Anatomía de un coctel antiséptico

El ‘frutiñazo’ y el ‘chamberlain’ son algunos de los nombres que jóvenes de Medellín le ponen a una bebida embriagante que hacen a base de alcohol antiséptico.

Pompilio Peña / Medellín
17 de abril de 2010 - 09:00 p. m.

Para los habitantes de Aranjuez, un barrio alto al nororiente de Medellín, el descanso llega los viernes en la noche tras una dura jornada de trabajo. Como lo dicta un común denominador de la idiosincrasia colombiana, la mayoría sale a la calle o ingresa al establecimiento de rumba de su gusto. Mientras estos beben ron o aguardiente, cerveza o tequila, vino o whisky, hay otro grupo más pequeño que se las ha ingeniado para sobrellevar la noche sin mucha plata, con su propia música y su propio alcohol.

La gente que los ve pasar los considera una generación perdida. Ellos no se ven así. Son estudiantes de colegio y universitarios, padres, trabajadores, músicos, artistas y todos, según cuentan, tienen proyectos a futuro.  Ellos prefieren la calle donde pueden tocar rock en sus guitarras y hablar cháchara. 

Entre todos reúnen un par de billetes y monedas y elaboran una bebida muy mal vista en la sociedad, aunque los tenderos disponen los ingredientes sin vacilar cuando los muchachos le piden un chámber. Quien prepara este líquido es llamado por todos el ‘alquimista’.

“Este licor no sólo se prepara en Medellín. Yo, que he viajado por toda Colombia, he visto revolver alcohol antiséptico con jugo de fruta, cerveza, vino y hasta con chicha; en Bogotá, incluso, se le añade lecherita y café”, comenta Alexis Higuita, un joven de 28 años. Según él, el más simple de preparar es el frutiñazo: media de alcohol antiséptico, agua y un sobre de Frutiño, no importa el sabor, todo en un envase de dos litros. Costo: $3.000.

Para el experto en tribus urbanas, el sociólogo Juan Guillermo Molina, profesor de la Universidad de Antioquia, esta clase de hechos se debe a que los jóvenes no tienen conciencia del mal que se hacen y porque el chámber les cuenta poco.  “La violencia, los problemas sociales y familiares también son una excusa, pues el alcohol, y añadamos también la marihuana y el perico, les permite, digámoslo de algún modo, separarse de ese mundo”, afirma.

Sexo, drogas y chamberlain

El chamberlain, por su sabor dulce, es el más aceptado. Ingredientes: alcohol, una bolsa de leche y una coca-cola litro y cuarto.  Primero se vierte el alcohol y luego la Coca Cola a la que previamente hay que quitar el gas para que no corte la leche que viene en seguida. Costo: cinco mil pesos.

Por su parte, el farmacólogo, profesor de la U. de Antioquia, Sergio Parra, asegura que “el peligro reside en que los muchachos terminen consumiendo un metílico, alcohol muy peligroso que puede causar daños en órganos e intoxicación”.

Pero a Alexis Higuita no le preocupa eso. Según él siempre lee las indicaciones del alcohol antes de consumirlo. Más de diez personas se rotan el envase con chamberlain bajo el nocturno alumbrado público.

Para comprender un poco más el fenómeno del consumo de alcohol y otras sustancias en la ciudad, el año pasado la Universidad Pontificia Bolivariana llevó a cabo una investigación que arrojó un preocupante resultado. Según la profesora María Rodríguez, la edad promedio del inicio del consumo de licor entre los encuestados fue a los catorce años. De las 789 personas consultadas en 17 establecimientos de rumba de la ciudad, más del 95% de ellos afirmaron haber consumido alcohol alguna vez en su vida.

“Mucha gente nos critica. Lo que pasa es que en este país el que bebe whisky ve mal al que bebe aguardiente, en ese orden de percepción nosotros quedamos como lo peorcito, a lo que yo podría contraponer diciendo que los colombianos bebemos, para olvidar que somos unos borrachos”, concluye Alexis.

Hace un par de meses para acá llegó al barrio una nueva variedad, el yogurazo.  Su nombre se debe al sabor a yogur. Los ingredientes son agua, una bolsa de leche, un Frutiño, media de alcohol antiséptico y una papeleta de leche en polvo.

Por Pompilio Peña / Medellín

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