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Darwin Blanch, el niño de 16 años que se le enfrentó a Rafael Nadal

La historia del joven que se midió contra el legendario tenista español en el Abierto de Madrid.

Juan Diego Forero Vélez - @JuanDiegoFore10
25 de abril de 2024 - 09:01 p. m.
El tenista español Rafael Nadal (der.) tras derrotar al estadounidense Darwin Blanch (izq.) en el partido de este jueves del Mutua Madrid Open disputado en la Caja Mágica.
El tenista español Rafael Nadal (der.) tras derrotar al estadounidense Darwin Blanch (izq.) en el partido de este jueves del Mutua Madrid Open disputado en la Caja Mágica.
Foto: EFE - Chema Moya

Rafael Nadal entró al campo con pasos firmes, ceñudo. La cancha que en tantas ocasiones lo había visto ser campeón, cuatro en total, lo recibió con una reverencia medida. Levantó la mano derecha, curtida y cubierta con eternos vendajes en los dedos, y saludó al público que lo espiaba desde las gradas con miradas curiosas.

Al lado del español caminaba un niño desconocido, un poco más alto, menudo, con los brazos delgados. Andando a un ritmo ininterrumpido y rígido. Si estaba nervioso no lo demostró; su cara se mantuvo impávida y ajena a los aplausos. Se dirigió hacia su banquillo, liberó su raqueta y empezó a calentar con la mirada perdida en un punto indefinido de la cancha.

La diferencia entre ambos era abismal, se notaba. La confianza que reflejaba la cara seria de Nadal solo se puede justificar si se conoce en profundidad su leyenda. Pero el joven Darwin tampoco parecía afectado por el espectáculo que se avecinaba, ni parecía aturdido por la euforia de los fanáticos, sentados en sus sillas, ancladas al suelo. Nadie esperaba que el juego fuera parejo o competitivo. Y no lo fue. Nadal acabó con el imperturbable ánimo de Blanch en una hora y cuatro minutos. Terminó el partido casi sin despeinarse, con un compromiso radical. Tras la derrota sufrida en Barcelona contra Álex De Miñaur, su próximo rival en La Caja Mágica, el manacorí expresó que su cuerpo aún sufría y que la idea de llevarlo al límite aún no le permitía jugar del todo suelto.

El miedo que Blanch escondió en su semblante plano se evidenció pletóricamente en el temblor de su muñeca. El joven zurdo no estuvo suelto; solo se limitó a golpear la pelota con rapidez y con poca precisión, acortando los puntos, que se fueron convirtiendo en un regalo para Rafa. “Guys I play Nadal WTF” (chicos, juego contra Nadal), fue lo que dijo cuando se enteró de quién sería su rival en primera ronda del Abierto de Madrid, junto a una fotografía donde aparecía tapándose la cara, entre emocionado y aterrorizado.

La historia de Darwin Blanch

Darwin es el menor de cuatro hermanos tenistas. Su papá es un ciudadano del mundo que nació en Huesca, a cuatro horas de Madrid. Él y sus hijos se han tenido que desplazar por varios países debido a su trabajo, pero desde el principio estaba claro que el destino de todos iba a estar entrelazado con el esfuerzo y el arte.

Los cuatro decidieron comprometerse de forma autónoma con el deporte blanco, pero según Antonio Casales, fundador de la Ferrero Tennis Academy, él es el más prometedor. Mide 1,90 metros, golpea con mucha fuerza, y goza de un saque muy rápido, que el día de hoy superó en varias ocasiones los 200 Km/h.

“Le gusta mucho el tenis. No sé hasta dónde puede llegar, no se puede decir tan pronto. Pero apunta a que va a ser profesional”, dijo Casales, refiriéndose a Darwin, que entrena en la academia junto a Carlos Alcaraz con regularidad y que trajo a todos sus hermanos al lugar, maravillado con el estilo de trabajo, la intensidad y el compromiso de los entrenadores.

El camino de Darwin empezó en Argentina, allí fue donde tuvo su primer acercamiento con el tenis, pero en 2020 volvió a España y fue acogido por la academia de Rafael Nadal, que lo mimó y cuidó como a un pequeño retoño quebradizo. Es el segundo jugador más joven en conseguir un punto ATP e incluso recibió unas felicitaciones de Carlos Alcaraz al hacerlo, algo sentidas. “Me alegro mucho por ti, aunque me hayas adelantado” le escribió el murciano, que durante su recuperación en enero, tras no poder jugar el Australia Open este año, entrenó un poco con él.

Blanch habla inglés, español y chino, pero fue imposible que hablara el mismo idioma de Rafa hoy en el campo, que añoraba fervientemente terminar el partido e irse a las duchas. La mente del manacorí, que está a 205 victorias de cazar al máximo ganador sobre polvo de ladrillo, Guillermo Vilas, estaba en el partido siguiente y en el paso siguiente; el que le dictará si estará o no en Roland Garros, o en los Juegos Olímpicos; porque esta es su última temporada y cada servicio que lanza parece ser el definitivo. Ya nada depende de él y de su espíritu, que sabemos, no tiene límites. La diferencia de edades fue tan grande que estableció un récord. 21 años y 117 días separaban al espigado Darwin del máximo ganador de Roland Garros de todos los tiempos. Pasaron cuatro años después del debut de Rafa en La Caja Mágica para que naciera Blanch, y cuando este nació, Nadal ya había ganado su primer trofeo en el torneo y había acumulado 23 coronas en el circuito ATP.

El junior lo explicó todo muy bien luego del partido: “Fue una experiencia muy buena, pero no fue mi mejor partido, no pude sacar mi nivel. Me sentí bastante mal, la intensidad que pone a la bola es brutal, mentalmente siempre está ahí. O entras muy enchufado o pasa esto”, dijo, desvergonzado y orgulloso, aunque muy crítico y consciente de lo sucedido.

No tuvo un buen partido, pero jugó contra uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, y en polvo de ladrillo, su hábitat natural. Nadie es más feroz que Rafa en esa superficie. Se notó la fuerza con la que golpeaba la pelota y la frustración que tenía al no poder sacar a relucir su mejor juego, pero Nadal simplemente no se lo iba a permitir. Lo veremos en torneos futuros. Tiene personalidad.

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Por Juan Diego Forero Vélez - @JuanDiegoFore10

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