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No se desplaza a una sola cosa, la vida en torno a uno de los museos más importantes del mundo no permite perder tiempo, así que Vicente Todolí, desde hace seis años la cabeza de la Tate Modern de Londres, valenciano de nacimiento, pero ciudadano del mundo del arte, vino a Bogotá a visitar ArtBo, ver museos y colecciones privadas, conocer directores de instituciones y ver la obra de artistas nacionales. En otras palabras, visitar todos los recodos donde se exhibe arte contemporáneo, que por estos días son muchos en la ciudad.
Tras su recorrido por la feria, que tardó dos días, pues “el ojo se cansa”, este curador que se formó en Nueva York y que transformó y catapultó primero el Instituto Valenciano de Arte Moderno y posteriormente el Museo de Serralves en Oporto (Portugal) habló con El Espectador.
¿Qué encontró en esta feria que es relativamente nueva?
Bueno, aunque conozco México, Brasil y Argentina, nunca había venido a Colombia. Aunque tuvimos a Doris Salcedo y tenemos a varios colombianos en la colección permanente, como Beatriz González, María Fernanda Cardozo, Óscar Muñoz, no conocía más del arte colombiano. La feria me ha sorprendido, tiene un mejor nivel de lo esperado, porque siempre cuando se empieza no es fácil traer un número importante de galerías, con buenos artistas. Y también el espacio es muy amplio, es muy clara. Me han gustado mucho los project rooms curados por María Iovino y el Salón de Arte Joven Artecámara.
Además de la feria, ¿para qué venir a Colombia ?
Para mí es la oportunidad de conocer mejor la situación aquí. Conocer otras instituciones, el Banco de la República, colecciones privadas. Voy al Museo de Arte Moderno de Bogotá. Si en un futuro queremos colaborar con las instituciones de un país tenemos que conocerlas. Entonces nunca viajo a un lugar sólo por una cosa.
Hablemos de Doris Salcedo y ‘Sibboleth’ (la grieta que atravesaba toda la sala de las turbinas de la galería), dicen que fue complejo su montaje, ¿qué me puede contar al respecto?
No podemos decir cómo fue, porque era una de las condiciones de ella para el montaje. Pero aunque parecía el más simple fue el más complejo que hemos montado ahí. A veces sucede, después concluimos que valió realmente la pena, tuvimos la recompensa. Es un trabajo que pasará a la historia de la Tate Modern. Es parte del imaginario de la institución.
En Colombia este trabajo fue de gran importancia, no sólo porque era nuestra artista en la Tate Modern, sino también por su significado. ¿Fue igual para los visitantes?
Sí porque no era una artista muy popular aunque la conocen los expertos. La visitaron más de 2.500 personas que no tienen un conocimiento profundo del arte pero quedaron muy tocadas, la recepción fue fantástica, fue inesperada. Sabíamos que sería una obra difícil, la obra de Doris no es de lectura fácil. Requiere atención y concentración, pero digamos que fue leída a multiniveles. Bastantes obras tienen eso, muchas veces hablan a un público introducido y también a un público más amplio.
Pero era una obra muy crítica, como un bofetada.
Ella dijo que hubiera sido difícil que otra institución acogiera este trabajo, sobre todo porque cuestiona la estructura del museo. Efectivamente había gente que estaba hablando, gente con el móvil y se tropezaba. En una país como el Reino Unido, donde las normas de seguridad son muy estrictas, tuvimos que luchar al máximo para que aceptaran exponer la obra tal cual. Lo primero que nos dijeron era que no podía estar descubierta, que la cubriéramos con flexiglass... ¡no puede ser, si lo cubres se destruye! Nos pidieron que pusiéramos cordones alrededor. Pero lo logramos hacer y rompimos los preceptos.
Hablando de las autoridades británicas, ¿cómo fue posible que la foto de Brooke Shields de 10 años titulada ‘Spiritual America’, exhibida dentro de la muestra ‘Arte pop: vida en un mundo material’, fuera censurada por orden de las autoridades?
Lo curioso es que esa misma obra yo la enseñé en 1989 en España y no pasó nada. Se mostró en el Guggenheim de Nueva York y no pasó nada. Hubo un caso de un juez que declaró que esta obra no tiene carácter erótico. La mayoría de las declaraciones fue de gente que no vio la obra. Lo oyeron en la radio o algo así. Personas involucradas en la protección de los derechos de los niños afirmaban que puede atraer paidófilos. Bueno, yo creo que un paidófilo puede verse atraído por cualquier cosa puesto que todo está en su mente. Digamos que muchas veces la pornografía está en la mente de quien la mira.
Nos sorprendió porque es una imagen que está en la web, si buscas Richard Prince aparece y está en todos los catálogos. Las leyes en Reino Unido son muy restrictivas, apareció la policía al día siguiente de la inauguración advirtiéndonos que podíamos estar cometiendo un delito, que además nos iba a llevar a 10 años de cárcel y quedar inscritos en la lista de abusadores sexuales.
¿Ustedes se imaginaron todo este alboroto, pretendían generar todo este escándalo?
No, para nada, se había enseñado en otras partes y no había pasado nada. Pero yo lo resumo en una cosa: el mismo día que nos quitaron la obra de la sala, esa noche en la cadena de transmisión pública pasaron Lolita. Así que no entiendo. Se realizó un debate público porque hay que aprovechar la situación para generar el debate público.
Volvamos a las ferias de arte. Mucho se ha debatido porque se considera que éstas han reemplazado o desplazado los salones de arte y las bienales...
Una bienal tiene un discurso detrás, guste o no, y las obras están elegidas en virtud de ese discurso. La feria se trata de la venta. Lo fundamental es la promoción de los artistas, promocionar y vender. Por desgracia, y en esto la prensa es responsable, se han equiparado las dos cosas. El New York Times, por ejemplo, pone al mismo nivel Venecia, Dokumenta y la feria de Basel.
El ejemplo que yo uso es que una bienal es como un jardín de plantas. La feria es como la tienda donde se compran. El jardín tiene un proyecto detrás, expresa un concepto, la tienda no. Una tienda de plantas no es un jardín botánico. Las bienales y los salones son jardines botánicos del arte. Eso no le quita importancia a la feria, está hecha para coleccionistas o gente que quiere adquirir arte. La misión de la feria es estimular el coleccionismo. El conocimiento del arte es misión de los museos y otras entidades.