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Dubái y sus hoteles de ciencia ficción

Los complejos hoteleros marcan el ritmo de una de las ciudades más impactantes del mundo.

Catalina Gómez Ángel / Dubái
28 de junio de 2010 - 10:49 p. m.

El Burj Khalifa, con sus 828 metros de vidrio y 160 pisos, se levanta en el infinito como si fuera una afilada manecilla que marca el pulso de esa megaciudad de ciencia ficción en que se ha convertido Dubái. Y la realidad es que lo hace. Alrededor de la torre más alta del mundo, el doble que el Empire State, se ha creado un universo de 20 billones de dólares compuesto por hoteles y centros comerciales que los locales han bautizado como el downtown, el nuevo centro neurálgico de una urbe donde las luces cambian de foco tan rápido como el tiempo que tardan en construir un proyecto.

Hasta hace poco playa Jumeirah era el sector de la ciudad que se robaba todas las miradas. Es ahí donde se ubican algunos de los hoteles más espectaculares como el Burj Al Arab, aquel en forma de vela metido en el mar cuyas paredes interiores están recubiertas con láminas de oro y que es promocionado como el único siete estrellas del mundo. Allí también se encuentra el ya veterano pero adorado Royal Mirage, un palacio marroquí convertido en un hotel encantador donde se reúne toda la sofisticación que se espera de ese soñado Oriente. El Mirage nada tiene que ver con el lujo extravagante del Burj Al Arab. Por el contrario, es uno de los pocos lugares de Dubái que hacen recordar que se está en el Golfo Pérsico, donde muchos beduinos todavía viven a la vieja usanza en el desierto, y no en una locación de la Guerra de las galaxias.

Asimismo se destaca el Dubái Marina con sus inmensas torres, como el hotel Grosvenor donde está el famoso Budda Bar de Dubái, y sus paseos comerciales que rodean a ese puerto donde anclan algunos de los yates más espectaculares del Emirato. El gigantesco hotel Atlantis, ubicado en la Palma, esa isla artificial en forma de palmera que se puede ver desde la Luna, también sobresale. Es como una pequeña ciudad en el mar y tan descomunal que su fachada color salmón en forma de arco triunfal puede verse desde buena parte de Dubái. Y aunque es un “lujo” para otro tipo de gustos, hace parte de la diversidad que ofrece esta ciudad que, al fin y al cabo, se ha construido alrededor de los hoteles. Y no sólo para atraer a esos miles de turistas que muevan la economía sino porque en la capital, donde más del 80 por ciento de la población es expatriada, la vida social transcurre en sus espacios debido a la restricción que existe para vender alcohol en el resto de la ciudad. La competencia por tener el mejor hotel es algo así como el combustible que hace que la ciudad se adelante décadas en el tiempo cada vez que se abre un nuevo proyecto hotelero.

La nueva era

Pero todas estas superedificaciones ya parecen ser insignificantes en el contexto de Dubái desde que en enero pasado se inauguró el Burj Khalifa. “Ahora todo el foco de la ciudad está dirigido al downtown, hay que reconocerlo”, cuenta con sinceridad Holger Schroth, el gerente general del Kempinski Emirates Hall, uno de los hoteles más atractivos de Dubái y que se hizo famoso en el mundo entero por haber creado la pista de esquí indoors más grande de Oriente Medio. Algunas de las habitaciones de este hotel, construidas como si fueran chalets suizos, son las preferidas de cientos de turistas de la península arábiga que quieren pasar unos días con la sensación de estar en una estación invernal.

Y es que el Burj Khalifa está llamado a ser el eje del lujo en Dubái por muchas razones. Para empezar, es el sector de la ciudad que atrae a aquellos viajeros más sofisticados, que no les interesa la playa y que reclaman un lujo menos estrafalario que el de otros lugares. A esto se suma que es el lugar perfecto para todos aquellos que adoran las compras. La clave para lograr esta combinación exitosa fue construir en el mismo enclave cuatro hoteles de gran gusto en el que se mezclan diferentes estilos y el Dubai Mall, el centro comercial más grande de la región.

Los constructores del Burj Khalifa no se conformaron con que fuera el edificio más alto del planeta. En su interior abrieron el Armani Dubái, considerado el hotel más sofisticado de la ciudad. El diseño minimalista e intimista que le impuso directamente el diseñador italiano se complementa con seis restaurantes que ofrecen algunas de las mejores cocinas de Dubái donde cada día se abre un gran restaurante, uno de los más llamativos clubes nocturnos y un spa insuperable del que se ha dicho que no tiene comparación. El Armani, cuyo precio por noche arranca en 700 dólares y sólo se puede visitar si se ha hecho una reserva anticipada en uno de sus restaurantes o bares, ocupa sólo algunas de las plantas de esta torre de aluminio y vidrio que se va estrechando en la medida que se eleva hasta quedar convertido en un gran alfiler desde donde se puede apreciar la ciudad por completo. Es en el piso 124 donde está ubicado el mirador, el más alto del mundo.

Como el Armani, otros de los dos hoteles que rodean el downtown no dejan de ser igual de seductores e impactantes. El Address Downtown, opuesto al Burj Khalifa, es una torre que aunque es bastante alta parece el Sancho Panza de la pareja. Lo atractivo del Address es que más allá de su decoración, bastante sobria y cosmopolita, la piscina, el chill out y algunos de sus restaurantes tienen una vista espectacular hacia el Burj Khalifa.

Pero el panorama no se limita a la enorme torre. Desde estas terrazas también se contempla una escultura en forma de caballo de Fernando Botero, que es uno de los símbolos del complejo, y un pequeño pueblo típico del golfo con edificaciones bajitas y torres del viento que enmarca uno de los costados del lago. Este pequeño pueblo del desierto color crema, y que parece un oasis entre tanto edificio de vidrio, es el lugar donde está enclavado el hotel The Palace Old Town, uno de los más encantadores de la ciudad debido a que también conserva esa sofisticación oriental que tanto ha fascinado a Occidente desde hace siglos.

Su piscina rodeada de palmeras ubicada al frente del Burj Khalifa crea una confusión de tiempos sin precedentes: es como estar en Las mil y una noches y La guerra de las galaxias al mismo tiempo. Pero esa es Dubái, una ciudad que parece haber sido hecha para hacer realidad los sueños más futuristas.

Por Catalina Gómez Ángel / Dubái

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