Un viaje multimedia por el ecosistema de África

La expedición Okavango 2015 explora un remoto ecosistema africano, al tiempo que pone en línea la información científica que se produce en la aventura.

Santiago La Rotta
11 de junio de 2015 - 02:19 a. m.
El delta del Okavango. El río que lleva este nombre nace en Angola y se extiende hacia Namibia y Botswana. / Flickr Surreal Name Given
El delta del Okavango. El río que lleva este nombre nace en Angola y se extiende hacia Namibia y Botswana. / Flickr Surreal Name Given

Cuando la expedición Okavango 2015 finalice, el equipo explorador de más de 30 personas (entre científicos y guías) habrá recorrido 1.700 kilómetros de ríos, pantanos y selvas en uno de los ambientes más inhóspitos y menos estudiados del planeta, que se extiende entre varios países africanos, principalmente en Angola. La travesía es financiada en buena parte por National Geographic y, aunque no es el primer viaje que la institución realiza a este lugar, sí es la primera vez en que los datos científicos del equipo se publican en línea, casi en tiempo real.

Expedición 2.0, o acaso 3.0, podría ser el nombre de esta travesía que busca documentar un sitio que ya es patrimonio mundial, pero que, gracias a sus dificultades de acceso, aún oculta buena parte de sus secretos. Información que habla del funcionamiento de una vasta región en el sur de África, en la que el río Okavango, que nace en Angola, llena de vida un ecosistema que cruza hacia Nambibia y Botswana, y que en parte es conocido como el delta del Okavango.

“Lo salvaje, ¿qué es? ¿Es un lugar a donde el hombre no puede ir, a donde no ha ido? ¿O es algo más? La única forma que tengo para describir un lugar así es el océano: imagine caer al agua, no ver nada, sentirse vulnerable, asustado, en shock; no tener control sobre lo que va a pasar. Y cuando es rescatado se siente feliz de estar vivo, su corazón golpeando contra el pecho. Hay pocos lugares en tierra que nos hagan sentir eso. Y el delta del Okavango es uno de estos”. Las palabras pertenecen a un video que sirve de presentación en el sitio web que alberga el contenido multimedia de la expedición (intotheokavango.org). Allí, el usuario puede encontrar un mapa detallado del avance de la travesía, un diario de publicaciones hechas en Twitter y que, en su mayoría, incluyen fotos subidas a Instagram (@intotheokavango), así como pequeños comentarios de cómo es la vida a bordo de una serie de chalupas que, al menos hasta hoy, han navegado cientos de kilómetros de estrechos canales acuáticos llenos de una maleza que suele destrozar el cronograma de avance del viaje y, por momentos, la voluntad de un equipo entregado al descubrimiento.

Pero la parte gruesa del proyecto se encuentra en una plataforma en la que se pueden consultar archivos como audios del viaje (571), lecturas de sensores que toman mediciones del entorno (778.778) e información sobre avistamientos de flora y fauna, así como las imágenes que va produciendo la expedición (además de las que se suben a Instagram). La travesía también tiene presencia en Medium (en donde hay varias entradas de blog sobre aspectos relacionados con el viaje) y en iTunes, a través de un podcast en el que los científicos hablan sobre su trabajo de campo, entre otras cosas. Una porción del material fotográfico es producido por Cory Richards, quien está documentando el viaje para la revista de National Geographic, en conjunto con la periodista Alexandra Fuller (Richards tiene su propia cuenta de Instagram en @coryrichards).

Buena parte del material multimedia que produce la expedición es coordinado por el artista Jer Thorp, quien forma parte del programa de exploradores emergentes de National Geographic y quien también trabajó con The New York Times en un área conocida como visualización de datos.

Thorp es un profesional que trabaja en la intersección entre cosas como el arte, la tecnología y la ciencia, por ejemplo, para producir trabajos que, partiendo de la información dura y cruda, evolucionan hacia productos que entregan significado y relevancia a un cúmulo de datos. En últimas, se trata de humanizar para entender, para sensibilizar, para expandir el conocimiento que, de otra forma, resultaría accesible sólo para un nicho.

En una de las publicaciones del equipo, uno de los científicos dice: “Sigan nuestro recorrido en el mapa y si ven que vamos saliéndonos de curso, por favor avísennos”. Travesía interactiva, tal vez. Una forma innovadora de hacer ciencia, quizás. Interesante, por supuesto.

Por Santiago La Rotta

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