Turismo

Hasta Alaska en un Peugeot

Matyas Varela y Manuela Cueto abandonaron todo para recorrer el continente en un carro modelo 74. En Perú se les acabó el dinero y tuvieron que trabajar. Ahora están en Colombia buscando la forma de pasar a Panamá y seguir su recorrido.

Laura Dulce Romero
23 de marzo de 2016 - 03:23 a. m.
Matyas Varela y Manuela Cueto compraron un Peugeot 404, modelo 74, para dedicarse a lo que más les gusta: viajar. / Fotos: cortesía
Matyas Varela y Manuela Cueto compraron un Peugeot 404, modelo 74, para dedicarse a lo que más les gusta: viajar. / Fotos: cortesía

El 8 de abril fue el gran día. Pasar al otro lado, al del riesgo y la locura, fue una decisión irreversible. No importaron los consejos ni el dinero. Allá el destino y lo que tuviera preparado para ellos. Al fin y al cabo, si algo les pasaba, tenían el consuelo de que sería mientras hacían lo que más les gusta en la vida: viajar.

Ella, administradora. Él, carpintero. Los dos estaban cansados de vivir en la monotonía. Matyas Varela y Manuela Cueto se conocieron muy pequeños, a los 10 y 13 años. Para resumir esta parte de la historia, que no es tan fascinante como el resto, se separaron y se encontraron hace tres años. Ya no se veían como los amigos de ese entonces. Teniendo los mismos anhelos, no hubo más remedio que ennoviarse y emprender un camino juntos. Un sendero que no parecía tener forma o kilometraje, pero que con el tiempo se convirtió en un continente y en 13.000 kilómetros, hasta ahora.

Su mayor deseo siempre había sido viajar. Así que planear el resto fue fácil. Y me refiero a decidir los destinos y ahorrar un poco de dinero porque el trazo principal ya estaba decidido: de Argentina hasta Alaska. Un recorrido extenso, y como desde el comienzo la idea fue disfrutarlo, hacerlo en carro parecía la opción más cómoda, pues en caso de quedarse sin dinero tendrían dónde dormir y si necesitaban trabajar, no tendrían que depender de un vuelo.

Buscaron un vehículo no muy costoso, en buen estado y con un motor que aguantara los casi 30.000 kilómetros que debían recorrer. Al final escogieron uno bastante particular: un Peugeot 404, rojo, del año 1974.

Ya hace 11 meses que arrancaron y no han parado. Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Colombia han sido hasta ahora sus destinos. De ciudades ni hablar. Han disfrutado más de 20 lugares fascinantes. Pero, cuenta Matyas, lo que más les importa son “las personas, las culturas, las problemáticas de cada una”. Aunque no esconden que su sitio favorito ha sido Machu Picchu, en Perú, el cual soñaban conocer desde pequeños.

Matyas y Manuela han tenido que sobreponerse a dos momentos muy duros. Al llegar a Perú se dieron cuenta de que, literalmente, no tenían dinero en los bolsillos, así que les tocó trabajar. “Fuimos meseros, hicimos postales con nuestras fotos y aprendimos a fabricar artesanías. Ella además hizo una pequeña reseña de Buenos Aires hasta Lima con nuestras anécdotas y la vendimos. De esa manera, de a poquitos, llegamos de Lima a Cartagena”, cuenta este joven de 32 años.

El otro ha sido en Colombia. De hecho, aún están en nuestro territorio, a la espera de que alguien o alguna compañía los ayude con dos tiquetes desde Cartagena a Ciudad de Panamá. Una naviera colombiana se comprometió con llevarles el carro hasta el país vecino, pero aún no han podido recolectar el dinero. Los boletos son muy costosos.

A pesar de estas dificultades, el viaje ha sido lo que imaginaron. Y si se preguntan por Yeyo, como le dicen al carro, todo ha salido bien. Sólo han tenido un problema con la suspensión, que arreglaron rápidamente. En cuanto a las rutinas cotidianas, como bañarse o lavar la ropa, hay días en los que han decidido prescindir de ellas. “Hay veces que no se puede”, asegura sin pudor. Esas taras mentales se desdibujan ante las dificultades reales a las que se pueden enfrentar. Aunque hay otras ocasiones en las que lo logran gracias a personas bondadosas que les permiten entrar a su hogar.

A Manuela la ha sorprendido la amabilidad generalizada que se siente en todo el continente. Por ejemplo, cuando llegaron a Medellín necesitaban ir hasta la terminal del Sur. Le pidieron ayuda a un joven, quien amablemente cruzó la ciudad en bicicleta para llevarlos hasta su destino.

No hay una fecha límite para llegar a Alaska. Trabajan y pasean, así que ponerse metas es un absurdo. Además, sólo piensan en el presente. Cada día trae su afán. Por ahora siguen el recorrido, muestran su paso por cada ciudad en su página de Facebook, RuedaMundo, y guardan sus memorias para un futuro libro. Aún faltan Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, México, Estados Unidos y Canadá.

Sin embargo, tienen claro que su vida, después de esta experiencia, dejará de ser estática como lo era un año atrás. Pero lo primordial es que le van a comprobar al mundo que “es mejor construir la felicidad propia, con ganas y paciencia, que trabajar para la de los demás”.

Por Laura Dulce Romero

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