés), al igual que otros 40.000 estudios publicados durante los últimos 25 años, podrían estar equivocados en sus conclusiones.

Un grupo de investigadores liderados por Anders Eklund, de la Universidad de Linköping, en Suecia, acaba de poner patas arriba buena parte de lo que sus colegas alrededor del mundo han investigado sobre el funcionamiento de nuestro cerebro.

En un trabajo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences cuestionaron la exactitud del software que se utiliza en las resonancias magnéticas funcionales.

“Quedé sorprendido con el resultado”, le dijo a BBC Mundo Eklund, “esperaba encontrar márgenes de error del 5 %, pero no del 20, 40 y hasta 70 %”. Un resultado difícil de digerir hasta ahora para todos los científicos que confiaron en esta tecnología.

La resonancia magnética funcional, una técnica que comenzó a usarse en laboratorios y hospitales hace un cuarto de siglo, permite crear imágenes de nuestros cerebros de una forma no invasiva a partir de la detección de cambios asociados con el flujo de sangre en zonas determinadas del tejido cerebral. Comparadas con los electroencefalogramas que surgieron a principios del siglo pasado, que captan de manera burda las ondas eléctricas del cerebro, o las tomografías computarizadas, basadas en rayos X, las resonancias magnéticas funcionales significaron un enorme salto en la exploración del laberinto cerebral.

Desde su aparición la resonancia se convirtió en una de las herramientas favoritas de psicólogos, psiquiatras y neurólogos, pues permite detectar las zonas cerebrales que se activan cuando una persona realiza determinada tarea. Por ejemplo, si alguien escucha música o está frente a una pantalla jugando algún videojuego, o guarda silencio y medita, las zonas neuronales involucradas recibirán un mayor flujo sanguíneo, señal de su participación en esa precisa tarea.

Las resonancias magnéticas también han resultado de gran ayuda para los neurocirujanos que recurren a ellas para localizar con más precisión las zonas que necesitan operar.

En 2013, al recapitular la importancia de esta técnica en las neurociencias, los editores de una edición especial de psicología, Mara Mather, Nancy Kanwisher, and John Cacioppo concluyeron que “la resonancia magnética funcional ha proporcionado una visión única a nuestra comprensión de la cognición”.

El problema, según lo acaban de señalar los investigadores suecos, es que las imágenes generadas por un resonador son el resultado de programas informáticos susceptibles de error.

Para probar qué tan precisos eran estos programas, el equipo de Eklund analizó los datos de 499 personas sanas, los dividió en grupos y realizó 3 millones de comparaciones aleatorias.

De ahí surgió la conclusión que tomó a todos por sorpresa: la tasa de falsos positivos llegaba hasta el 70 %. Es decir, que las resonancias mostraban actividad en partes del cerebro donde en realidad no había. “Esto es serio”, sentenció Eklund, “esto significa que algunos estudios están errados”.

Si alrededor de 40.000 estudios sobre el cerebro están en entredicho, entre los que es necesario meter aquellos en los que se les pedía a monjes tibetanos meditar para entender los efectos de esa actividad en el cerebro, a esta alarmante cifra habría que sumar lo que costó realizarlos y el tiempo invertido de centenares de personas. Un escáner para realizar resonancias magnéticas funcionales puede costar US$600 por hora.

Para Eklund, como lo expresó a la BBC, la lección que saca es que “en el futuro debemos ser más cuidadosos con nuestros trabajos”.

La buena noticia, advirtió el investigador sueco, es que para el momento en que comenzó la investigación, en 2015, las empresas que comercializan estos equipos ya habían decidido ajustar los programas informáticos para justamente evitar este tipo de errores.

Por Redacción Ciencia

 

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