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El evangelio del bit y el electrón

Rosental Alves, gurú del periodismo digital, el hombre que evangeliza acerca de las bondades de una revolución tecnológica que a veces pareciera ser amenaza y en otras bendición.

Santiago La Rotta
21 de mayo de 2013 - 10:03 a. m.
Rosental Alves, director del Knight Center for Journalism in the Americas. / Gabriel Aponte
Rosental Alves, director del Knight Center for Journalism in the Americas. / Gabriel Aponte
Foto: Gabriel Aponte / El Espectador - Gabriel Aponte

Evangelizar sin proponer el apocalipsis. Describir sin inscribir una fecha de defunción. El trabajo de Rosental Alves, en cierta forma, se parece al lema de la ‘Guía del autoestopista intergaláctico’ (la enciclopedia universal ideada por el escritor Douglas Adams): “No entre en pánico”.

Alves lleva un par de décadas a la vanguardia de la revolución digital en temas que tienen que ver con medios de comunicación. De cierta forma, es el hombre que analiza las curvas de uso, las estadísticas de circulación, los informes de ganancias, los análisis de venta a anunciantes y concluye que la música está cambiando, no que ha parado, sino que mutó drásticamente de ritmo.

En el evangelio del bit y el electrón, Alves parece tener un credo esencial, una suerte de mantra que repite con insistencia: hay que intentar y fallar rápido y después intentar de nuevo porque la única forma de sobrevivir es la creación, la innovación, el salto al vacío.

Un discurso popular entre empresas de tecnología, pero no tanto entre medios de comunicación, organizaciones que, por lo general, son gobernadas por una burocracia interna que sabe qué está haciendo desde hace varias décadas. El cruce lógico de ambos mundos (el de la innovación constante y el de la replicación de procesos) es que un medio de comunicación debe comportarse cada día más como una empresa de tecnología. “Los medios tienen que convencerse de esta transformación. La lógica de la comunicación parte de un ecosistema digital y éste demanda del periodista entender el ambiente en el que está”.

Un ambiente en el que el 90% de las interacciones mediáticas de una persona promedio son a través de pantallas; un ecosistema en el que la atención se multiplica, o al menos se divide: se calcula que un televidente regular pasa el 77% del tiempo que consume viendo televisión al lado de otra pantalla, aparte del televisor.

¿Qué significa esto? En palabras muy generales, Alves asegura que la fórmula de la supervivencia está en la experimentación, el empleo de una narrativa de fondo, que dé cuenta de un mundo cambiante, a través de una serie de herramientas tecnológicas.

Una de las cosas que resulta más refrescantes del discurso de Alves es la negativa, al menos tácita, de equiparar lo digital (el periodismo en la era de la red) con la brevedad de las historias. En un mundo en el que abundan las posibilidades de comunicación la información se ha tornado progresivamente en un asunto fragmentario, como pequeñas gotas de agua que no permiten ver el aguacero completo, por decirlo de alguna forma.

Los cambios que propone Alves parecerían meramente semánticos, pero en el fondo, claro está, entrañan una revolución de significados y propósitos. Pasar de hablar de productos para analizar el asunto como un tema de plataformas. Entender que el balance del poder cambió: los canales abundan (un superávit que les resta relevancia en términos de propiedad), pero lo importante ahora es el contenido; contenido que por cierto puede venir del lado de los mismos usuarios. El yo que gana poder sobre el contenido: “Esto se trata del incremento en el acceso a la información, la posibilidad de tener prácticamente todo el conocimiento del mundo en un teléfono inteligente. Hay una pérdida relativa del poder que tenían los medios en un ambiente de escasez de canales.

Por Santiago La Rotta

 

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