Después de 16 años de lucha armada, el 8 de marzo de 1990 el M-19 decidió abandonar sus fusiles y dar un paso hacia la paz. Memorias de una transición histórica de quienes hicieron la guerra y asumieron el momento preciso para salir de ella.
A las 11:50 de la mañana del domingo 29 de mayo de 1988, cuando un comando del M-19 secuestró al dirigente conservador y director del periódico El Siglo, Álvaro Gómez Hurtado, empezó a gestarse el proceso de paz que condujo a esta organización guerrillera a declinar sus armas. Aunque la operación se hizo inicialmente en respuesta a la desaparición de algunos militantes del M-19, con el paso de los días se transformó en una plataforma política para que los diálogos de paz se hicieran irreversibles.
Cuando todavía era un misterio saber quién tenía secuestrado al dirigente político, un grupo que se autodenominó “Colombianos por la Salvación Nacional” anunció que lo tenía en su poder y que iba a liberarlo sin contraprestación política o económica. Su propósito, según manifestó a través de un comunicado público, era que por intermedio de ese cautiverio la sociedad se reconciliara con las familias de los desaparecidos y se manifestara contra el estado de sitio, las masacres o las detenciones arbitrarias.
Por las particularidades de la declaración, los organismos de inteligencia concluyeron que se trataba del M-19. Pero antes de que se gestara un proceso de confrontación, el M-19 hizo público un documento de 11 puntos para ventilar una propuesta política: la firma de un acuerdo de cese al fuego por 60 días entre el gobierno y la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, y la realización de una cumbre por la salvación nacional en la sede de la Nunciatura Apostólica, hasta encontrar una salida a la guerra.
A las 5:00 p.m. del miércoles 17 de enero de 1974 un comando del M-19 irrumpió en la Quinta de Bolívar y sustrajo la espada y los espolines del Libertador que se encontraban resguardados en una urna ubicada en la habitación de Manuelita Sáenz. El grupo, liderado por Álvaro Fayad, pintó consignas en las paredes en las que el movimiento reivindicaba su acción y dejó un documento titulado “Bolívar, tu espada vuelve a la lucha”. La sigla M-19, que días atrás había aparecido por primera vez en varios avisos publicitarios publicados en diarios de circulación nacional, también fue plasmada.
En una entrevista concedida varios años después, Luis Otero, uno de los artífices del robo, aseguró que la idea de tomar la espada había sido una réplica de lo que años atrás había hecho el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros en Uruguay, cuando robaron la bandera de su libertador José Gervasio Artigas, como símbolo de su lucha.
En la madrugada del lunes 19 de abril, en la glorieta ubicada en la avenida 63 con transversal 48, cerca al parque El Salitre de Bogotá, fue hallado el cuerpo de José Raquel Mercado, presidente de la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC). Mercado había sido secuestrado un mes antes, el 15 de febrero, en la calle 63 con carrera 15 de Bogotá por el M-19 que se adjudicó el hecho argumentando que el dirigente sindical estaba acusado de corrupción y traición a la patria. Posteriormente, el movimiento publicó otra misiva en la que anunciaba que José Raquel Mercado había sido condenado a muerte.
En una entrevista concedida tiempo después por Jaime Bateman a Patricia Lara, el líder del M-19 señaló que se trató de una decisión basada en el veredicto del pueblo: “La gente escribió en las calles sí; escribió no; la CTC hizo una gran campaña de carteles para que no lo fusiláramos; los sindicatos discutieron el asunto; algunos miembros de la CTC dijeron incluso, públicamente, que a Mercado había que ajusticiarlo... Él estaba entregado totalmente al imperialismo. En el interrogatorio que le hicimos reconoció que trabajaba para los norteamericanos, que recibía de ellos cuantiosos cheques”.
Un comando de guerrilleros del M-19 asaltó las instalaciones del Cantón Norte en Bogotá, y robó el depósito de armas del Ejército en una operación que ellos mismos denominaron ‘Ballena azul’. Casi 5.000 armas fueron extraídas en una maniobra que comenzó a gestarse meses atrás. Los guerrilleros alquilaron una casa ubicada a pocos metros del Cantón y cavaron por más de dos meses un túnel que llegó hasta el centro del depósito. Desde la mañana del 31 de diciembre los hombres se dieron a la tarea de desocupar el lugar, en una labor que culminó el 1 de enero de 1979. Un día después el hecho fue de conocimiento público.
Las autoridades desplegaron inmensos operativos en busca del armamento robado, y solo hasta el 15 de enero las pesquisas dieron resultado cuando allanaron una casa ubicada en el barrio Prado Norte de Bogotá en donde encontraron buena parte de las armas.
Dieciséis hombres de la columna Jorge Marcos Zambrano, comandada por Rosemberg Pabón, se tomaron la sede de la embajada de República Dominicana – ubicada en la carrera 30 con calle 47 en Bogotá-, que ese 27 de febrero, a medio día, conmemoraba el 136 aniversario de la independencia. Durante casi cuatro horas los guerrilleros se enfrentaron a tiros con los guardaespaldas de los diplomáticos y varios soldados que se encontraban en la zona. Finalmente el comando ingresó al lugar en donde permanecían 57 rehenes. La toma se prolongó por 61 días en los que se desarrolló un extenso proceso de conversaciones (cerca de 24 reuniones) entre guerrilleros y representantes del gobierno nacional. Carmenza Cardona Londoño, conocida como la Chiqui, fue la designada por el grupo guerrillero para adelantar las negociaciones.
La toma, también denominada como Operación Libertad y Democracia, concluyó el 27 de abril de 1980 cuando las partes acordaron que tanto rehenes como guerrilleros saldrían juntos del lugar escoltados hacia un avión rumbo a Cuba, en donde los diplomáticos serían puestos en libertad y los guerrilleros recibirían asilo. Tiempo después se conocería que el gobierno pagó 1 millón de dólares a la guerrilla como rescate.
Un comando de siete miembros del M-19 se presentó en la Comisión Primera del Senado, donde se discutía el proyecto de ley de amnistía presentado por el gobierno, y anunció su instalación como grupo político. El grupo estaba compuesto por Carlos Emiro Mora, Jaime
Navarro, Augusto Lara, Alfonso Jacquin, Rodrigo Pérez y Andrés Almarales. El presentador Fernando González Pacheco fue el encargado de presentar la comisión ante congresistas y periodistas que colmaban el recinto.
“El Comando Político del Movimiento 19 de Abril surge para satisfacer la necesidad de participar hora por hora y hombro a hombro con todos los hermanos colombianos en el propósito de la salvación y unidad patrias, aún con el riesgo y el peligro inminente que se cierne sobre nuestras vidas…”, señaló Andrés Almarales, miembro de la Dirección Nacional del movimiento, al leer ante los senadores la denominada Carta a la Patria.
El ministro de Gobierno Rodrigo Escobar Navia y un comando del M-19 se reunieron para discutir las condiciones dentro de las cuales el grupo guerrillero se convertiría en partido político y para exponer las propuestas de reforma al proyecto de ley de amnistía. Del comando político, presidido por Andrés Almarales, hacían parte Alfonso Jacquin, Augusto Lara, Carlos Emiro Mora, Rodrigo Pérez y Gloria Pizarro.
Los guerrilleros pedían, entre otras cosas, mayor precisión en el artículo correspondiente a los delitos políticos, pues consideraban que "tal como está podría llevar a equívocos peligrosos que es mejor prevenir para que no quede ningún tipo de liberalidad en la interpretación que tengan que hacer los jueces encargados de ejecutar los mecanismos por medio de los cuales concede el beneficio de la amnistía".
Varios integrantes de la columna Antonio Nariño del M-19 que estaban condenados o en proceso de juicio por delitos de rebelión, fueron excarcelados a raíz de la ley de amnistía (Ley 35 de 1982), sancionada por el presidente el 19 de noviembre. Carlos Toledo Plata, Rosemberg Pabón, Carlos Pizarro, Israel Santamaría, Afranio Parra, Luis Otero y Álvaro Fayad, fueron algunos de ellos. A su salida, los líderes guerrilleros, acompañados de familiares y seguidores, se concentraron en la Plaza de Bolívar.
“Para la extinción de la pena de los condenados en sentencia ejecutoriada, las autoridades en cuyo poder se encuentren los expedientes procederán a enviarlos al respectivo Tribunal Superior, el cual la decretará mediante auto interlocutorio y ordenará poner en libertad inmediata al beneficiado”, rezaba el artículo 4° de la ley al señalar que la amnistía cobijaba a quienes hubiesen sido “autores, cómplices o encubridores de hechos constitutivos de delitos políticos (rebelión, sedición o asonada) cometidos antes de la vigencia de la presente Ley”.
La avioneta Piper PA 28, con matrícula colombiana HK 2139P, que había partido en horas de la mañana de Santa Marta con destino al aeropuerto civil de Paitilla, en Panamá, se accidentó sin dejar rastro. En la aeronave, que era piloteada por el exparlamentario conservador Antonio Escobar Bravo, viajaba el comandante guerrillero Jaime Bateman Cayón en compañía de otros integrantes del M-19: Nelly Vivas Rebolledo y José Conrado Marín.
La búsqueda de la avioneta y sus ocupantes fue exhaustiva y durante meses autoridades de ambos países y miembros del M-19 revisaron por aire y tierra gran parte del Tapón del Darién. Sin obtener resultados, 80 días después de ocurrido el siniestro Álvaro Fayad confirmó en una rueda de prensa la muerte de Jaime Bateman y anunció la designación de Iván Marino Ospina como nuevo comandante del M-19. La aeronave fue encontrada nueve meses después del accidente, en enero de 1984, cerca de Ticantiqui, en la serranía de San Blas, al noroeste de Panamá. El 20 de febrero los restos de los cuatro ocupantes, ya identificados, fueron entregados a sus familiares. Bateman fue enterrado en el cementerio San Miguel de Santa Marta cuatro días después.
Comandantes del M-19 y delegados de la Comisión de Paz Diálogo y Verificación del gobierno de Belisario Betancur firmaron en Corinto, Cauca, un acuerdo en el que las partes se comprometían a un cese bilateral del fuego inmediato y a la búsqueda conjunta de una salida política al conflicto.
En el acuerdo, también firmado por el EPL en Hobo (Huila), las guerrillas se comprometían a detener los secuestros mientras el gobierno daba su palabra de investigar las denuncias sobre desaparecidos y acciones de grupos paramilitares. En representación del gobierno frimaron Beranrdo Ramírez, Horacio Serpa y Enrique Santos y del M-19 Iván Marino Ospina, Álvaro Fayad, Carlos Pizarro, Antonio Navarro, Gustavo Arias, Luis Otero, Otty Patiño, Vera Grabe, Germán Rojas y Marcos Chalita.
Las imágenes muestran un encuentro de guerrilleros y Ejército realizado en Toribío Cauca, el 6 de agosto de 1984, durante una reunión con la Comisión de Paz. Fotos del Noticiero 24 horas.
Tropas del Ejército, en maniobra conjunta con la Policía y el DAS, realizaron un operativo en Cali contra Iván Marino Ospina quien se encontraban en una casa del barrio Los Cristales, al suroeste de la ciudad. La vivienda fue rodeada en horas de la madrugada y después de un fuerte combate entre las autoridades y el comandante guerrillero, quien se encontraba con un guardaespaldas, Iván Marino Ospina fue abatido. Su hijo Gerardo, menor de edad, resultó herido durante el operativo.
La muerte del líder guerrillero se dio dos meses después de que el M-19 declarara rotos los pactos firmados en Corinto argumentando hostigamiento por parte del Ejército. “No renunciamos a dialogar, y si el gobierno quiere volver a hacerlo, sabe en dónde buscarnos. Pero ya no queremos hablar sobre tregua ni sobre diálogo. Ahora aceptamos negociar sobre un proyecto político que tiene por eje, naturalmente un nuevo gabinete como el que hemos propuesto nosotros, un gabinete para la paz", aseguro entonces a la revista Semana Gerardo Ardila, uno de los integrantes del M-19.
A las 11:30 de la mañana un comando guerrillero de la compañía Iván Marino Ospina del M-19 se tomó el Palacio de Justicia de Bogotá, en lo que denominaron la Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre. Tres camiones entraron por la puerta del sótano del Palacio de Justicia con 28 guerrilleros a bordo mientras que un segundo grupo de hombres, que habían ingresado horas antes vestidos de civil, se tomó el primer piso. “Estamos aquí como expresión de patria y de mayorías para convocar a un juicio público contra el gobierno del presidente Belisario Betancur. Lo acusamos de traición a la voluntad nacional de forjar la paz por el camino de la participación ciudadana y la negociación…”, señalaba el comunicado emitido por el M-19 y firmado por Luis Otero Cifuentes, Andrés Almarales, Alfonso Jacquin, Ariel Sánchez, Guillermo Elvecio y José Domingo Gómez.
La reacción de la Policía y el Ejército no se hizo esperar y de inmediato cercaron el lugar con tropas y tanques para repeler el ataque. La operación de retoma se prolongó por 27 horas y culminó cuando las autoridades ingresaron al Palacio a las 2:20 p.m. del jueves 7 de noviembre. El fatídico hecho dejó un saldo de más de 100 personas muertas - entre ellas 11 magistrados- y 12 más desaparecidas.
Durante un operativo adelantado por agentes del Grupo de Operaciones Especiales de la Policía en un apartamento del barrio Quinta Paredes de Bogotá, murió el entonces comandante general del M-19, Álvaro Fayad Delgado. En el hecho también murió María Cristina Martá -simpatizante del movimiento y esposa del compositor y cantante Raúl Rosero- quien estaba embarazada.
De acuerdo con el general Gustavo González Puerto, entonces comandante de la Policía de Bogotá, declaró posteriormente que la ubicación de Fayad fue entregada por teléfono. Los agentes, usando trajes de trabajadores de una empresa de energía, acordonaron el lugar y cerca de las 6:00 p.m. cortaron la luz en el sector e ingresaron al edificio. Tras la muerte de Fayad, Carlos Pizarro, quien entonces se desempeñaba como segundo comandante, asumió la jefatura del movimiento.
A las 11:50 de la mañana del domingo 29 de mayo, en momentos en que salía de la iglesia de la Inmaculada Concepción, el dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado fue secuestrado por la escuadra Jaime Bermeo del M-19. En el hecho murió Juan de Dios Hidalgo, uno de los escoltas del líder político.
Al atribuirse el hecho la organización pidió al gobierno iniciar un diálogo nacional y que se pronunciara en contra de la desaparición forzada. Luego de algunos contactos entre delegados del gobierno y del M-19 (uno en Ciudad de México y otro en Ciudad de Panamá) y varias negociaciones en las que monseñor Darío Castrillón ofició como mediador, el 14 de julio se realizó una cumbre en la Nunciatura Apostólica de Panamá en la que los comisionados de ambas partes llegaron a un acuerdo final para la liberación de Gómez Hurtado. El dirigente conservador fue liberado seis días después en el restaurante Mister Rib’s, a dos cuadras de su residencia.
En el municipio de Santo Domingo, ubicado en Toribío (Cauca), delegados del Gobierno y el M-19 firmaron un primer acuerdo con miras a la desmovilización definitiva del grupo guerrillero. En el documento, denominado Declaración del Cauca, se estableció la creación de una zona neutral (Santo Domingo) en la que el M-19 establecería su comandancia sin que las autoridades pudieran detener a los líderes del movimiento.
Asimismo, se determinó la instalación de la Mesa de Trabajo por la Paz y la Reconciliación Nacional (cuya sesión inaugural fue el 3 de abril en el Palacio de Nariño) como un instrumento de participación y un escenario de diálogo. Además se acordó designar 13 voceros de la comandancia general que no tenían impedimentos legales para que representaran al movimiento en los diálogos políticos.
En el campamento ubicado en el municipio de Santo Domingo (Cauca) -también denominado Ciudadela de Paz- y después de 16 años de lucha armada, el M-19 hizo entrega de sus armas a una comisión técnica de la Internacional Socialista (integrada por militares venezolanos, suizos, ingleses y un finlandés), como último paso para la firma del acuerdo de paz definitivo con el gobierno.
“Podemos decir con satisfacción que nuestras armas nunca fueron intimidantes. Que nuestras armas –de alguna manera- siempre fueron armas acogidas con respeto y con cariño por las mayorías de este país. Pero ha llegado el tiempo de dejarlas. Ha llegado el tiempo de comenzar un camino distinto. Ha llegado el tiempo de convertirnos todos en verdaderos conductores de esta nación” aseguró Carlos Pizarro, comandante general del M-19, minutos antes de entregar su pistola.
El M-19, en cabeza de su máximo comandante Carlos Pizarro Leongómez, firma el acuerdo definitivo de paz con el gobierno de Virgilio Barco. El documento fue firmado además por Rafael Pardo Rueda, Consejero Presidencial; Julio Cèsar Turbay Ayala, expresidente de la República y director Nacional del Partido Liberal; Antonio Navarro, Comandante del M-19; Monseñor Álvaro Fandiño, en representación de la Iglesia Católica (como "Tutora Moral y Espiritual del Proceso"); y por Luis Ayala, delegado de la Internacional Socialista, como testigo.
“Gobierno Nacional, Partidos Políticos y M-19 están conscientes de la trascendencia que para el país tiene la celebración de este acuerdo. Despeja un camino de reconciliación. Afianza unas condiciones para continuar avanzando en el empeño de la pacificación. Ofrece unos procedimientos e instrumentos para implementar soluciones políticas. Muestra, en fin, cómo mediante una voluntad cierta de paz de las partes involucradas, traducida en hechos concretos, se pueden lograr resultados en procura de la convivencia pacífica”, señalaba el acuerdo.
Hacia las diez de la mañana del jueves 26 de abril de 1990, ocho minutos después de haber decolado del aeropuerto Eldorado de Bogotá el avión HK1400 de Avianca con destino a Barranquilla, un sicario le descargó una ráfaga de ametralladora al entonces candidato presidencial Carlos Pizarro Leongómez, quien se movilizaba en la aeronave. El sicario, identificado como Gerardo Gutiérrez Uribe, fue dado de baja por uno de los escoltas de Pizarro.
El capitán del avión pidió a la torre de control que se le permitiera regresar a Eldorado y minutos después aterrizó en una de sus pistas en donde una ambulancia de la Caja Nacional de Previsión esperaba para trasladar al excomandante guerrillero a la sala de urgencia de Cajanal. Una hora después, y luego de ser intervenido quirúrgicamente, Carlos Pizarro murió.
Once años después la Fiscalía acusó del crimen político a los jefes paramilitares Fidel y Carlos Castaño. Para la época Carlos Castaño, en su confesión al periodista Mauricio Aranguren, ya había admitido que él mismo se había encargado de entrenar al sicario que perpetró el asesinato.
En una ceremonia realizada en la Quinta de Bolívar, el excomandante del M-19 Antonio Navarro Wolff, devolvió la espada de Bolívar que había sido hurtada 17 años atrás. Al acto asistieron el entonces presidente de la República, César Gaviria, su esposa Ana Milena Muñoz; el Consejero para la Seguridad Nacional, Rafael Pardo, y algunos exmilitantes del M-19 como Otty Patiño, Marcos Chalita, Germàn Rojas, Libardo Parra, María Antonia Velasco y Vera Grabe.
Laura de Pizarro, excompañera sentimental de Carlos Pizarro, fue la encargada de entregar la espada, de forma simbólica, a los hijos de Álvaro Fayad, Iván Marino Ospina y Jaime Bateman. Después de recibida, el gobierno guardó la espada en un depósito del Banco de la República..
El 9 de diciembre de 1990, con un abstencionismo del 15%, los colombianos acudieron a las urnas para elegir a los integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente convocada para redactar una nueva Constitución Política. El Partido Alianza Democrática M-19 obtuvo 19 curules (la votación más alta) que le permitió a Antonio Navarro ser elegido como copresidente de la Asamblea, junto a Álvaro Gómez Hurtado y Horacio Serpa. La nueva Carta, que reemplazó a la de 1886, fue promulgada el 4 de julio del mismo año, luego de cinco meses de deliberación.
En las elecciones de 1991, luego de que se disolviera la Asamblea Nacional Constituyente, el M-19 obtuvo 9 senadores y 12 representantes a la Cámara.
Cuando el M-19 robó la Espada de Simón Bolívar en 1974, Antonio Navarro Wolff decidió entrar a sus filas. Hoy siendo Senador de la República habla de sus tiempos de guerrillero, del proceso de paz que firmaron el 9 de marzo de 1990 con el gobierno Barco y de cómo fue la decisión de dejar para siempre las armas.
Por: Catalina González Navarro
“Yo era estudiante de Ingeniería de la Universidad del Valle desde 1971. Fui presidente del Consejo estudiantil de la facultad y para esa época se hablaba de fraude electoral en 1970 en las elecciones que perdió Rojas Pinilla. Nos dimos cuenta que no se iba a respetar una victoria electoral a nadie distinto del que estaba gobernando y se empezó a hablar de alzamiento armado”. Así recuerda Antonio Navarro Wolff sus primeros acercamientos con el M-19. Después llegó a ser uno de sus principales comandantes y, en 1990, cuando esta organización concretó la paz, fue uno de sus principales artífices.
Otty Patiño y Vera Grabe, hablan sobre sus años de lucha y las lecciones que les dejó la negociación que finalmente derivó en la dejación de armas.
El momento quedó sembrado en la memoria de los que lo vivieron. Carlos Pizarro, con sombrero blanco de cazador furtivo, pronuncia el discurso con el que cierra más de una década de enfrentamientos, audacias y locuras desde que hacía parte del M-19.
Por: Erick Camargo Duncan / Especial para El Espectador
A pesar de sus años de lucha, su actitud en ese momento era la de los hombres esperanzados que desconocen la omnipresencia de la muerte. Un mes después se subía a un avión rumbo a Barranquilla, siendo candidato presidencial por el ya legalizado movimiento, y no saldría jamás de él después de recibir tres balazos por cuenta de un muchacho que pretendía, con el dinero que se le pagara por el asesinato, se le comprara una casa a su mamá. El papel con esta intención lo encontraron en el interior de uno de sus zapatos luego de morir como consecuencia de la reacción inmediata de los agentes que esa mañana acompañaban a Pizarro. El entierro del comandante en jefe del M-19 fue uno de los más emotivos de los que se tenga memoria, miles de copartidarios, gente del común, trabajadores y lustrabotas se aglomeraron en la plaza de bolívar para despedir al revolucionario más atractivo de todos los tiempos, según el comentario de las mujeres que llegaron a verlo.
25 años después de haber participado en el hecho histórico que llevó a la firma de un acuerdo final con el M-19 para acabar con 16 años de lucha armada, Rafael Pardo Rueda habla de su experiencia como negociador del Gobierno en el primer proceso de paz exitoso que se dio en Colombia.
Por: Steven Navarrete Cardona
En 1988, después de dirigir el Plan Nacional de Rehabilitación del presidente Virgilio Barco, el economista Rafael Pardo Rueda fue nombrado Consejero Presidencial para la Paz con el propósito de que ayudara en la consolidación de procesos de negociación con los grupos armados ilegales. Su trabajo fue determinante en el marco de las conversaciones con el M-19, en cabeza de su máximo comandante Carlos Pizarro Leongómez, que culminaron con la firma de un acuerdo de paz y la dejación de armas por parte del movimiento guerrillero.
Arjaid Artunduaga, uno de los miembros fundadores del M-19 habla de la forma en la que se desarrollaron las negociaciones entre el grupo guerrillero y el gobierno -que culminaron con la dejación de armas y la firma de un acuerdo de paz- y de la razón por la cual el partido político Alianza Democrática terminó por disolverse.
Por: Marcela Osorio Granados
Sin lugar a dudas, el M-19 fue un movimiento político y militar excepcional en el marco de lo que fueron las guerrillas en América Latina y el Caribe durante las décadas de los años 70 y 80. No solamente por sus propuestas nacionalistas y de apertura a la democracia, ni por la audacia de sus acciones político-militares, ni por abrir los caminos hacia la paz. Otros grupos en el continente, no muchos, también lo hicieron y supieron interpretar los momentos políticos para adecuar las tácticas y la estrategia: trascendieron la guerra, ganaron la paz y eso los salvó de debacles militares y políticas como fue el caso de los Montoneros y el ERP en Argentina, de derrotas militares como la que sufrieron los Tupamaros en Uruguay o la desaparición de distintas guerrillas en países como Venezuela, Perú, Brasil y muchos más.
Por: Darío VIllamizar H.