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Un juego de estrategia en internet me cambió la vida

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Lectora anónima
15 de diciembre de 2015 - 06:55 p. m.
El juego en línea Kingdoms of Camelot.
El juego en línea Kingdoms of Camelot.

Todo empezó en el 2010, cuando la pareja con la que estaba en ese momento me dijo que probara un juego en línea que se llama Kingdoms of Camelot, un juego de estrategia militar cuyo objetivo es crear planes de ataque para derrotar las alianzas enemigas. Al principio, no le encontraba gusto alguno, pero a mi novio le gustaba tanto que decidí darle una oportunidad.

En este juego empecé a conocer personas de todas partes: Francia, España, Estados Unidos, El Salvador, Venezuela… Esto me pareció muy interesante. Este juego se convirtió en mi puerta de escape, allí era un personaje, tenía amigos y era importante para alguien.

En la vida real, a pesar de tener a mi novio y mi familia, era una persona muy tímida y no conseguía relacionarme bien. Quería experimentar cosas nuevas, y este juego me abrió la posibilidad, pero también desencadenó un infierno que al final terminaría en un cuento de hadas.

Resultó que un día conocí en esta plataforma a un venezolano con quien tuve muy buena empatía; el chico era realmente guapo, por lo que veía en las fotos. Para ese momento, la relación con mi novio no estaba funcionando, decidí dejarlo y vi en esta otra persona la posibilidad de cerrar un ciclo que sólo me estaba aportando malos ratos.

Empecé una relación virtual con el venezolano. Cuando mi exnovio se enteró  (ya que ambos estábamos en la alianza) se puso muy mal, me trató de la peor manera, y, no contento con eso, empezó a decir una cantidad de mentiras a mis amigos de la universidad. De un momento a otro, pasé de tenerlo todo a no tener nada.

No soportaba pasar tiempo en la universidad: los que eran mis amigos me dieron la espalda, caí en depresión y el venezolano, para bien o para mal, siempre estuvo ahí apoyándome.

Habiendo pasado por todo esto, el venezolano decidió venir a Colombia a verme. La relación iba muy bien, el chico era encantador, pero había algo que me decía que él no estaba siendo honesto conmigo, ese sexto sentido que tenemos las mujeres.

Duramos un año de relación, él viniendo a Colombia, cuando me enteré por el mismo internet que nos había dado la posibilidad de conocernos, que él tenía novia en Venezuela desde hacía cuatro años.

El darme cuenta de esto me llenó de confianza en mí: no iba a ser la segunda opción de nadie y, en lugar de dolerme, como se espera que suceda, me dio fue la fuerza de terminar con todo y de raíz. Ya no quería saber nada de chicos y amores, lo único que quería era sacar mi carrera adelante y jugar  Kingdoms of Camelot, al menos allí nadie me traicionaba y, en cambio, sí reía y pasaba momentos agradables con todas esas personas y sus historias.

Pero la historia no termina aquí. Un día, en el chat de la alianza del juego habla un chico, cuyo seudónimo era Panchin, diciendo que iba a dejarlo por problemas personales, que estaba muy mal. Nunca antes lo había visto en el juego, no había hablado con él, así que es lógico que no me interesase por qué se iba. Pero no, fue todo lo contrario, una fuerza sobrenatural se apoderó de mí y le escribí diciéndole que esperaba que estuviese bien, que podía contar conmigo si llegaba a necesitar alguien para hablar. Esa simple acción lo cambiaría todo.

Empezamos a hablar fuera del juego al principio por Touch, una plataforma parecida a Whatsapp. Yo la verdad no quería nada con él, dada mi experiencia anterior, así que había momentos en los que dejábamos de hablar porque yo me desaparecía. Pasaban los meses, y volvía a aparecer. Pero por más que me desaparecía, él seguía escribiéndome, quizás con la esperanza de que yo le respondiera en algún momento. Yo era mala, lo reconozco, dejaba en "visto" sus mensajes y no le decía ni un "hola".

Sin embargo, todo cambió. Le descubrieron cáncer a mi abuelito, eso me puso realmente mal y acudí a la persona con la que sólo me apetecía hablar, Panchin (después de todo, él siempre supo cómo hacerme reír). Así que ahí estaba yo de nuevo, apareciendo entre los muertos. Y él, con su nobleza característica, estaba ahí, atento para leerme y brindarme su apoyo a pesar de los kilómetros que nos separaban.

Empecé a verlo con otros ojos. Su interés en mí, su tenacidad de no darse por vencido conmigo, a pesar de los casi siete meses en los que no hablábamos. Todo esto hizo que empezara a quererlo, como se estima un amigo o a un conocido.

Era tanto su apoyo, su compañía, que no me volví a desaparecer. De un momento a otro, no quería dejar de saber de él, lo quería, lo necesitaba, necesitaba sus videos cantándome o sus mensajes de buenos días, sus fotos con caras chistosas y mensajes de amor. Me empezó a atraer de otra forma. No era sólo un amigo. Era más que eso.

Es así que empecé una nueva etapa, no sólo en el amor, sino en mi carrera, ya que tenía que hacer mi pasantía. Esta fue la oportunidad perfecta para buscarla fuera de Colombia e ir directamente a España, de donde es él. Luego de estar año y medio hablándonos, sin habernos visto en persona la primera vez, el 15 de noviembre de 2014 viajé a España, y lo conocí.

Fue increíble. La mejor experiencia de mi vida: poder verlo, tocarlo, abrazarlo, como si nos conociéramos de toda la vida, como si siempre hubiéramos estado destinados para estar juntos. Fue inevitable: me enamoré perdidamente, como nunca antes.

Conociendo a su familia y amigos resultó que tenemos bastantes coincidencias. Para el momento en el que nos conocimos en el juego, una tía de él había de cáncer, como mi abuelo, y ella era de Colombia. Sus tías dicen que quizás ella me mando a la vida de su sobrino para cuidarlo y quiero creer que es así. Los abuelos de Panchin vivieron en Colombia siendo muy jóvenes y tuvieron dos hijas aquí: ellos aman mi país y yo los amo a ellos. Y así hay 10.000 cosas más en las que coincidimos.

Ya vamos para dos años de relación, yo fui a conocerlo a él y su familia, y él vino en agosto de este año a conocer a la mía. En diciembre vendrá nuevamente y esta vez será a pedir mi mano.

Por Lectora anónima

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