Turismo

Bucear entre naufragios

Con varios arrecifes y barcos hundidos, esta isla es uno de los lugares predilectos para practicar la actividad. Sus mares están llenos de historia y de especies sorprendentes.

Redacción Buen Viaje
15 de enero de 2013 - 03:12 p. m.
El área del Parque Arikok es de 32 km cuadrados. / Oficina de Turismo de Aruba
El área del Parque Arikok es de 32 km cuadrados. / Oficina de Turismo de Aruba

Navegar en los linderos de Aruba era un riesgo inminente. El hecho de surcar el mar de esa pequeña isla en los años en que Europa empezaba a padecer la Segunda Guerra Mundial, era embarcarse en un crucero de infortunios. Pese a ello, el carguero alemán Antilla había arribado al océano de esa pequeña isla para adelantar labores de inteligencia. Aruba entonces, aunque ubicada a tan solo 25 kilómetros de las costas venezolanas, era propiedad de Holanda, un país que acababa de tomar la decisión de oponerse al régimen nazi.

Transcurrían los primeros meses de 1940, cuando el Antilla, bajo el mando del capitán Schmidt, atravesaba el noroeste de Aruba. Al percatarse de su presencia, el gobierno holandés, que se había impuesto desde el siglo XVII, ordenó confiscarlo de inmediato. Pero el orgullo germano no aceptó las 24 horas de plazo que les habían otorgado para su rendición. No aceptó, ni siquiera, que su nave —apodada el ‘Barco Fantasma’ gracias a su admirable cautela— cayera en manos enemigas.

Por eso Schmidt hizo descender a su tripulación —que pasaría el resto de la guerra como prisionera en el que es hoy el Divi Flamingo Hotel—, para luego ordenar la apertura de las compuertas. El agua inundó el barco y, paulatinamente, se sumergió en las profundidades del Caribe.

Desde aquel entonces han pasado más de 70 años. Durante ese lapso, infinidad de peces y una enorme capa de coral se empezaron a apoderar de los restos del navío, hasta convertirlo en un asombroso lugar lleno de vida. Y aunque tal vez para esa fecha pocos advirtieron la existencia de un nuevo mundo marino, hoy ese carguero es uno de los sitios predilectos para practicar una actividad que nadie puede pasar por alto cuando pisa las arenas de Aruba: el buceo.

Como el Antilla —que con sus 397 pies de largo es uno de los barcos más grandes hundidos en el mar Caribe— hay alrededor de una docena de naufragios que con el correr del tiempo han ido rodeando la isla. A todos los colonizaron grandes esponjas tubo, familias de anguilas, langostas, peces escorpión, peces ángel y cardúmenes que han sorprendido a una buena cantidad de turistas que se han atrevido a adentrarse en el mar.

Además de los animales que se esconden en el interior de los bergantines, las historias que hay detrás de cada uno han atraído a buzos de todo el mundo. Quizás la de La Vera, un carguero que en 1954 se llevó a las profundidades varias de las riquezas que guardaban los nazis, es una de las que a más viajeros ha seducido. Ellos lo visitan con frecuencia en búsqueda de oro y objetos de valor.

Esos tesoros y los miles de animales que los resguardan han convertido a Aruba en uno de los destinos más preciados para explorar el océano. Y pese a que algunos alcanzan los 90 metros de profundidad, varios están a tan solo 10 y 20 metros, permitiendo que buzos sin mucha experiencia puedan escrutar los terrenos marinos.

Los naufragios, sin embargo, no son las únicas áreas para bucear en la isla. Varios arrecifes coralinos que bordean las costas del sur ocultan una gran diversidad de especies. El Malmolk, el Baby Beach y el Sonesta, por ejemplo, esconden langostas, pulpos, cangrejos, estrellas de mar y una inusual cantidad de rayas que sortean las esponjas tubos de múltiples colores. Y así como estos paisajes facilitan el buceo para principiantes al no superar los 25 metros de profundidad, también hay formaciones de coral que alcanzan los 40 metros y que resguardan animales asombrosos.

Tan atractivos han resultado los espacios para practicar esta actividad que, de hecho, en una ocasión un hotel decidió comprar el Sonesta Airplane, un avión subastado por el Gobierno, para luego arrojarlo a diez metros de sus playas. “Como ese naufragio hay varios que hemos sumergido para que se conviertan en arrecifes artificiales. El Jane C, un carguero inglés de 250 pies, lo hundimos hace más de 20 años y ahora está repleto de corales”, cuenta Castro Pérez, un habitante de la isla que desde hace varias décadas se ha dedicado a explorar el mar Caribe.

Gracias a él y a muchas de las casi dos millones de personas que viven en Aruba, la isla hoy tiene un poco más de 40 lugares para bucear. Adentrarse en ellos no es más que una aventura para revivir episodios históricos en medio de paisajes inolvidables.

Algunos datos relevantes

¿Cómo llegar?

Desde Bogotá salen constantemente vuelos para Aruba, de diferentes aerolíneas, cuyo precio oscila entre $1’000.000 y $2’000.000. Para poder ingresar, los colombianos deben tener visa Schengen, de los Países Bajos, Americana o Canadiense. Es prohibido permanecer en la isla por más de 30 días.

¿Cuánto cuesta bucear?

El alquiler del equipo completo tiene un valor de entre 25 y 45 dólares. Además, se ofrecen planes para principiantes que no superan los 90 dólares y que permiten descender hasta 35 pies de profundidad. También hay cursos para aquellos que quieran obtener la certificación que les permite hacer buceo en cualquier parte del mundo. Tienen una duración aproximada de cinco días y su precio está entre los 400 y 500 dólares.

Explore el interior de la isla

 

Aunque el buceo en Aruba es una actividad que no se debería pasar por alto, la isla tiene, además, una gran variedad de atracciones para ofrecer a los viajeros. El Parque Nacional Arikok es tal vez una de las más llamativas.

Con un área que equivale a la quinta parte de la superficie de Aruba, en esta reserva natural se encuentran varios lugares históricos y formaciones geológicas admirables. La formación de lava y de piedra caliza que se extiende hasta la costa, por ejemplo, evidencia los rastros que dejaron los primeros habitantes.

También se pueden explorar las cuevas subterráneas del monte Jamanota, donde se esconden varias de las diferentes especies de reptiles que habitan la zona.

 

 

Por Redacción Buen Viaje

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