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¿Se debe pagar por la privacidad?

En buena parte de las leyes, éste es un derecho, pero hoy los usuarios parecen más dispuestos a pagar con tal de manejar mejor su información personal.

Santiago La Rotta
23 de agosto de 2015 - 02:09 a. m.
¿Se debe pagar por la privacidad?

El robo y publicación de datos de usuarios del sitio web Ashley Madison expuso la información personal de más de 30 millones de personas que se habían registrado para utilizar los servicios de esta plataforma. Aunque parece que una porción del contenido filtrado esta semana es falso (cosas como direcciones de correo inventadas o que al menos no pertenecen a los usuarios que las suministraron), el ataque contra la plataforma abre la puerta hacia un debate algo escabroso, aunque vital: ¿son la privacidad y el anonimato derechos o servicios, mercancías?

Por US$19, los usuarios de Ashley Madison podían optar por borrar su información personal de los servidores de la compañía. ¿Por qué pagar para mantener el anonimato en un sitio diseñado para tener aventuras amorosas? O sea, un lugar que está hecho para permitir encuentros sexuales furtivos, por llamarlos de alguna forma, ¿no está construido acaso sobre el anonimato y la privacidad de los usuarios? Sí, en parte. Pero también sobre el mercadeo y la publicidad, al menos de cierta forma.

Visto desde otro lado, los US$19 podrían ser, acaso, el valor de la privacidad y el anonimato de los usuarios de Ashley Madison. Pero, de nuevo, ¿esto no solía ser un derecho en el mundo tangible? “Cualquier constitución occidental casi siempre tiene garantías para proteger la privacidad de la intrusión del Estado. El viraje hacia la consideración de esto como un servicio es vulnerar el sistema por completo y abre la posibilidad de que, eventualmente, terminemos justificando por qué es que necesitamos privacidad y no al revés (por qué debe violarse)”.

La opinión es de Javier Pallero, analista de Access, una organización que monitorea temas de derechos en entornos digitales. Lo que dice Pallero toca un punto interesante, pues en el lado tangible de la vida, la privacidad y el anonimato son asuntos celosamente resguardados por las leyes; en el digital, el modelo de negocios predominante ha convertido la información personal en un bien preciado y a los usuarios en productos.

Acá las palabras lo son todo: Facebook tiene más de 1.500 millones de usuarios, no clientes. Lo mismo sucede con Google, Instagram y un largo etcétera de servicios. El cliente acá es quien compra el posicionamiento de publicidad, el anunciante. En esa relación de proveedor-cliente suele haber términos y obligaciones y una consciencia medianamente bien arraigada de que el cliente tiene la razón. Con el usuario no parece suceder esto porque, si bien él es el corazón de un negocio que sólo a Facebook le dejó ganancias de US$3.000 millones el año pasado, la gratuidad de lo que recibe a cambio básicamente lo somete a cualquier práctica, al menos teóricamente.

“Después de las revelaciones de Snowden ha habido una serie de empresas y personas que empezaron a cuestionar algunos de los modelos de manejo de la información y plantean otros caminos: yo, como usuaria, le pago por sus servicios, pero usted me permite gestionar cómo se manejan mis datos; y ese costo puede ser muy bajo”, en palabras de Pilar Sáenz, coordinadora de la Fundación Karisma, en Colombia.

Sáenz se refiere a cosas como lo planteado por Zeynep Tufekci, una socióloga y académica que estudia las redes sociales, quien en una columna publicada en The New York Times afirmaba que con gusto le pagaría a Facebook por usar su plataforma sin que sus datos personales fueran capturados por la empresa para vender publicidad.

Tufekci se apoyó en cálculos hechos por Ethan Zuckerman, el director del Center for Civic Media del MIT y uno de los inventores del popup (el formato de publicidad en línea), quien a su vez estimó que Facebook gana 20 centavos de dólar mensuales en ventas de anuncios para cada usuario de su servicio. El razonamiento de la socióloga va un poco así: si se sustituyen las entradas de la empresa por concepto de anunciantes (dinero que, al menos hipotéticamente, pagarían los usuarios) entonces no hay necesidad para retener la información personal, pues ya el tema de la financiación por publicidad queda eliminado de la ecuación.

Pero este pensamiento tiene varios problemas, al menos desde el punto de vista de Facebook, y el de los mismos anunciantes: se trataría de crear servicios (lucrativos quizá) para conectar a las personas sin la participación de los anunciantes, plataformas de comunicación que no venden cosas, tal vez.

La privacidad como servicio es una idea que parece al alza, al menos a juzgar por el uso de una tecnología conocida como VPN (que permite disfrazar el origen de una conexión de internet) y que, según un estudio de 2014 realizado por GlobalWebIndex (una firma de análisis de mercado), es usado por más de 416 millones de personas a nivel global. Claro, 186 millones de estas personas usan VPN para poder acceder a contenido mediático que cuenta con restricciones de localización, pero 231 millones lo hacen para acceder a sitios de noticias bloqueados y para mantener el anonimato en línea. Cabe aclarar que una buena porción de quienes ofrecen esta herramienta no lo hacen de forma gratuita.

Pallero finaliza con una advertencia: “Virar hacia un modelo en el que la privacidad sea un servicio es algo muy perjudicial para todo el mundo, en general, pero también para una serie de profesiones y de relaciones profesionales que se establecen sobre bases de anonimato y confianza. Incluso la ONU ha dicho que la obligación de respetar los derechos humanos no es sólo de los Estados, sino también de las empresas; y la privacidad es un derecho humano”.

* * *

416 millones de personas utilizaron en 2014 algún servicio de VPN, una herramienta que permite disfrazar el origen de una conexión de internet, según GlobalWebIndex.

231 millones de estos usuarios de VPN lo hicieron para acceder a sitios de noticias bloqueados y para mantener el anonimato en línea.

198 millones de personas globalmente utilizan algún servicio para bloquear el despliegue de publicidad en línea.

1.500 millones de usuarios, aproximadamente, tiene Facebook hoy en día.

Por Santiago La Rotta

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