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La guerra por la privacidad

La información de los usuarios es el mayor capital de grandes empresas de internet. En una era colectiva en la que todos compartimos con todos, ¿Quiénes ganan con esto?

Santiago La Rotta
16 de junio de 2012 - 11:21 a. m.

Esta semana, el Comisionado de la Información, una institución británica dedicada a velar por la privacidad de los ingleses, decidió que era momento de reabrir una investigación en contra de Google por la captura de datos privados de millones de ciudadanos, concretamente en Inglaterra. La oficina del Comisionado asegura que tiene indicios acerca de que esta anomalía se hizo deliberadamente.

La información retenida por Google incluiría historias médicas, correos electrónicos, contraseñas y visitas a páginas de pornografía, entre otras cosas. Hasta el momento, Google ha sostenido que la captura de estos datos, hecha entre 2007 y 2010 como parte de la ampliación de ‘Street View’ (el producto que permite visitar las calles del planeta desde el computador), fue un error de codificación, una equivocación de algún ingeniero.

Los hechos tienen en aprietos a la compañía, que ha resistido investigaciones, no sólo en Inglaterra, sino también en Estados Unidos y Alemania (en este último país las pesquisas aún no han finalizado y se espera que este año el gobierno alemán se pronuncie sobre estos acontecimientos).

Claro, vivan las redes sociales y, más aún: viva la red. Pero, cada vez que se mira el panorama de internet (los millones de usuarios que cada segundo comparten su información a través de compañías que cotizan en la bolsa y, por tanto, su motivo de existencia es hacer dinero) resuena más fuerte la frase que le dijera antes de morir el tío a Peter Parker (el nombre civil del Hombre Araña): “Con un gran poder viene una gran responsabilidad”.

La información lo es todo y la información de los usuarios es el gran capital de empresas como Facebook, Twitter o Google. Sí, sus servidores y oficinas valen millones de dólares, pero una red social, una compañía en línea, no es más que la gente que la usa y los datos que allí comparte. Y esto es un asunto que va mucho más allá de las contraseñas de acceso, por cierto.

Hipótesis: una persona realiza búsquedas relacionadas con aborto (sitios para practicarlo, técnicas, dudas, fármacos…). ¿Qué pasa si una institución gubernamental le pide a Google que revele la actividad en el buscador de esta persona? ¿Qué pasa cuando el Gobierno que haga el requerimiento sea el de un país en donde esta práctica es ilegal? El hilo digital, algo así como la versión 2.0 del rastro de migajas de Hansel y Gretel, lo es todo porque la vida cada vez más sucede en línea y estas compañías tienen la enorme responsabilidad de proteger toda la información de sus usuarios.

De acuerdo con un informe de la Electronic Frontier Foundation (EFF), una organización dedicada a luchar por la privacidad en línea con sede en San Francisco, apenas una compañía (Sonic.net) protege integralmente los datos de sus usuarios.

Los criterios de la medición del análisis de EFF fueron cuatro: decirle a las personas acerca de demandas por manejo de datos, ser transparente con los requerimientos gubernamentales y pelear por la privacidad de los usuarios en las cortes y en el Congreso. En la clasificación hecha por EFF, Google se apuntó medio punto en los dos primeros indicadores y un punto en los dos últimos. Apple apenas uno en la última categoría y Facebook medio en la segunda categoría y uno en la última. Microsoft comparte la misma puntuación que Apple y Skype (¿alarmante?) no obtuvo ningún reconocimiento.

El caso de Facebook es interesante porque, del amplio horizonte de la red, es tal vez una de las compañías con mayor atención del público, simplemente, porque concentra una de las bases de usuarios más grande de todas, sino la más amplia.

De acuerdo con un reporte de ‘All Things D’ (el sitio de tecnología del ‘Wall Street Journal’), cerca de la mitad de las entradas hechas por Mark Zuckerberg en el blog corporativo de Facebook eran para responder a quejas de sus usuarios; al menos un tercio de estas respuestas tenían que ver con temas de privacidad.

En todos los casos, Zuckerberg se disculpaba por la forma como la compañía había introducido cambios en las políticas de privacidad, nunca por los cambios como tal.

Cuando apenas empezaba, el momento en el que Facebook sólo estaba abierto para estudiantes de Harvard, Zuckerberg le escribió a un amigo varios mensajes de texto en los que le explicaba que tenía información (correos, fotos, direcciones) de cientos de estudiantes en la universidad. Al ser preguntado por su interlocutor cómo adquirió estos datos, el fundador de la red social le contestó que la gente misma los había ingresado a la plataforma y añadió: “ellos ‘confían’ en mí. Estúpidos”.

A mediados de 2010, Facebook introdujo nuevos cambios en sus políticas de privacidad y un novedoso esquema para que el usuario controlara de principio a fin qué información quería compartir con los demás. Toda la operación, pensada para el bien de las personas, claro está, requería de más de 50 clics (la cuenta, hecha sin contar los errores, fue hecha por el diario ‘The New York Times’). Sencillo.

La privacidad es el gran capital de las redes sociales. Estas compañías, aseguran, están ahí para conectar al mundo y hacer de éste un lugar mejor. Discutible, pero, al menos como intención, noble. El punto es qué tanto hacen éstas para proteger a sus usuarios. Algunas, el caso de Twitter, han entrado en largas peleas legales con varios gobiernos por no revelar información privada de algunas personas. Otras, podría ser el caso de Google, tienen una amplia caja de herramientas para que la persona borre su huella digital y conserve su anonimato en la red.

Pero, en últimas, más allá de los controles de las corporaciones (las obligaciones que le corresponden por sus grandes poderes) es también el mismo usuario quien debe cuidar qué comparte, y con quién, en la red. Tan sólo hace unos meses una historia de la revista Wired revelaba la tenebrosa historia del nuevo centro de información de una agencia de inteligencia de Estados Unidos y cómo pretende, en pocas palabras, capturar todas las comunicaciones que pueda, incluso aquellas para las que no posea una orden de un juez.

La cosa pareciera ser, como dice una línea de ‘The social network’ (la película inspirada en la vida de Mark Zuckerberg): “La privacidad es una reliquia de un tiempo que ya acabó”.

Por Santiago La Rotta

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