Le había escrito a Ángela, mi pareja, para preguntarle qué tal le había ido en un examen que la tenía preocupada. Unos segundos después, el circulito verde junto a su nombre me indicó que estaba en línea, pero se desconectó pronto. Ni siquiera dejó en visto lo que le había enviado. Luego se conectó Carlos, un amigo en común, y también se fue al momento. “Nah, yo estoy loco. Pudo pasar con cualquiera de mis 300 contactos. Es coincidencia. Mi mamá y yo estamos en línea y no estamos hablando. Sí, eso prueba mi punto”.
Pero no logré convencerme a mí mismo de que el azar existe y empecé a refrescar compulsivamente la aplicación de Messenger para conocer cuando Ángela estuviera en línea. “Ahí está”, y de inmediato verificaba si Carlos también se conectaba. Uno… dos… tres minutos. No parpadeaba por si se conectaba sólo un segundo “Ahí está. Sí, deben estar hablando. ¡Y a mí sí me ignora! #$%&/”.
Uno, dos, tres, cuatro días pasé repitiendo la rutina mortificante, esperando a que Ángela se conectara, ignorara mi mensaje y luego Carlos se conectara al cabo de segundos o minutos. Tomaba nota de la hora a la que cada uno estaba disponible en la aplicación, sacaba la diferencia de tiempo y luego de una semana tuve un promedio: ¡tres minutos!
El círculo verde aparecía junto al nombre de Ángela, avisándome que estaba conectada. Yo refrescaba la aplicación al rato y el círculo se movía del nombre de ella al de Carlos. A mí esta suerte de partido de tenis se me iba transformando en obsesión, la obsesión en certeza y la certeza en rabia. Finalmente tuve el valor.
—¿Tienes algo con Carlos?
Los ojos claros de Ángela se tornaron vidriosos.
—No —replicó y agachó la cabeza.
Alcé el tono de mi voz, que ya quería quebrarse.
—¿Sabes que he sacado el promedio de sus tiempos de conexión en Facebook y sé que te la pasas hablando con él mientras a mí me ignoras? ¿No?
—Eso es enfermo.
—Lo enfermo no le quita lo cierto.
—Te lo iba a decir cuando termináramos el semestre.
Sí, estaba “saliendo” con Carlos. Me había graduado de cachón y acosador, y ninguna de las dos cosas habría sido posible sin Facebook Messenger. Luego me graduaría de pendejo al perdonarla, pero eso es tema de otro chat.