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Recuerdos para siempre

Este local en Bogotá cuenta con tecnología de punta para hacer buenas impresiones en una variedad de formatos que buscan devolver la relevancia y la gloria original a la fotografía impresa.

Santiago la Rotta
12 de mayo de 2015 - 02:32 a. m.
La tienda abrió sus puertas en el centro comercial Santafé. / Luis Ángel - El  Espectador
La tienda abrió sus puertas en el centro comercial Santafé. / Luis Ángel - El Espectador
Foto: LUIS ANGEL

Hay quienes dicen que el síndrome de nuestro tiempo es querer registrarlo todo, una compulsión por crear un archivo de la vida. Este comportamiento, reza el diagnóstico, prioriza el acto de documentar por encima del de vivir. Tal vez es una visión extrema, pero no por eso menos cierta.
 
Quizás en ningún campo de la producción humana esto es tan cierto como en la fotografía. La aparición del terreno digital y la multiplicación de los dispositivos son apenas dos de los factores que han permitido algo así como un superávit de fotógrafos y, claro, también de imágenes; aunque, hay que decirlo, éste todavía es un debate abierto en el que se discute si toda persona con una cámara es un fotógrafo, una discusión periférica y gremial para algunos, vital para otros. Lejos del debate quedó un asunto que, fuera del ámbito profesional, es un medio de expresión poderoso: una vía simple para el recuerdo e incluso la vida misma.
 
Resulta llamativo entonces que en plena revolución digital una forma del negocio de la fotografía retome un camino ya explorado: el de la impresión. Una alternativa análoga que parece haberse convertido en una encarnación válida y deseable para el enorme torrente de fotos que hoy conforman parte de la vida diaria.
 
Este es un terreno que desde hace un tiempo explora Fujifilm, una compañía que hubo de transformarse y adaptarse como tantas otras por estos días. La empresa abandonó buena parte de su producción de películas fotográficas en 2013, aunque no por eso se convirtió en una entidad completamente digital.
 
Parte de esta estrategia entre lo digital y lo físico la representan tiendas como Life in Pictures, un local que abrió sus puertas en Bogotá en marzo de este año, cuya anterior y única sede se estableció el año pasado en Tokio, Japón, bajo el nombre de Wonder Photo Shop. “Buscamos que la gente vuelva a imprimir sus fotos, que experimente las nuevas cosas que pueden hacer con las imágenes que, en últimas, son parte de su vida”. Luis Fernando Nocobe es el jefe comercial de la filial de la marca, establecida en Colombia hace dos años, y asegura que la oferta de servicios de este lugar busca acercar a todo un espectro del público que hasta hoy vive con sus recuerdos en una memoria digital.
 
El local cuenta con servicios avanzados de impresión en materiales que van desde el clásico retablo (en tamaños que pueden llegar hasta 60x90 centímetros), pasando por tazas de café, telas, placas de metal y lienzos. Todo con la promesa de tiempos de entrega cortos (hasta dos horas, sólo para ciertos soportes) y con una calidad que, sin mayores grandilocuencias, puede calificarse como excelente. Nocobe cuenta que la calibración del color en las máquinas (una mezcla entre Epson, Xerox y Ricoh) estuvo a cargo de un técnico de Fujifilm traído desde Japón exclusivamente para la tarea. El esfuerzo se nota.
 
Este es un testimonio de la era en que vivimos: los tamaños más populares en la tienda son 10x10 centímetros y 15x15 centímetros, formatos cuadrados perfectos para reproducir fotos de Instagram.
 
El corazón de la impresión de la tienda lo representan tres computadores en los que el usuario, asesorado por personal del local, puede escoger los tamaños y soportes para realizar sus impresiones. Las máquinas son rápidas y pueden manejar un gran volumen de datos con comodidad, además de que cuentan con puertos suficientes para las necesidades del cliente, incluyendo conexión wifi para teléfonos inteligentes. La interfaz es amigable y fácil de entender; además presenta siempre los precios de cada opción elegida y en algunos casos una previsualización en 3D que resulta muy útil a la hora de ver exactamente cómo quedará la imagen en el contorno de una taza de café o en un lienzo (que debe llevar un doblez en los lados del marco).
 
Uno de los atractivos de este sistema para usuarios que no necesariamente entienden mucho de fotografía es que selecciona automáticamente las imágenes del cliente que tienen las especificaciones necesarias para cada formato: si el archivo no cumple con ciertos requerimientos entonces es imposible seleccionar una ampliación de 60x70 centímetros, por ejemplo.
 
“Nuestro público suele estar entre los 14 y 25 años”, explica Nocobe. Esto se debe en buena parte a la inclusión de los productos Instax en la tienda, una línea de bellas cámaras de la empresa que ofrecen impresiones instantáneas en pequeños formatos y que, en la era de los selfies, ha resultado muy popular entre los jóvenes. Esto se suma a la existencia de una especie de estudio fotográfico en el local dotado de ciertos elementos como gafas y sombreros.

Por Santiago la Rotta

 

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