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En el mundo del cibercrimen los ataques más renombrados de los últimos años han sido aquellos ideados para obtener la información secreta de los gobiernos o hacer sabotaje industrial a grandes infraestructuras, como ocurrió en una central energética iraní en 2010 por cuenta del famoso virus Stuxnet. Amenazas que parecían lejanas, con consecuencias imperceptibles en el diario vivir de los ciudadanos. Pero ahora las amenazas también avanzan ante cualquier dispositivo que tenga tecnología incorporada, como un auto inteligente. Este es el nuevo reto para fabricantes y empresas de seguridad informática.
En 2010, durante una conferencia internacional de hackers, se demostró que era posible atacar un vehículo tan sólo con un mensaje de texto enviado desde un teléfono inteligente y con ello estropear su funcionamiento e incluso robarlo. El relato es de Fabio Assolini, analista de malware para la compañía de seguridad informática Kaspersky Lab, quien anota que cualquier dispositivo que pueda ser conectado a una red es susceptible de un ataque: desde una nevera hasta el sofisticado manubrio de un auto de Fórmula 1.
El riesgo no es poca cosa si se tiene en cuenta que el número de dispositivos inteligentes llegará a 24 mil millones en 2020 —casi el triple de los actuales 9 mil millones de dispositivos conectados—, como lo destaca una reciente investigación realizada por Machina Research. Además, el estudio señala que el impacto económico del crecimiento de estos dispositivos será cerca de $4,5 billones para 2020.
Así, los ciberdelincuentes tienen un nicho propicio para sus actuaciones. Ellos dedican su tiempo a encontrar las fallas en los dispositivos que les puedan generar una rentabilidad económica instantánea, como reitera Assolini.
Los delincuentes aprovechan las fallas de seguridad de los fabricantes para ejecutar robos en vehículos modernos. Un famoso caso que ha circulado en las redes sociales es el del robo de un vehículo de una reconocida casa automotriz, en el que los atacantes captaron las ondas de radio y la conexión a internet del carro para abrir sus puertas y llevárselo en tan sólo tres minutos.
Los robos no son la única motivación de estos crímenes. Un carro convencional tiene cerca de 10 millones de líneas de códigos informáticos, con defectos que los delincuentes cibernéticos pueden aprovechar, por ejemplo, para que el conductor no pueda frenar o conducir su carro. Un caso de este tipo ocurrió en Austin, Texas, donde un empleado de una empresa de venta de carros de segunda fue despedido y como una revancha contra su exjefe utilizó la tecnología para hacer un bloqueo a más de 100 vehículos de modo remoto, que generó una parálisis en las vías.
Para Assolini, este tipo de hechos son un reto para los fabricantes, quienes deben cerciorarse de tener condiciones mínimas de seguridad para sus productos, de manera que puedan evitar problemas con los usuarios y compradores. Precisamente Kaspersky ha hecho alianzas con fabricantes de autos para desarrollar la protección de sus productos.
Por ahora, los cibercriminales siguen prefiriendo diseñar ataques para computadores y tabletas. Pero con la llegada del protocolo de internet IPv6, que permitirá la integración de millones de dispositivos a las redes, como electrodomésticos, carros, medidores de energía, entre otros, los escenarios de ataques a los productos conectados a la red son mayores. Aún hay tiempo para que los desarrolladores impidan ataques mayores que los que ya se han presentado.