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El Salvador, tierra de tesoros escondidos

El país más pequeño de Centroamérica abre sus puertas al mundo con impactantes escenarios naturales y culturales.

Jahel Mahecha Castro
20 de noviembre de 2013 - 05:29 p. m.
El Salvador, tierra de tesoros escondidos

Podría recorrerse en un solo día y ser el mejor lugar para escapar de la rutina. Es un paraíso oculto que espera ansioso ser descubierto. Aunque aparece tímidamente en el mapa, El Salvador se ha convertido en una de las joyas del continente que brilla por su infinita diversidad cultural y natural. Rutas de historia, arte, mar, café y flores destacan la belleza de esa tierra que incita a disfrutarla sin mucha prisa.

Para empezar a descubrir su encanto, basta con abrir los ojos y aprovechar el sol de la mañana. A sólo 45 minutos de la capital, San Salvador, 300 kilómetros de playas doradas protagonizan una obra de la naturaleza sin igual. Grandes olas y arrecifes rocosos han transformado al país en uno de los mejores destinos para practicar surf, buceo y snorkel. La Ruta del Sol, como se le conoce al litoral, compone el patrimonio natural de El Salvador que entre palmeras y aguas turquesas invita a compartirla en pareja o en familia.

El Zonte, uno de los parajes más apetecidos por los deportistas, es escenario de campeonatos internacionales durante todo el año. Las Flores, playa para la relajación, cuenta con numerosas pozas de marea donde es posible sumergirse y flotar sin sentir la fuerza del oleaje. Puerto de Acajutla, ideal para practicar pesca deportiva, es el mejor espacio para probar suculentos platos locales como el sopón mareño y la crema de langosta.

Lejos del sonido del mar, un camino rodeado de árboles conduce al mundo maya. Los más grandes vestigios arqueológicos del territorio tienen lugar en la Joya de Cerén, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993. Allí se pueden apreciar muestras de cerámica que dan cuenta de la vida cotidiana de esa legendaria civilización. Vasijas, dormitorios, bodegas y terrenos de cultivos limitados con cercos de madera forman parte de los hallazgos. A pocos kilómetros San Andrés y Tazumal desnudan la belleza de dos grandes estructuras piramidales que en tiempos milenarios fueron centros de culto. El misticismo de la zona se extiende al parque arqueológico Casa Blanca, que bajo imponentes templos guarda la historia y las costumbres del pueblo.

Mientras cae la tarde y el entorno se viste de rojo, la región agrícola salvadoreña abraza a cientos de fincas cafeteras donde se vive y se enseña entre taza y taza el legado del café, uno de los más apetecidos en todo el mundo por su suavidad y calidad. Cabalgatas, senderismo, camping y recorridos en bicicleta son algunas de las opciones para disfrutar sus paisajes de montañas y lagunas.

Muy cerca está el Parque Nacional Los Volcanes, que ofrece una panorámica que deja sin aliento. Desde el Mirador del Pacífico se aprecia la majestuosidad de los volcanes Izalco, San Miguel, Conchagua y el icónico Santa Ana, el más alto del país. En su cráter reposa una laguna de agua sulfurosa de color esmeralda con más de 300 metros de profundidad, que contrasta con la opacidad del ecosistema.

Fuera del entorno natural, la capital salvadoreña tiene cientos de planes por descubrir. El centro histórico, pese a sufrir numerosos desastres naturales como el terremoto de 1986, se resiste a dejar atrás su pasado colonial y la herencia de las construcciones de estilo europeo que fueron erigidas entre los siglos XIX y XX. Calles empedradas y casonas coloridas le imprimen un aire de romance inconfundible.

La Catedral Metropolitana de San Salvador, la Biblioteca Nacional, el Palacio Nacional, la Plaza Libertad y la Casa de las Academias son otros de los símbolos de la ciudad. El monumento al Divino Salvador del Mundo, que destaca la figura de Cristo (patrón del país) es uno más de los atractivos de la región, pues en él se materializan la historia y las creencias de su gente.

La Zona Rosa, la cara festiva de San Salvador, también es uno de los lugares más concurridos. Bares, restaurantes, cafés y boutiques adornan cada rincón de la Colonia San Benito, que todos los viernes y sábados vibra al ritmo de guitarras y tamboras.

Hoy, en medio de volcanes, mares y exuberantes paisajes el país empieza a consolidarse como uno de los destinos imperdibles del continente, pues reúne en un solo lugar una infinita lista de opciones para divertirse, descansar y soñar.

Por Jahel Mahecha Castro

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