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Encontré una relación alternativa por medio de Facebook

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Lectora anónima
10 de noviembre de 2015 - 05:42 p. m.

Hace aproximadamente dos años lo encontré. De vez en cuando hacía la búsqueda por el nombre completo, pero no tenía suerte. Hasta que un día mi búsqueda tuvo un fin: resultó ser amigo de un compañero de la especialización. Comprendí que el mundo es un pañuelo y me dio mucho gusto saber que Facebook era la máxima invención.

Había encontrado al amor de mi infancia, al chico que me hacía delirar cada vez que lo veía en la primaria. Él era muy pilo y su brillantez me fascinaba. Siempre me ha parecido muy atractivo en un hombre que sea culto e inteligente, por encima de que tenga una cara bonita y un cuerpo espectacular. (Vea: Convocatoria: No sabe lo que me pasó, historias reales de la vida digital)

Lo contacté y la verdad no esperaba que se acordara de mí. Él siempre estuvo en mi recuerdo y la sorpresa que me llevé es que sí me recordaba y que tenía presente muchas cosas de mi niñez, de las cuales yo ni me acordaba. Sentí mucha felicidad; era grato saber que no era transparente para él.

Las charlas desde aquel momento eran frecuentes. Para mí era lo máximo saber muchas cosas de las que me había perdido durante 25 años, obviamente, y realmente me tomó por sorpresa saber el rumbo que había tomado profesionalmente. Me había imaginado que era ingeniero o economista, pero vaya sorpresa al saber que era dueño de su propio negocio y que el trabajo que desempeñaba era su pasión y que le gustaban los retos todos los días.

Llegó el momento del encuentro y era algo que realmente esperaba. Quería verlo y saber muchas cosas. Fue un momento muy bonito: ver al chico que me trasnochaba en la niñez, tenerlo frente a frente, era algo mágico y difícil de creer. Esa tarde vimos caer la noche en La Calera. Era claro que tenía una única oportunidad de besar esos dulces labios que tanto deseaba desde que era una niña. Los tiempos habían cambiado: cuando tienes nueve años no piensas en algo tan obsceno como cuando tienes 34. Cogí la bufanda que llevaba en su cuello, lo traje hacia mí, lo besé sin pensar. En ese momento no me importaba nada, era mi oportunidad y no la iba a desaprovechar.

Ahora nuestros encuentros son ocasionales, charlamos en el chat y a veces por teléfono. Nos decimos cuánto nos deseamos y cuando coincido con él hacemos el amor con una pasión desbordante, lujuriosa y pecaminosa. Somos dueños de nuestros cuerpos y no nos importa nada. Llegamos a un acuerdo: no queremos una relación seria, pues esa ya la tiene cada uno por su cuenta.

Por Lectora anónima

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