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Derechos humanos en las aulas: una práctica que transforma personas y comunidades

¿Cómo reducir la deserción escolar, la violencia intrafamiliar y el pandillismo? En el municipio del Espinal (Tolima), la Personería adelanta un programa piloto de formación lúdica y pedagógica en derechos humanos para alumnos de séptimo y once grado y sus familias. Amor por el estudio, respeto y confianza son semillas de esperanza en un entorno difícil.

Pacific Rubiales
08 de julio de 2013 - 02:03 p. m.

El Espinal es el segundo municipio del Tolima con una población cercana a los 80.000 habitantes. Comparte, como la mayoría de municipios en Colombia, una problemática social compleja en donde la desintegración familiar, la violencia intrafamiliar y la escasez de oportunidades, conducen a prácticas no deseables como la deserción escolar, el embarazo precoz, el matoneo, el pandillismo y otras conductas sociales reprochables como la violencia, el maltrato y la delincuencia.

Aunque el entorno es complejo, existen iniciativas valiosas que se le miden a atacar de frente la problemática. Una de ellas es “Jóvenes al Derecho”, un programa piloto liderada por la Personería Municipal que forma estudiantes y padres de familia en derechos humanos, bajo la perspectiva del derecho a la educación y del derecho a la vida como derechos fundamentales. El proyecto cobija a 2016 estudiantes de grado séptimo y décimo de todos los colegios públicos del municipio del Espinal y a sus acudientes.

Urbano y rural
De acuerdo con Xavier Pérez, sicólogo especializado en ludo pedagogía y operador del programa, “la connotación cambia entre lo rural y lo urbano. En la zona urbana son más graves las implicaciones del mal uso del tiempo libre, las cuales se reflejan en el pandillismo y la vagancia. De los estudiantes, un 70% proviene de familias desestructuradas o no funcionales. En el área rural también existen esas secuelas, porque el área rural es muy cerca de la urbana, pero lo más sintomático es la violencia intrafamiliar y la ausencia de pautas de crianza, que pueden alcanzar un 50% de la población escolar”. Por este motivo, el programa maneja cuatro talleres clave identificados por docentes y rectores de las instituciones beneficiarias: motivación escolar, violencia intrafamiliar, pautas de crianza, y principios y valores.

Educación como oportunidad
Un aspecto novedoso del programa es la metodología lúdica. Con talleres vivenciales, teatro y cine, los participantes alcanzan mayores niveles de involucramiento. Xavier Pérez señala que “buscamos que los alumnos puedan reforzar el derecho a la educación, no solo como ir a un colegio y sentarse, sino también en tener una buena actitud, aprovechar las orientaciones de los docentes y vivir en sana convivencia. Vinculamos a los padres de familia o acudientes para que entiendan su responsabilidad frente al derecho a la educación, y que entre ellos y sus hijos se inicie un proceso de convivencia socio-afectivo. Además, les dejamos unos links y orientaciones para saber cómo inscribirse en algunos programas técnicos y tecnológicos del Estado, para que ellos puedan participar. Si de 100 jóvenes que reciben esto, cinco o seis se postulan y tres pasan, el esfuerzo vale la pena”.

Confianza y esperanza
Aunque se trata de un programa corto, que contempla dos intervenciones por cada derecho, cuatro en el año escolar, los beneficios son importantes. De acuerdo con Germán Soez Durán, docente de la institución rural Dindalito Centro, beneficiaria del programa, “con todas las limitaciones de la educación pública en el país, nosotros recibimos con beneplácito este tipo de apoyos porque fortalece lo que uno hace en su quehacer pedagógico frente a los problemas de los estudiantes. Al trabajar aspectos como la atención, la visión de seguir amando la educación y mantenerse, que es una de las cosas más difíciles hoy en día en este ambiente, y mostrar al estudiante que perteneciendo a la zona rural tiene oportunidades, se cumple con grandes logros. Los talleres y el uso del teatro ayudan a descubrir talentos entre los mismos muchachos, que se dan cuenta que pueden ser buenos para otras cosas”., agrega Pérez.

En el mismo sentido, insiste, “en la parte rural los alumnos son muy inseguros y les cuesta más participar en un taller. Cuando, fruto de la motivación, se deciden a participar, entendemos que el mensaje llegó y que están dispuestos a participar en un proceso. Muy seguramente si ese alumno toma esa actitud, no solo para esa decisión sino para lo que haga de ahí en adelante, obviamente va a ser una persona menos desorientada. Ojalá también pudiéramos incorporar talleres de orientación vocacional, algo que nos pide la comunidad constantemente”.

La importancia de llegar a tiempo
Durante el desarrollo del programa ocurrió un hecho que recalca la importancia de intervenir en fase temprana: “El caso de la niña Camila es muy diciente sobre la importancia de adelantar este tipo de iniciativas. La conocimos en un taller, estaba embarazada y quería abortar. La Personería intervino, hablamos con ella para que mejorara y quedó de darnos su primera ecografía como muestra de vida. Al mes, cuando íbamos a realizar el proceso de sicología familiar, nos encontramos con el infortunio de que en una de las veredas fue violada y asesinada. Esto nos enseña que el derecho a la vida, uno de los pilares del programa, debe ser reforzado como derecho fundamental. Y eso ha servido como testimonio a los otros chicos donde vamos, porque al tocar el tema, ellos comprenden que cuando está pasando algo así sea leve en la comunidad, si no se le da buen manejo, se va convirtiendo en un problema grandísimo. La necesidad aquí, más que en derechos humanos como un tema transversal, es en problemáticas sociales“, sostiene Xavier Pérez.

El diálogo como fuente de distensión
Los talleres contemplan el cierre con un encuentro socio afectivo, entre los alumnos y sus acudientes. “En una sede, una profesora comentó que había una niña con una señora, que hacía más de 5 años que no se hablaban, y que la señora no era la mamá sino la abuelita. Y habían creado una ley en la casa: mi abuela no me habla, yo no le hablo a mi abuela. Y salieron abrazadas. Puede que no sea la transformación familiar total, pero el diálogo es un logro grandísimo. Ya veremos si se sostienen en sus decisiones o no, pero es un punto para entender que el programa impacta”, agrega Pérez.
Por lo pronto, el programa ha logrado intervenir a más de 1.800 estudiantes y más de 700 padres de familia o acudientes en el primer semestre del año. Para el segundo semestre el objetivo es aumentar la cobertura. De acuerdo con Diana Gómez Cortés, Personera Municipal, “los beneficiarios son jóvenes y padres de familia que viven en niveles económicos bajos, donde la violencia intrafamiliar no es un hecho ajeno a la cotidianidad, y donde el bullying o matoneo está presente en las instituciones educativas”. La iniciativa cuenta con el apoyo de Pacific Rubiales, dentro de su programa de responsabilidad social y fortalecimiento de los derechos humanos, y también cobija los colegios de ocho veredas del área de influencia del campo Abanico, operado por la petrolera.
 

Por Pacific Rubiales

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