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La asombrosa Jordania

El Tesoro de Petra, el desierto de Wadi Rum y el mar Muerto son algunos de los encantos que dejan boquiabiertos a los turistas que se animan a visitar estas exóticas tierras.

Redacción Buen Viaje
16 de septiembre de 2015 - 04:19 a. m.
La fachada de Al Khazneh, el Tesoro de Petra. / iStock
La fachada de Al Khazneh, el Tesoro de Petra. / iStock

Todo en Jordania es llamativo y curioso. Todo está lleno de contrastes. Son pocos los que han escuchado por estas tierras lo asombroso que puede llegar a ser este país de Oriente Medio. Sólo con llegar a su capital, Amán, se hace evidente que se trata de un lugar único, entre un desierto, colinas y el valle fértil del Jordán. La arquitectura, además, es heterogénea: grandes edificios de vidrio junto a barrios residenciales que por ley deben ser construidos con la piedra local, que siempre se pinta de blanco.

Lo primero para visitar es la Ciudadela de Amán, ubicada sobre una colina en forma de L, en el centro de la ciudad. Se trata de uno de los sitios más antiguos del mundo, en donde investigadores han encontrado evidencias de ocupación desde el Neolítico. Fueron varias las religiones que allí se establecieron (judaísmo, cristianismo y el islam), convirtiéndola en un museo a cielo abierto con más de 7.000 años de historia.

Siguiendo con los monumentos históricos, otro imperdible es el teatro romano. Fue construido entre el 138 y el 161 d.C. por el emperador romano Antonino Pío y llegó a albergar a 7.000 personas. La historia, sin embargo, no es lo único llamativo de esta capital. Amán es un lugar para tener contacto con los jordanos y conocer su cultura, gracias a los buenos restaurantes. También es un espacio para gozar de centros comerciales y spas.

Aunque la aventura comienza en Amán, se hace intensa en la segunda parada: el Tesoro de Petra, el principal atractivo de Jordania, declarado Patrimonio Mundial de la Unesco. Majestuosas rocas se imponen en un paisaje desértico y un cielo claro, dejando atónitos a los visitantes que recorren esta maravilla de la naturaleza y el hombre, pues es una ciudad excavada por los nabateos, una tribu árabe que se estableció hace 2.000 años.

Hoy es considerada la octava maravilla del mundo antiguo y para recorrerla se recomienda estar por lo menos tres días. Para entrar se debe atravesar el Siq, un estrecho cañón de un kilómetro de longitud rodeado por acantilados de 70 metros de altura. Al finalizar este pequeño recorrido lleno de bellas formaciones se llega hasta la fachada de Al Khazneh (el Tesoro), de 30 metros de ancho y 43 de largo. Fue construida en el siglo I para ser la tumba de un rey nabateo.

Al igual que ésta, hay cientos de tumbas decoradas con grabados, centenares de restos de casas y un gran teatro de estilo romano edificado por los nabateos, con capacidad para 3.000 personas. Templos, obeliscos, altares para sacrificios y dos museos, el Arqueológico de Petra y el Nabateo de Petra, completan el recorrido.

Para seguir deslumbrándose hay que visitar el desierto de Wadi Rum, conocido como Valle de la Luna, el primer sitio mixto declarado Patrimonio de la Humanidad en 2011. Arenas rojas, acantilados y enormes montañas de arenisca adornan este paisaje desolado, en donde sólo habita el pueblo beduino. Lo ideal es ir con un guía que conozca el territorio, pues se han perdido turistas en medio de las dunas, y permanecer por lo menos dos días, porque el Paseo Rojo, como se le llama a la caminata por este desierto, ofrece muchas actividades: desde montar en camello hasta volar en globo.

Algunos viajeros optan por dormir una noche en campañas beduinas, para ver el espectáculo que ofrecen las estrellas y disfrutar de planes que incluyen una cena tradicional y danzas árabes. Para finalizar esta travesía no puede faltar el valle de Rift, a 400 metros por debajo del nivel del mar Muerto. Es el punto más bajo de la tierra y la unión de varios ríos. Esta zona es en realidad una fractura del suelo que se extiende desde el sur de Turquía, pasando por Siria, Jordania y el mar Rojo, hasta Mozambique y África oriental. Cuando las aguas se mezclan con el mar Muerto forman una combinación de sales y minerales que se utiliza en la medicina, la industria y la agricultura.

Una vez termina el recorrido por el valle hay que seguir hasta el mar Muerto. A sus costas llegan cientos de personas para bañarse y curarse en sus aguas que contienen diez veces más sal que el resto de los mares y son ricas en magnesio, sodio, potasio y bromo. La única recomendación es flotar boca arriba y no hundir la cabeza porque, según dicen, es imposible voltearse.

Por Redacción Buen Viaje

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