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De sueños, empresas y algo más

Hace cuatro años, Andrés Barreto creó Grooveshark, un popular sitio en línea para escuchar música.

Santiago La Rotta
05 de julio de 2010 - 09:30 a. m.

Esta historia comienza con un aviso de prensa, un clasificado hecho a la medida, su medida. “Diseñe su propio sitio web en 24 horas”. Era una invitación que Andrés Barreto no podía resistir porque su curiosidad era más grande que sus conocimientos y porque también había pasado más horas en el laboratorio de computación del colegio que en las canchas de fútbol, como sus demás compañeros. Era el momento. Como decía el narrador de una serie de principios de los noventa: “Y entonces, sucedió”. Barreto intentó hacer su sitio web, revista en mano y falló, “obviamente”.

Ensayo y error se podría titular una biografía sobre la vida de este colombiano. Tal vez no sería una biografía muy larga, debido a que tan sólo tiene 23 años. Sin embargo, es probable que resulte una biografía sustanciosa, con más hoja de vida que anécdotas porque tendría que contar el cuento de cómo ha fundado dos grandes sitios web, más una suerte de fundación, más un club de diseño, más un largo etcétera de ideas que no han terminado de surgir, pero que han sido parte del inmenso experimento que hoy lo tienen hablando con seguridad acerca de cómo fundar su propio sitio web, en poco más de 24 horas tal vez.

El renglón que más atrae del currículo de Barreto es aquel que dice “miembro fundador de Grooveshark”, una página web dedicada al streaming gratis de música, con más de 20 millones de visitas al mes, tres millones de usuarios registrados y el inmenso logro de haber sobrevivido en un mundo en el que la mayoría de los sitios que ofrecen música gratis en la red son perseguidos hasta la extinción por las compañías musicales, que portan en su mano el Malleus Maleficarum del derecho de autor. En palabras sencillas, Grooveshark le permite al usuario conectarse, buscar virtualmente cualquier canción que desee, encontrarla y escucharla gratis; no descargarla, sino tan sólo oírla desde la web, por eso se llama streaming.

¿Cómo ha logrado no ser destrozado por las casas musicales?: “Tenemos contratos y acuerdos con más de 2.000 compañías independientes y el año pasado firmamos uno con EMI. La idea es que este último modelo sea el mismo que utilicemos para Sony, Warner y Universal, las otras tres grandes compañías”. La respuesta es breve y concreta, pero no responde del todo la pregunta. ¿Entonces, cómo pudo sacar adelante estos acuerdos? Barreto sonríe.

Grooveshark nació como un proyecto de universidad, el volcán de plastilina y papel aluminio que se construye para la feria de la ciencia, sólo que esta vez la erupción no era de jarabe y salsa de tomate, sino de miles y miles de canciones para el libre disfrute de todo el que tenga una conexión a internet, un par de parlantes y un antojo. Era segundo semestre de Ciencia Política en la Universidad de Florida, en Gainesville, Estados Unidos. “Por esos días uno de mis socios vio una tienda en la que se podían vender y comprar CD, como si fuera un trueque. La pregunta fue: si esto pasa off-line, ¿por qué no hacerlo on-line? Ahí tuvimos la idea de hacer una especie de eBay, pero con música”.

El primer instinto fue hacer un sitio que funcionara con la tecnología P2P (Peer to Peer, o ‘puerto a puerto’), que permite que dos computadores se conecten, a través de un programa específico, para compartir archivos. Rápidamente, Barreto y sus socios dejaron de lado el P2P y se volcaron hacia el streaming, un servicio que en 2006 comenzaba a ganar gran popularidad, entre otras cosas por el incremento del ancho de banda de las conexiones domésticas, lo cual permite mayor velocidad, un factor clave para que el streaming funcione fluidamente.

Y bueno, ya con la idea clara estaba el gran problema legal. Para esa época, Barreto y sus socios vieron caer como moscas un buen número de sitios similares, la competencia, que morían a mitad de camino, desangrados por los avances excesivos que les pedía la industria musical, acostumbrada a recibir millones de dólares por la licencia de uso de una sola canción. “La razón del fracaso de la competencia es que ellos trataban de buscar los contratos con las disqueras antes de tener el producto. En esa época, a otras empresas les tocó buscar US$60 millones sólo para pagarles a los sellos musicales, y murieron en el intento”. Grooveshark se movió al revés: primero, tener un producto consolidado, y ahí sí, empezar a buscar los acuerdos con la industria. Y ahí estuvo la clave del éxito.


Con la tarea de Grooveshark realizada, Barreto se embarcó en la creación de dos iniciativas más: Cloudomatic y Pulso Social. La primera es algo así como una vitrina para aplicaciones web, una suerte de buscador para una empresa que esté tras esa pieza de software en línea que haría que su negocio funcione de maravilla, tan sólo que no la encuentra en la inmensidad de la red; Cloudomatic lo hace por usted. El segundo proyecto es el lado más social de Barreto, aquél en el cual ya no es un joven hombre de negocios, sino un talentoso desarrollador web que busca compañía, talento latinoamericano con buenas ideas para mostrar. “A mí me gustaría que Latinoamérica fuera reconocida como una región en donde se crean buenas y nuevas iniciativas. Lo que me motiva no es el dinero, sino el impacto que puedo tener en la comunidad. Supongo que esa conciencia social es herencia de haber estudiado Ciencia Política”.

Una de las cosas que llama la atención de la experiencia de Barreto no sólo es su corta edad, o el hecho de que no haya estudiado ingeniería, diseño o alguna rama afín al desarrollo de tecnología. También es su lugar de residencia, Gainvesville, un pequeño pueblo de la Florida, con la mitad de su población compuesta por estudiantes. Desde ahí se lanzó Grooveshark, un servicio de alcance global. La enseñanza pareciera ser: “Piensa grande y reinarás”. La enseñanza, según el mismo Barreto, es que no hace falta estar en Silicon Valley para tener éxito con los negocios en línea. El cable ya está. El problema es de emprendimiento, de hacerlo y ya está.

“Son tres horas manejando para llegar a la civilización. Hay pantanos por todo lado. El aeropuerto internacional más cercano queda a seis horas. Si lo pudimos hacer en un pueblito tan pequeño, imagínese lo que se podría hacer en Bogotá”.

El Pulso Social

Andrés Barreto asegura que uno de los problemas para crear empresas web en Lationamérica es la visión demasiado local de algunos emprendedores. También afirma que uno de los mayores retos es encontrar capital de riesgo. Pulso Social es una publicación en línea que pretende visibilizar los nuevos desarrollos latinoamericanos para que éstos lleguen a feliz término, para que sean conocidos por aquellos con el dinero para financiarlos y, en general, para promover el talento emprendedor del continente.

En últimas, Pulso Social, mediante la publicación de experiencias exitosas, intenta acabar con el mito de que si no estás en Silicon Valley, entonces no hay forma de realizar un negocio en internet. “Hoy tenemos nuestros propios valleys, como Tequila Valley o Palermo Valley. ¿Por qué no pensar en un Colombia, o Bogotá, Valley?”, se pregunta Barreto.

Quien desee conocer más acerca de Pulso Social, puede ingresar a la página: www.pulsosocial.com

 slarotta@elespectador.com.

Por Santiago La Rotta

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