Turismo
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Washington, ciudad de dos caras

Un lugar lleno de arte, cultura y buena comida.

Santiago La Rotta / Washington D.C.
25 de noviembre de 2009 - 03:12 a. m.

Lo primero que sorprende de Washington es su orden, la perfecta lógica que la gobierna. Aunque, un minuto después, esto ya no sorprende. Resulta casi obvio que la capital de uno de los países más poderosos del mundo, en donde buena parte de su población la constituyen diplomáticos y empleados federales, tenga que ser así: metódica, impecable, un lugar que tiene un metro entapetado.

Para el viajero que disfruta del caos de lugares como Nueva York, por poner sólo un ejemplo de frenesí urbano, el D.C. puede resultar algo aburrido si se queda en el circuito turístico más primario: la Casa Blanca, el Capitolio y toda la seguidilla de edificios del gobierno norteamericano, aquellos que tantas veces han salido, y hasta explotado, en las películas.

Sin embargo, entre aquel impresionante despliegue de edificaciones con la clásica columna jónica se esconden verdaderas joyas, como la National Gallery of Art, cuyo vestíbulo principal justifica por sí solo la visita a este lugar. En su interior reposa una colección de arte clásico y contemporáneo tan importante como la de cualquier otra institución de su clase en el país, el MoMa o el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, con originales de Monet, Degas o Cézanne, entre varios otros. Cruzando la calle, el turista exhausto, con los pies doloridos, puede descansar en el Sculpture Garden, un espacio idílico, con un gran estanque en la mitad, en el que se hallan 17 piezas de gran tamaño de la galería.

En el renglón de los museos, todo el complejo del Smithsonian es imperdible. Sitios como el Air and Space Museum o el American History Museum son verdaderos tesoros. La entrada es gratis.

La faceta más interesante de Washington se puede encontrar en las calles de Dupont, un sector exclusivo con hermosas viviendas, algunas de las cuales son la residencia de varias embajadas, en el que hay una de las concentraciones de restaurantes, bares, librerías y discotecas más densas del D.C. Si bien esta no es la ciudad que nunca duerme (el metro cierra a media noche y los buses, algunas rutas, pueden circular hasta la 1:00 a.m.), es probable que quien posea un apetito tardío encuentre algún plato interesante a una hora ligeramente inusual. Los solitarios, los meditabundos, los que tienen problemas de sueño pueden pasarse por Kramerbooks, una librería que abre casi las 24 horas del día, para encontrar un lugar en la noche.

Georgetown también es una buena opción para quienes buscan buena comida y bebida. El lugar cobra vida todos los días de mano de restaurantes, bares y cafés para dejar volar las horas entre la ebriedad y la felicidad.

Pero no todo en Washington es estética y políticamente correcto. También hay lugar para lo sórdido, el crimen (según algunos de sus habitantes, la capital ocupa uno de los primeros lugares en los índices de criminalidad) y las bajas pasiones entre tanto traje de oficina y organismos de cooperación internacional. En un bar cualquiera, lleno de jóvenes trabajadores, todos muy a la moda, un trío (hombre, dos mujeres) se besa y toca apasionadamente en la mesa del lado, como si el mundo se fuera a acabar en un par de segundos.

Los adoradores de la música, exploradores incansables de nuevos sonidos, no se cansarán de ir a Madam’s Organ, un bar en el sector de Adams Morgan, en el que siempre hay música en vivo. Intérpretes de todas las variaciones del rock, blues y jazz se suben al escenario cualquier día de la semana, incluso los domingos. Con un ambiente de cuidada decadencia, Madam’s Organ logró entrar en la clasificación de los 10 mejores bares de Estados Unidos de la revista Rolling Stone. Para pasar el tiempo al lado de una cerveza.

Ahora, tanta calma y orden (al menos hasta cierto nivel) puede ser toda una ventaja para los viajeros. Gente amable en casi todo lugar, lo suficiente para dar indicaciones precisas o incluso opiniones acerca de cuál es el lugar indicado para tomar la mejor foto; un metro eficiente, en el que algunos conductores hacen chistes por los altavoces durante todo el recorrido, y, en general, un ambiente amigable para el visitante que va en plan de negocios, turismo o apenas de paso.

Al final del día, tanto monumento que simboliza el poder de un país que no es el de uno puede resultar empalagoso, pero sólo si el viajero decide apegarse a las guías de viajes más tradicionales y ortodoxas. Quien quiera perderse caminando por las calles de Dupont, descansar en el primer parque que lo cautive, sentarse un par de horas en frente de algún Monet en la National Gallery of Art, puede contar una historia totalmente diferente.

Por Santiago La Rotta / Washington D.C.

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