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Gigantes del mar

A cinco horas de Rioacha se encuentra un escenario de gigantescas montañas de arena que custodian una de las playas más impactantes de La Guajira.

Redacción Buen Viaje
25 de junio de 2013 - 08:58 a. m.
Gigantes del mar

Los vientos de 25 a 30 nudos que durante la mayor parte del año soplan en Punta Gallinas, al norte de la Península de La Guajira, han formado con el tiempo enormes dunas de arena. Después de salir de Rioacha, la capital del departamento, de recorrer un pedazo de desierto, en el que arbustos y cactus han conquistado un buen terreno; de pasar por Uribia, uno de los municipios con mayor población de indígenas wayúu y de observar los asentamientos de sal que a veces dan la ilusión de ser un espejo de agua sobre la arena, se llega a las Dunas de Taroa.

Se trata de un lugar extraordinario, mágico. Son más de 20 kilómetros de inmensas montañas de arena naranja, espesa. Para evitar que se deterioren por el paso de los carros, la comunidad hizo una especie de cerca con pequeñas piedras y troncos que garantizan el acceso únicamente caminando. La subida es agotadora. Los pies se hunden inevitablemente y aunque el viento sopla fuerte el sol no da tregua.

Hasta subir a la cima lo único que se ve es arena en todas las direcciones. A medida que se va llegando a la parte más alta de las dunas, comienza a oírse el rugido de las olas, que en este punto de La Guajira golpean con fuerza sobre la playa. A lo lejos está el mar azul, agitado, de olas inmensas que arrastran con fuerza a los bañistas hasta la orilla y desafían a widsurfistas y kitesurfistas que encuentran en este lugar uno de los escenarios más extraordinarios para navegar.

A pesar del poder de las olas, que irremediablemente terminan revolcando a los bañistas, es un sitio increíble para disfrutar del mar y de una caminata por la arena. No se ve basura y son pocas las personas que visitan las dunas. Todavía es un paraje poco conocido, que ha logrado mantenerse intacto. Aunque la experiencia de estar en este lugar es única, el atardecer es todavía más sublime. Mientras el sol se esconde por un costado, tiñendo de naranja la playa y el agua, por el otro sobresale la luna, en medio de un cielo azul en el que no se asoma ni una nube. 

Por Redacción Buen Viaje

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