Entre las colinas del Caribe, a 30 kilómetros de Barranquilla, se asoma tímidamente Usiacurí, tierra de arte y poesía. Casas de colores y calles empinadas han convertido a este municipio en un lugar mágico capaz de conectar a los turistas con la historia y la naturaleza. Al paso, carteras, sombreros, cestos, portarretratos y hasta zapatos multicolores adornan las fachadas y puertas de este cálido pueblito en donde niños, jóvenes, adultos y ancianos se dedican al tejido en palma de iraca.
Esta tradición artesanal, que se ha mantenido intacta de generación en generación, esconde en cada puntada un legado único. Cuentan los usiacureños que durante la época Precolombina los indígenas tejían sus mochilas con cabuyas y plantas de majagua. Cientos de años después, cuando la palma de iraca producida en los departamentos del Cesar, Santander y Bolívar permeó el mercado local, fue utilizada por los habitantes para confeccionar artículos y pequeños sombreros bajo una técnica con alambre. Hoy la imaginación es el límite de los artesanos que se han encargado de transmitir sus enseñanzas en talleres, escuelas, colegios y cooperativas para hacer de este oficio un modo de vida.
Fuera de este arte hecho a mano, Usiacurí respira romance y melancolía. Ubicada en el centro del pueblo se encuentra la Casa Museo del poeta Julio Flórez, construida en el siglo XIX. Allí los visitantes tienen la posibilidad de acercarse entre jardines y cuartos a los versos del poeta, quien durante 13 años vivió en esta hacienda en compañía de su familia. Por su valor histórico y nivel de conservación, este tesoro arquitectónico fue declarado Patrimonio Cultural del Atlántico y Monumento Nacional.
Aunque se trata de un pequeño paraíso de apenas 8.500 habitantes, el municipio cuenta con distintos atractivos que no dejan de sorprender a los turistas. En sus alrededores, pozos de aguas termales con propiedades medicinales se encargan de relajar y aliviar las dolencias de quienes se sumergen en ellas. A pocos kilómetros aparece el Parque Regional Luriza, una extraordinaria reserva ambiental de 837 hectáreas en la que viven cientos de especies de aves en la microcuenca del arroyo Luriza y el bosque seco. En medio de la caminata, los monos aulladores se pasean por los troncos ofreciendo un espectáculo sin igual.
Después de entrar en contacto con la naturaleza, vale la pena visitar la iglesia Santo Domingo de Guzmán, el corazón de Usiacurí, donde tienen lugar cada 8 de agosto las fiestas patronales en honor a la Virgen del Tránsito, un evento que se acompaña de cabalgatas, corralejas, caravanas y procesiones.
Cuando el sol comienza a caer y las nubes se tornan rosadas es el momento perfecto para subir a la colina Cristo Rey, uno de los mejores escenarios para practicar deportes extremos, especialmente parapente.
Gracias a su ambiente de paz y a su espíritu emprendedor, Usiacurí se ha transformado en un pueblo de magia y arte. Basta con ir un fin de semana para enamorarse de sus encantos naturales y culturales.