Sexo con toques de riesgo

Cuando la rutina aburre y el deseo por la pareja parece envolatarse, es el momento propicio para aventurarse a nuevas experiencias sexuales, dejando por un rato de lado todas las ataduras culturales y morales que acechan la cabeza.

Por El Espectador

02 de septiembre de 2011

Sexo con toques de riesgo

La conducta sexual, así como el comportamiento humano, es plural y compleja y reta los esquemas de clasificación que pecan por simplistas. Es una tarea ardua, aquella que abarca la delimitación de los conceptos de normalidad y anormalidad en la sexualidad humana.

La distinción entre una y otra generalmente se da por un carácter arbitrario y supone juicios de valor de carácter subjetivo, que varían de una persona a otra. Normal, puede definirse como todo lo que se adecúa a un patrón usual o característico; sin embargo lo insólito y atípico no sólo cambia según las culturas, sino que varía igualmente con el paso del tiempo.

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Si la conducta sexual se analiza desde una perspectiva sociológica, tendremos que la conducta que va más allá de los límites de los hábitos aceptados y de las normas de una colectividad determinada, se considera pervertida. Desde un prisma estadístico, es normal lo común, lo mayoritario, mientras que se considera anormal lo impopular. Desde una óptica psicológica, es anormal lo que genera una sensación personal y subjetiva de malestar. Así, podría ser definido de formas infinitas lo que puede considerarse como un comportamiento sexual anormal o desviado.

Dentro de las conductas sexuales más extremas se encuentra la práctica del sadomasoquismo, la cual resulta tan despreciable para algunos como extremadamente excitante para otros. La explicación de esta práctica se resume en la clásica dicotomía poder-sumisión que se define como un mecanismo evolutivo; que mas allá de una manifestación de la relación entre sexo y violencia, más bien corresponde a un espectro en el que tienen cabida la exploración directa de la sensibilidad cutánea y muscular, el ensayo a prueba de la representación de diversos papeles, y el masoquismo auténtico, que es el deseo de recibir castigo en expiación de la sexualidad.

A pesar de lo inusual de este tipo de conductas sexuales, estas no son consideradas anormales, pues desde la óptica de la sexualidad todo aquello capaz de hacer experimentar placer es válido, siempre y cuando no represente un peligro inminente para la persona o su pareja y así poco a poco se pase de disfrutar de una fantasía sexual a desarrollar una parafilia, donde la excitación sexual y la gratificación del individuo estén dadas por entero a una experiencia sexual insólita que se convierte en el foco principal de la conducta sexual. Hay otras prácticas que pueden resultar menos riesgosas y que por el contrario pueden resultar una ráfaga de aires frescos para la intimidad.

Disfraces, siempre se puede ser otra

"En la variedad está el placer" es tan recurrente este popular refrán que las personas se olvidan de su significado. Una de las cosas divertidas de variar en la cama es precisamente la posibilidad de explorar algo distinto, conquistar un nuevo territorio, un nuevo cuerpo. Ese nuevo cuerpo puede ser una pareja distinta cada vez, al menos en el aspecto y en la actitud, así se trate del mismo en la médula. Eso es lo divertido de disfrazarse: convertirse en otro y dejar de lado los propios miedos, los propios límites. Es un ejercicio liberador y creativo. Jugar a ser otros no se debe quedar sólo en un sugestivo disfraz -que por cierto no debe faltar para facilitarle el trabajo a la imaginación- incluye inventarse una personalidad y una actitud sexual. Esa que tal vez no nos atrevemos a revelar.

Esposas y ataduras

De lo que se tratan estas prácticas que incluyen el uso de esposas, amarrar las manos y vendarle los ojos a la pareja es de jugar con los roles de poder: el de la dominación y la sumisión. Es la posibilidad de confiar completamente en el otro y de alguna manera entregarle la potestad del deseo. La incapacidad de movimiento de las manos tiene para muchas un efecto excitante porque crea una gran sobreexposición frente al otro, una incapacidad de de defensa.

palmadas, ¿hasta dónde?

Mordidas, palmadas, tirones de pelo e incluso algunos arañazos pueden ser ingredientes importantes para una buena noche de placer. Sin embargo, cuando esta práctica se vuelve constante e imprescindible para lograr el placer, hay un problema. Algunos sexólogos colombianos alertan sobre la tendencia del spanking. Se trata de personas que confiensan llegar al orgasmo sólo a punta de nalgadas. “Cuando ya no hay clímax sin los golpes se requiere atención, las personas se pueden estar convirtiendo en masoquistas o abusadores. Muchos comienzan con esta práctica y luego no paran”, explica Germán Medina, sexólogo de la Universidad Nacional. 

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