El Estado Islámico y el debate sobre la encriptación

Los ataques de París avivaron una discusión acerca de la posibilidad de restringir el acceso a estas tecnologías, que tienen un amplio rol en la protección de la privacidad en línea de los usuarios.

Santiago La Rotta
18 de noviembre de 2015 - 02:10 p. m.

El terrorismo como una de las fuerzas que moldean el mundo moderno. Sucedió con los ataques del 11 de septiembre en Nueva York y puede que vuelva a suceder después de los atentados del Estado Islámico (EI) en París. Como lo dice la física: toda acción tiene una reacción.

En su momento, aún con los restos de las Torres Gemelas en televisión global, el auge de la amenaza del terrorismo extremista dio pie para la redacción de algunas de las leyes más drásticas en temas de vigilancia y seguridad; cosas como el Acto Patriota fueron aprobadas rápidamente con la promesa de proteger al mundo libre (encarnado en Estados Unidos, víctima directa de Osama bin Laden y compañía).

Poco más de una década después, el uso y el abuso de estas previsiones, redactadas y aprobadas bajo una amenaza tangible y aterradora, generaron uno de los mayores escándalos en el mundo de la vigilancia digital. En nombre de la seguridad se vulneraron los derechos de millones de ciudadanos, como lo revelaron las filtraciones de Edward Snowden, extécnico de la CIA: documentos que cuentan cómo la Agencia Nacional de Seguridad ha capturado una vasta cantidad de datos acerca de las comunicaciones de personas en todo el planeta.

Los atentados en París parecen haber puesto en marcha un mecanismo similar, que en esta ocasión tiene como centro el uso de tecnologías que permiten la comunicación encriptada y anónima de forma masiva.

Aunque aún no resulta del todo claro cuáles son las técnicas usadas por los atacantes de París para ocultar sus comunicaciones privadas (y las del EI, en general), lo que sí parece cierto a primera vista es que el grupo utiliza aplicaciones públicas como Telegram para pasar cierta información sin conocimiento de las autoridades.

De acuerdo con información publicada por el diario The New York Times, las autoridades belgas aseguraron antes de los ataques en París que militantes del Estado Islámico estaban utilizando la plataforma de juego en línea de PlayStation para camuflar sus comunicaciones en un ambiente en el que frecuentemente se habla de la guerra, pero la guerra en videojuego.

El argumento de fondo en esta discusión dice algo así: en la medida en que la encriptación impide el acceso de los Estados a las comunicaciones, estas tecnologías se convierten en el canal preferido para los terroristas. La hipótesis es casi tan vieja como el terror mismo.

Lo cierto es que la comunicación encriptada y anónima no sólo es usada por terroristas, pues al ser una herramienta de acceso público también es una de las mejores aliadas de disidentes políticos y activistas de derechos humanos, dos grupos que, por lo general, suelen estar en la primera línea de defensa de las libertades que les parecen tan preciadas a Occidente y que tantos países han jurado defender del alcance del EI, incluyendo Francia.

Para mediados de este año, un grupo de 14 expertos en temas como criptografía y ciencias de la computación advirtió en un documento público que el deseo de los gobiernos de tener acceso preferencial a las tecnologías de encriptación no sólo debilitaría la seguridad de las comunicaciones modernas, sino también dañaría la infraestructura misma de internet. El reporte de los expertos señala en concreto a Estados Unidos y Reino Unido como dos de los países que más han perseguido esta agenda. (Lea más sobre este informe)

Por suerte, la administración Obama, siguiendo los consejos de los expertos, se ha abstenido hasta ahora de demandar acceso preferencial para las autoridades a las comunicaciones encriptadas. Esta decisión, cabe aclarar, es anterior a los ataques de París.

El punto es que, incluso sin acceso a la encriptación, las autoridades pueden obtener datos sensibles sobre las comunicaciones mediante el rastreo de los metadatos: aunque no puede conocerse el contenido exacto de una llamada o un mensaje de texto, sí se puede saber quién está hablando con quién e incluso desde qué lugares; esta información puede ser suficiente para prevenir atentados, insisten expertos en seguridad informática.

Entre otras cosas, la historia resulta particularmente útil a la hora de señalar las falacias y errores del pasado. En el reporte de los expertos publicado a principios de julio de este año se advierte que para finales de los años 90, durante la administración de Bill Clinton, el gobierno estadounidense ya había solicitado acceso preferencial a las tecnologías de encriptación; algo que no logró materializarse en su momento. “El mundo no quedó en la oscuridad. Por el contrario, las agencias del orden ahora tienen capacidades de vigilancia más efectivas de las que tenían en ese momento”, concluye el documento.

Por Santiago La Rotta

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