Impacto mujer
Dejando huella

Parteras campesinas de Sumapaz no quieren quedar en el olvido


A propósito del Día de la Partería en Colombia, que se conmemora este 5 de mayo, El Espectador viajó hasta la localidad de Sumapaz a conocer cómo las parteras campesinas buscan combatir el olvido y preservar sus saberes. Esta práctica ancestral de campesinas, indígenas y afrocolombianas es un aporte a la salud rural.

Silvia Corredor Rodríguez
04 de mayo de 2024 - 02:00 p. m.
Cada 5 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Partería, labor que ha permitido preservar la vida. / Óscar Pérez
Cada 5 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Partería, labor que ha permitido preservar la vida. / Óscar Pérez
Foto: Óscar Pérez

Marcela Macana tiene cinco meses de embarazo, es de estatura media y con una gran sonrisa nos recibió en su casa en la vereda La Unión de la localidad de Sumapaz (Bogotá), junto a Cecilia Serna y Martha Carvajal, parteras de la zona. Luego de una larga charla acompañada del calor de un tinto bien caliente por el frío del páramo, Marcela pasó a su cuarto para que las parteras pudieran “arreglarla”. Este término alude a masajes con aceite en el vientre y la espalda que realizan las parteras, para revisar dónde y cómo se encuentra el bebé, y aliviar los dolores de la madre.

En esta ocasión, Martha asiste a Cecilia, quien será la encargada de “arreglar” a Marcela. Como una doctora que se prepara para revisar a su paciente, Cecilia, de 78 años, se lava las manos con agua y jabón y luego se aplica aceite de almendras. Con un movimiento casi ritual, frota sus manos llenas de aceite con delicadeza e inicia la revisión del futuro hijo o hija de Marcela, pues aún no saben el sexo del bebé. “Es una niña”, dijo Cecilia tan pronto la vio, pues, según explicaba, el vientre de la madre se extiende hacia los lados; situación contraria a cuando se espera un niño, pues el vientre se alarga hacia el frente.

Con movimientos suaves, de forma ascendente y descendente, Cecilia inició su cita mientras conversa con Marcela sobre cómo se ha sentido y ha llevado estas 20 semanas de embarazo. “Mija, está muy fría y tiene mucho aire. Consigan plantas de brevo e hinojo para que prepare aguas y se las tome, eso le ayudará”, aconsejó Cecilia. A pocos centímetros, en la puerta de la habitación, el esposo de Marcela anotaba atentamente en su celular el nombre de las plantas que debía conseguir para preparar las aromáticas recomendadas.

Luego Marcela giró hacia un costado para que revisaran su espalda, pues comentó que había tenido fuertes dolores. Con esfuerzo y cariño, Cecilia realizó movimientos fuertes en la parte baja de la espalda de Marcela, quien respondía con queja por el dolor y, a la vez, el alivio que le generaba. Martha estuvo atenta a entregarle más aceite a Cecilia y amenizar la conversación, haciendo chistes y consultas sobre el día a día del embarazo que Marcela llama “milagro”. Tres años antes, Marcela y su esposo tuvieron una pérdida, y a raíz de esa situación, su condición de salud empeoró, así que su embarazo es una situación de alto riesgo.

“Todo va sobre ruedas y la gracia de Dios es muy grande. Hay cosas importantes, un propósito. La pérdida de mi bebé fue por negligencia de los médicos y mi bebé dio su vida por dármela a mí, para poder tener este bebé que estoy esperando”, resaltó Macana.

Arropada y en la posición más cómoda que encontró, Marcela terminó su cita con abrazos, oraciones, risas y la petición de una segunda sesión. Sin embargo, llegar hasta allí no fue sencillo. Desde Soacha, donde reside Cecilia, hay más de 100 kilómetros hasta la vereda La Unión; es decir, un trayecto de más de tres horas en carro que está en un 40 % pavimentada y el acceso se dificulta más en época de lluvias. En el caso de Martha, que vive en una vereda cercana, llegar tampoco fue sencillo, pues tuvo que tomar una moto por más de una hora para llegar a una vía principal, donde pudimos recogerla para continuar el trayecto por una hora adicional.

“Ser partera fue lo más lindo que Dios me dio, es algo de corazón y compañerismo, de compartir y acompañar un dolor tan grande como es tener un hijo. Queremos que esto no se pierda, porque somos generadoras de vida”, señaló Martha Carvajal.

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Combatir el olvido y apostarle a la preservación de estos saberes hace parte de las acciones que el Gobierno nacional, organizaciones de parteras afrocolombianas, indígenas y campesinas están realizando desde hace casi cinco meses. Esto luego de que la Unesco declarara los conocimientos, habilidades y prácticas de la partería Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Partería campesina: toda una vida de entrega y retos

Lluvia, brisa, trocha y largas distancias rodeadas de altas montañas llenas de frailejones, acompañadas del sonido del viento, hacen parte del paisaje y las condiciones que se viven para llegar a veredas como La Unión, en Sumapaz, al sur de Bogotá. El mal estado de las vías y las largas distancias han sido las principales dificultades que han vivido mujeres como Cecilia y Martha, que hacen parte del grupo de 40 parteras de Sumapaz.

“A caballo, a pie, sudadas, emparamadas, como sea, pero llegábamos a la casa de la señora que iba a tener bebé para acompañarla, porque no había quien cortara el ombligo ni la ayudara a surgir esa nueva vida”, explicó Martha, quien ha caminado más de cinco horas para atender a una vecina.

Los más de 3.000 habitantes de esta localidad deben recorrer una hora o más para llegar a un puesto de salud. Para una mujer embarazada, la movilidad es mucho más complicada y más si está en una etapa avanzada. Esta situación no es exclusiva de Sumapaz, sino de la mayoría de las zonas rurales de Colombia, donde el mal estado de las vías y las largas distancias dificultan el acceso rápido a servicios de urgencias de salud.

A pesar de los trayectos, esto no ha sido un impedimento para que Cecilia Serna cree lazos muy fuertes con su comunidad y recorra los kilómetros necesarios para ayudar a una mujer durante su embarazo, el parto y hasta con la crianza de los hijos. Con voz suave, pero contundente, Cecilia cuenta que ha recibido más de 25 niños, más los siete hijos que tuvo, siendo ella su propia partera. Mientras recorríamos los más de 100 kilómetros que hay de su casa en Soacha a la vereda La Unión, señalaba tras la ventana varios lugares del páramo donde dio a luz, acompañada de frailejones y animales de páramo.

Con algo de tristeza, también nos contó cómo ha visto que las mujeres embarazadas reciben palabras o tratos violentos por acudir a parteras, o inducir a las mujeres a tener cesáreas y no partos naturales. Según relató, el cuidado de amor y calidez de las parteras ayuda a que las mujeres estén más relajadas en los momentos previos al parto y no experimenten más dolores, como los de una cesárea.

Martha también recuerda las malas palabras y el desprestigio que han vivido al ser parteras, que lleva a que no se dé un reconocimiento de sus saberes y prácticas. “Nosotras como parteras siempre hemos estado ‘debajo de la cama’ porque no tuvimos estudio ni un cartón que nos respalde en caso de que llegue a pasar alguna cosa. Hay médicos que les dicen a las mujeres: ‘¿Para qué acudió a esas parteras?, ¿quiere matar al niño?’”, exclamó.

En contexto: La partería fue declarada como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad

Esta falta de reconocimiento también ha sido hacia los hombres campesinos, quienes se convirtieron en parteros al recibir a sus hijos, pues no lograban llevar a sus esposas a los centros de salud por las dificultades de movilidad. Además, también de sus padres aprendían sobre el uso de las plantas para medicinas tradicionales.

Durante la conversación con Cecilia y Martha, en medio del frío abrasador del páramo, manifestaron que los cambios en la sociedad, al no querer tener hijos humanos, sino mascotas, también ha dificultado su labor de parteras y la transmisión de estos conocimientos con sus generaciones. Al igual que la constante migración del campo a la ciudad, que genera nuevas prácticas de habitar el campo, sobre todo por población adulta mayor.

Reconocer a las parteras como generadoras de vida

Tras el reconocimiento de las prácticas y el conocimiento de la partería por la Unesco, y el intercambio de saberes y experiencias entre ellas, las parteras del Sumapaz tienen un sueño: que su trabajo sea reconocido.

Aunque es una labor que nunca ha sido remunerada económicamente, porque ha partido de un acto de servicio y apoyo a la comunidad, sí esperan que estas declaraciones internacionales lleven a cambiar el discurso sobre la partería y sus aportes. “Yo tengo 78 años y ya no puedo tener un trabajo, espero tener un reconocimiento que nos beneficie y nos haga sentir que tenemos valor como parteras. Muchas mujeres murieron sin tener un reconocimiento ni nada por su labor”, afirmó Cecilia Serna.

Las parteras apelan a que la formación y certificación de sus saberes podrán darles un respaldo mayor a su labor y valor ante el sistema de salud. “A nosotras nos gustaría que a las parteras les enseñen y estudien para que trabajen junto a los médicos, porque nosotras tenemos más afecto con los pacientes y podríamos trabajar colectivamente”, resaltaron. Además, de esta forma, se minimizaría el temor de aprender y replicar estas prácticas, por señalamientos o criminalización.

Todas estas acciones se podrían integrar al proyecto “Fortalecimiento y reconocimiento de la partería tradicional étnica del Pacífico, una labor para vida y la paz total” de la Agencia de Renovación del Territorio (ART) en alianza con la Vicepresidencia y el Ministerio de Cultura. Aunque este proyecto prioriza la región Pacífico, busca impulsar acciones que impacten a todo el territorio nacional en salud rural.

“La partería es una práctica de paz y vida. En medio de una reforma a la salud en la que se está hablando de atención primaria, son las parteras la primera línea para llegar a esa atención en la ruralidad y con unas apuestas en temas de género”, explicó Marcela Martínez, subdirectora de programación y coordinación de la ART. Mientras se materializan las acciones para preservar estos saberes, Martha seguirá haciendo maromas para llegar hasta la vereda La Unión y acompañar a Marcela. Desde Soacha, Cecilia continuará compartiendo sus saberes con compañeras, amigas y quienes estén interesados en esta práctica. Ojalá la vida no siga pasando sin que las parteras campesinas sean reconocidas y puedan cumplir sus sueños.

Los caminos de la partería indígena

Como saber ancestral, la partería indígena es reconocida por el Sistema Indígena de Salud Propia Intercultural del Ministerio de Salud. Así lo explicó Ramiro Romero, partero y médico tradicional del pueblo muisca, quien afirmó que sus saberes hacen parte del Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas. La vigésima tercera edición de este foro fue en Nueva York, el 17 de abril, donde participaron tres delegados de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC): Romero, quien también es coordinador de partería; Olga Bolaños, consejera de salud propia y occidental, y Sara Barbosa, partera intercultural y asesora de la Fundación Mujeres Bachué.

“Visibilizamos que la partería indígena no fuera un tema emergente dentro del foro, sino urgente en la línea de salud”, señala Romero, quien agregó que se creará una alianza de parteras tradicionales indígenas de las Américas junto a 12 delegadas de países de la región.

Este lunes 6 de mayo, la ONIC se reunirá en Bogotá con parteras para avanzar en la creación de la Federación Nacional de Parteras.

 

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