Todos perdemos cuando los investigadores científicos son encarcelados por compartir

En este texto Julia Reda, europarlamentaria por el Partido Pirata de Alemania, se refiere al caso del biólogo colombiano Diego Gómez, quien continúa en un proceso judicial por compartir una tesis en internet.

Julia Reda - Especial para El Espectador
20 de julio de 2017 - 03:16 a. m.
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Diego Gómez, padre e investigador de biodiversidad, enfrenta hasta ocho años de prisión por compartir un texto en línea. En 2011, Gómez, quien entonces era un estudiante de posgrado en la Universidad del Quindío, descubrió información útil en una tesis de maestría que encontró en internet. Bajo la creencia de que ésta serviría para otras personas que trabajaran en campos similares, Gómez compartió el documento en Scribd.com, una plataforma de publicación ampliamente utilizada, para así conectar los datos importantes que éste contenía con quienes pudieran utilizar ese conocimiento. (Lea "¿Se podría hablar de usos justos en derecho de autor en Colombia?")

A pesar de que a menudo los investigadores dependen de estos documentos para avanzar en su trabajo, también es común que haya que pagar para acceder a éstos o que estén sujetos a restricciones innecesarias que evitan su uso. Por más de que Gómez no se lucró por sus acciones, la justicia le levantó cargos y ahora enfrenta una pena que podría incluir hasta ocho años de prisión, además de multas. Una corte ya absolvió a Gómez de los cargos. El autor de la tesis apeló la decisión y Gómez aún se enfrenta con la perspectiva de recibir estos duros castigos.

En Colombia, así como en Europa, la investigación científica es financiada para impulsar el conocimiento humano, con el fin ulterior de mejorar nuestras vidas y nuestro mundo. Esto sólo es posible si podemos tener acceso al trabajo de otros, leerlo y construir sobre él. Es por esto que las publicaciones científicas operan muy diferente de los periódicos o los libros. A los académicos no se les paga para que publiquen su trabajo: se espera que lo compartan. Ellos son financiados por universidades y otras instituciones, a menudo con fondos públicos, y la compensación para sus obras publicadas viene en la forma de crédito por las nuevas ideas, lo que a su vez lleva al avance profesional. Los investigadores no publican para lucrarse. Lo hacen para que sus campos sigan hacia adelante y para expandir las fronteras del conocimiento humano.

Esto es particularmente cierto en el campo científico de Gómez, biología para la conservación, que busca mejorar la comprensión que hay sobre ecosistemas complejos para así proteger la biodiversidad de la que dependen nuestros hijos, comunidades y el planeta. Gómez no compartió esta tesis para ganancia personal, sino para impulsar la investigación en un tema del cual todos podemos beneficiarnos.

En todo el mundo, todos los días, los investigadores se encuentran en una posición similar a la de Gómez y sus colegas. Al mismo tiempo que trabajan en algunos de los temas más importantes de nuestro tiempo, desde curar el cáncer, combatir el cambio climático y proteger la biodiversidad global, deben batallar para obtener acceso al trabajo de otros, del cual depende el de ellos mismos.

La suscripción a publicaciones académicas puede costar decenas de miles de euros cada año y el acceso para un solo artículo puede llegar a 35 euros o más. El sistema para comunicar la investigación científica se ha convertido en una empresa y los artículos son una divisa. Como resultado de este escenario, los investigadores han encontrado formas de navegar alrededor de estos problemas: comparten los artículos entre ellos, por correo electrónico, redes sociales o en plataformas como Scribd.

Los cargos contra Gómez, y las penas que enfrenta, son el resultado de un sistema que está quebrado. Ningún investigador debería ser acusado de un crimen por compartir un artículo científico: es una parte necesaria de su trabajo. ¿Cuál es la justicia que hay en imponer enormes multas contra un académico cuya carrera apenas comienza y que está tratando de proteger la biodiversidad? ¿Cuál es la ganancia de encarcelar a un padre joven, potencialmente separándolo de su hija durante ocho años, por compartir conocimiento que, por tradición, debería estar disponible para quienes puedan usarlo para mejorar el mundo?

El veredicto en este caso puede sentar un precedente terrible. Los investigadores no deberían temer las consecuencias de compartir el conocimiento. Todos perdemos si es así.

www.compartirnoesdelito.org

Por Julia Reda - Especial para El Espectador

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