Turismo

Así es vivir en Aarhus, la actual Capital Cultural de Europa

Fue nombrada Capital Cultural de Europa para 2017 por la Unión Europea como parte de un programa que desde 1985 busca “destacar y fortalecer la diversidad de la cultura europea” y “dar a los europeos un sentido de ciudadanía”.

Estefanía Zárate Angarita / Especial para El Espectador
14 de abril de 2017 - 09:50 p. m.
Pixabay
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En una parada cualquiera, el conductor del bus se levantó y tocó una campana. Sonriente, dijo en danés, que estábamos celebrando el nacimiento de una nueva vida en la Capital Cultural de Europa. Así son bienvenidos los bebés que ven la luz por primera vez en Aarhus, Dinamarca: con campanazos de júbilo que rasgan el silencio de la moderna biblioteca DOKK1 y la rutina del transporte público. Esos son los detalles que hacen de esta una ciudad mágica.

Aarhus fue nombrada Capital Cultural de Europa para 2017 por la Unión Europea como parte de un programa que desde 1985 busca “destacar y fortalecer la diversidad de la cultura europea” y “dar a los europeos un sentido de ciudadanía”, según la organización.

Pero para aquellos como yo, que no somos ciudadanos del viejo continente, la experiencia de vivir en la actual Capital Cultural de Europa es diferente. Desde que llegué a Aarhus, cientos de estereotipos sobre Dinamarca y su gente se desmoronaron. Otros se hicieron más fuertes. Lo cierto es que “cultura” no es lo mismo aquí que allá en Colombia.

Esta ciudad-puerto de origen vikingo tiene 330.000 habitantes. De acuerdo con el Departamento de Estadísticas de Dinamarca, más de la mitad de la gente en Aarhus tiene entre 18 y 30 años; estudiantes de pregrados, maestrías o doctorados. En otras palabras, aquí vive más gente que en Palmira y menos que en Neiva, pero hay tantos estudiantes como tres veces los de la Nacional. ¡Es el paraíso de la juventud! ¡El paraíso de la educación!

Y mientras que la inmensa Bogotá tiene algo más de 440 kilómetros de ciclorrutas, la pequeña Aarhus casi alcanza los 700 kilómetros de vías exclusivas, pues dos de cada cinco personas usan la bici a diario como medio de transporte. No importa si es de día o de noche, si está nevando o calienta el sol (lo cual no es nada frecuente), siempre siempre se ve gente en bicicleta.

Y todavía no estoy hablando de “cultura”.

Al que no le gusta andar en bici, anda en bus. Para moverse en bus en Aarhus, la gente compra una tarjeta con crédito (como en transmilenio) o compra los pasajes a través una aplicación en el celular. Todas las estaciones y vehículos tienen WiFI gratis (y del bueno). No hay torniquetes, nadie cobra, todo el mundo paga porque ajá, porque por qué no. Muy de vez en cuando hay guardias que entran a los buses para verificar que todo el mundo tenga tiquete, pero muy de vez en cuando, porque prácticamente no es necesario.

Con todo lo anterior dicho, ahora sí, a qué le llaman “cultura”.

La reina de Dinamarca (pero no la de belleza), su majestad Margrethe II, también patrona de la Capital Cultural de Europa, muy bien lo dijo:: “En todas sus formas, la cultura nos enriquece como seres humanos: desde las artes visuales hasta la música, desde la literatura hasta el teatro y la danza, la cultura despierta nuestra empatía e invita a la participación”.

Para Jacob Bundsgaard, el alcalde de Aarhus, este es un proyecto “centrado en desarrollo urbano, sostenibilidad, gastronomía, comida y deportes”, cuyo eslogan “Rethink” (volver a pensar, reformular) invita a la innovación. Y la ciudad en sí misma es innovadora. Edificios de vidrio como la biblioteca DOKK1, en pleno puerto y con vista al mar, y el complejo tecnológico Incuba son iconos de progreso.  

Acá nada está improvisado. La ciudad de Aarhus lleva ocho años preparándose para ser durante 2017 la anfitriona de más de 250 actividades, entre festivales, exhibiciones artísticas, conciertos, instalaciones, obras de teatro y más. El protagonista es el museo ARoS que tiene un mirador 360 grados en el centro de la ciudad, cuyos ventanales reflejan los colores del arcoíris, y 1450 metros cuadrados de galerías.


Vivir en la Capital Cultural de Europa es sentir por primera vez eso que tanto mencionamos ser en el siglo XXI: ciudadanos del mundo. Es “re-pensar” nuestro concepto de ”cultura” a cada paso. Es saber en Colombia tenemos mucho por hacer.

Por Estefanía Zárate Angarita / Especial para El Espectador

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