Turismo

Viajando por Europa con 10 euros

Hace una semana completé 75 días viajando a dedo. Recorrí 4.200 kilómetros desde San Petersburgo hasta París, gastando un promedio de 10 euros por día.

Felipe Villegas Múnera
05 de septiembre de 2017 - 07:36 p. m.
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Todo comenzó una mañana de junio en la que decidí viajar desde Rusia hasta Talinn (Estonia). A las 8:00 a.m. ya estaba en la autopista con el dedo gordo en alto y la actitud positiva esperando a que alguien me recogiera. Le había pedido a una amiga que escribiera un pequeño letrero en ruso explicando para dónde iba, ya que en Rusia pocas personas hablan inglés.

Pasaron horas hasta que conseguí mi primer aventón: un ortodoxo que sólo hablaba ruso pero que logró entenderme y ayudar. Avanzamos 60 kilómetros hasta una estación en donde me regaló una Coca-Cola y nos despedimos. A partir de allí fue más fácil conseguir vehículos que me recogieran.

Cuando llegué a la frontera rusa fui separado de las demás personas y enviado a un cuarto privado. Esto debido a mi pasaporte colombiano. Normalmente, las personas que cruzan esta frontera son rusas o europeas, así que era sospechoso para los agentes de inmigración ver una libreta diferente. Era domingo y el único agente que hablaba español tenía el día libre, así que me tocó esperar dos horas. El agente se sentó y sólo hizo un par de preguntas. Luego de contarle sobre mis viajes y mostrarle el blog, me dejó pasar.

En el lado de Estonia fue más fácil. El agente me preguntó cuánto tiempo iba a estar y me recordó que no podía trabajar durante mi estadía. Así ingresé. Primero visité los países bálticos: Estonia, Letonia y Lituania. Al comienzo me impactó la belleza de los castillos y las iglesias. Los paisajes te permiten recrear un poco lo que habría sido la historia de esos países. No obstante, a medida que pasé de un país a otro, casi no noté la diferencia. En mi cabeza sólo pensaba: “Otra vez castillos, otra vez iglesias, otra vez grupos de asiáticos o de personas de edad tomando fotos”. Además era junio, pero el clima era frío y lluvioso. Así que huí de los países bálticos y me fui a Polonia.

Hice un recorrido de 470 kilómetros a dedo desde Vilna (Lituania) hasta Varsovia para encontrarme con mi hermana. Una de las personas que conocí se llama Ramonas. Un joven flaco, alto, con barba roja, que me llevó a una iglesia secreta en dirección a Polonia. Ésta quedaba dentro de un bosque y tenía forma de pirámide de vidrio. Luego, sin quererlo, me dejó en la autopista en un lugar donde nadie paraba, y además empezó a llover. Así que caminé durante dos horas hasta que me recogió Dennis, un ucraniano que compra carros en Lituania y los vende en Ucrania. Me llevó a un pueblo que quedaba a dos horas de Varsovia. Allí me recogió Maciej, un polaco que se dedica a perseguir eclipses solares. Me dejó afuera de la ciudad, donde me recogió un señor que iba a Varsovia. Luego de todo este trayecto logré encontrarme con mi hermana, a quien no veía desde hacía tres años.

Viajé con ella y su novio por Polonia y encontramos Zakopane, un pueblo con arquitectura similar a la de los Alpes suizos, rodeado por la cordillera de los Tatras y paisajes increíbles. Pude hacer senderismo en las montañas y encontré el lago Morskie Oko, cuya agua era verde esmeralda y se podía apreciar las montañas con picos de nieve.

Cuando crucé a Eslovaquia llegué al pueblo Stara Lubovna, cuya población no supera los 16.000 habitantes. Allí me recibieron dos amigos con varios tragos de Slivovica, un licor tradicional que está hecho a base de ciruelas silvestres. Los eslovacos beben todos los días y son excelentes anfitriones, por lo que creo que pasé más días en Eslovaquia bajo los efectos del alcohol que sobrio. No obstante, la razón por la que vine es porque en Stara Lubovna también se puede hacer senderismo en los Tatras. Así que seguí con más senderismo y paisajes increíbles en Eslovaquia, para luego pasar a Budapest (Hungría).

Budapest es una ciudad dividida por el Danubio y unida por varios puentes. Antiguamente eran dos pueblos: uno Buda y el otro Pest. Todavía se nota una pequeña rivalidad entre ambos lados, pero el ambiente que se vive en Budapest es excelente durante el verano.

Luego pasé por Viena y Praga. La primera me sorprendió. Es una ciudad famosa por el arte, la ópera y arquitectura. Lo que me llamó la atención es que estaba llena de vida durante el verano y rodeada de jóvenes. Antes me habían hablado de ella como un lugar aburrido. En Praga me llevé una decepción grande. La verdad, esta es una ciudad hermosa y con historia, pero está saturada de turistas. No había espacio por donde caminar. Le daré una nueva oportunidad en el futuro.

Viajando por Alemania di con Berlín. La capital del país más poderoso de Europa, pero con un pasado gris que aún se siente. La imagen de Alemania es que es limpia y todo funciona milimétricamente. Berlín es lo opuesto. Esto la hace fascinante. Visitar los lugares como el muro de Berlín, la puerta de Brandeburgo y el Reichstag es obligatorio.

Por Felipe Villegas Múnera

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