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Para sumergirse en el Tayrona

Mediante distintas iniciativas, empresarios de la región quieren mostrar una cara diferente del turismo que es posible en uno de los destinos preferidos por turistas locales y extranjeros.

Santiago La Rotta / Santa Marta
12 de agosto de 2009 - 03:03 a. m.

Santa Marta, el primer impacto. El calor, aunque sin ser sofocante, sin convertirse en fuego que inunda los pulmones, lo envuelve todo. Un corto viaje desde la puerta del avión de Aires, cortesía de Tesoro Tours, nos deja en pleno centro histórico de la ciudad, un sitio lleno de balcones coloniales, calles estrechas y cables de luz que cruzan las hermosas fachadas de casi todos los edificios del sector; es inevitable comenzar a sentir el encanto de las ciudades de la costa en las que la mano del pasado aún se ve, como si el tiempo se hubiera detenido para siempre en estos lugares. Bueno, no para siempre: el pito de una moto, de un taxista afanado, de todos en general, adelanta el reloj de la historia hasta el día de hoy; la modernidad llegada en carro.

El inequívoco olor a sal delata la presencia del mar, tan sólo a unas cuadras de distancia, allá en la lejanía del horizonte, entre el sol poniente y las nubes. Fondeado en la bahía un barco de carga flota tranquilamente, como si acaso jamás quisiera levar las anclas. Y de nuevo llega el ruido. De fondo suena Carlos Vives (no podría ser nadie más) a todo volumen. Claro, son las Fiestas del Mar que este año suenan aún más duro pues el festejo está cumpliendo 50 años.

La tarde comienza a caer y es hora de salir de la ciudad rumbo a la finca donde nos alojaremos. Poco menos de media hora después la camioneta abandona la Troncal del Caribe para internarse por una pequeña carretera, un sendero estrecho que habrá de llevarnos hasta nuestro hotel en la mitad de la frondosa naturaleza de las inmediaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Seynekun es una de varias fincas del sector que han sido transformadas en cómodos alojamientos para el turista que llega a Santa Marta en busca de algo más que mar, brisa y playa. Como la unión hace la fuerza, los dueños de siete de estas fincas decidieron asociarse para aunar esfuerzos y ofrecerles a los viajeros una mirada diferente de uno de los parajes más deslumbrantes que tiene Colombia para el viajero local y extranjero. Asofintur (Asociación de Fincas Turísticas) nació formalmente hace tres años y hoy en día, a través de Ecodestinos (una de las ramas de Aviatur), ofrece un portafolio variado de servicios que van desde cabalgatas  por rutas que se pierden montaña adentro hasta caminatas para observar especies exóticas de plantas y aves.

Pero la diferencia que distingue a estas fincas no sólo está en sus servicios. En palabras de sus dueños, la intención es que el turista se sienta en un ambiente familiar, no en el hotel con 300 personas donde es un huésped más, sino en un lugar que le entregue una sensación de familiaridad, de íntima camaradería.

La noche transcurrió entre el suave arrullo del viento que pasaba por entre las hojas de los árboles y el eterno tronar y crujir de todas las criaturas que reptan y viven entre la espesa oscuridad de la naturaleza. El día siguiente se anunciaba prometedor con un viaje al mítico Parque Tayrona, uno de los sitios más bellos del país, que cuenta con vastas y hermosas playas, antiguos senderos que llevan a lugares como Ciudad Perdida (vestigios de lo que fue una ciudad de los tayrona) y algunas de las vistas más impactantes de toda la geografía nacional.

Lentamente, el sol se abrió paso por entre las nubes que tercamente insistían en aguar el clima. A las 10:00 a.m., media hora después de haber salido de Seynekun, ya estábamos en los terrenos del Parque que, para aquellos que viajábamos por primera vez hasta él, era una promesa lejana de diversión y parajes inigualables: el Parque cumplió. Un reconocimiento rápido del terreno permitió comprobar por qué la Sierra Nevada de Santa Marta es uno de los destinos preferidos tanto por los colombianos, como por los viajeros extranjeros.

Bajo la sombra de la montaña, donde se levantan como si hubieran brotado de la manigua, los Ecohabs administrados por Aviatur, se encuentra el mar, cálido, infinito, abundante. Las aguas, que no son del todo mansas, se estrellaban contra piedras enormes que, en palabras de Gabriel García Márquez, parecían huevos prehistóricos. El rugir de la amplia mar que estalla contra la roca sólida es algo que induce al viajero a un sueño letárgico y remoto donde la vida se reduce a eso, el horizonte azul, infinito, la luz brillante del sol del trópico y las cálidas aguas que van y vienen con su rumor bienhechor.

Santa Marta y sus alrededores, con la Sierra imponente a tan sólo unos minutos de distancia, es, y ha sido durante varios años ya, uno de los destinos predilectos para el turista, casi un sitio de peregrinación para aquellos que buscan unas vacaciones inolvidables.

Sin embargo, la apuesta de la gente de Asofintur busca posicionar a la región como un lugar que no sólo cuenta con arena y palmeras, sino como un sitio lleno de atractivos aún por descubrir, una zona rica en tesoros escondidos para aquellos que llegan buscando el descanso merecido, la conexión con la naturaleza o la aventura de recorrer la intrincada geografía de la Sierra y sus alrededores. Todo esto con la hospitalidad y la atención personalizada de aquellos que convirtieron sus fincas en el segundo hogar para todos los viajeros que se aventuran en las tierras inolvidables de la Sierra y sus alrededores.

Por Santiago La Rotta / Santa Marta

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