Astronomía para ciegos

Desde hace 14 años el astrónomo argentino Sebastián Musso está dedicado a demostrar que la astronomía no es sólo para los que pueden observar las estrellas. Primero fue sólo una pregunta, pero luego se convirtió en un desafío: ¿cómo lograr que los ciegos puedan “ver” el cielo? La historia para encontrar la respuesta empezó en su país en 1999.

Esta semana Musso llegó a Medellín para dictar una conferencia en el Parque Explora sobre astronomía para ciegos. Además de ser divulgador científico, es director del Observatorio Astronómico de Mar del Plata y fundador y presidente del Centro de Estudios Astronómicos de la misma ciudad. Durante los preparativos de la que será la primera función para invidentes en un planetario en el país, Musso le contó a El Espectador cómo empezó a trabajar para que las personas que no pueden ver logren crear una imagen real del espacio.

“Yo trabajaba en un programa de radio local y al locutor principal se le ocurrió organizar un viaje para escalar un volcán con adolescentes ciegos. La idea me pareció fascinante, participé en las reuniones previas y los chicos me empezaron a consultar muchas cosas”. Musso cuenta que solucionaba fácilmente las preguntas teóricas, pero cuando los jóvenes querían saber, por ejemplo, cómo se veían las estrellas, no tenía muchas palabras para que lograran hacer un mapa mental del paisaje celeste. “Se me ocurrió que tenía que inventarme una herramienta para decirles cómo era un cielo estrellado”, dice Musso.

Hiparco de Nicea, uno de los astrónomos más importantes de la Antigüedad, descubrió que no todas las estrellas tienen el mismo brillo. Ese hallazgo le dio las herramientas a Musso para darle forma a su iniciativa: “Tomé la escala de Hiparco que divide las estrellas en seis magnitudes, del 1 al 6, según su brillo”. Las estrellas de magnitud 1 corresponden a los astros más brillantes y las de magnitud 6 a las que el ojo humano apenas puede ver. ¿Cómo dibujar este escenario para alguien que ni siquiera se imagina lo que es el brillo? Musso le asigna un sonido a cada estrella.

Por ejemplo, el sonido de Betelgeuse, una estrella gigante y roja que brilla en la constelación de Orión, se escucha con un volumen un poco más alto del que tendría una conversación común (más o menos 70 decibeles). Las menos brillantes, que los ojos apenas pueden percibir, suenan tan bajo como el ruido que producen las hojas de los árboles al caer.

Para que la banda sonora celeste sea aún más fiel a la realidad, Musso también tiene en cuenta el color de las estrellas. Debido a su edad, las estrellas tienen diferentes temperaturas que las hacen ver de diferentes colores. A las rojas se les asigna un sonido grave, a las azules uno agudo y las amarillas tiene un sonido intermedio.

Musso también ha adelantado procesos de astronomía táctil. Entre el material que ha desarrollado con el apoyo de otros investigadores hay una Luna con montañas y cráteres lunares que les permite a quienes la toquen imaginarse la superficie lunar. Actualmente sólo hay 15 lunas de estas en diferentes partes del mundo. Algunas están en España, Bangladesh, Puerto Rico y Francia.

Una de esas lunas viajó con Musso a Medellín y será presentada durante su conferencia esta tarde. Álvaro José Cano, líder temático de astronomía del Parque Explora, explica que “la idea es empezar a incluir a las personas con discapacidad y trabajar en un planetario para ciegos. Muchos creíamos que no era posible hacer astronomía para gente invidente, pero trabajos como los de Sebastián demuestran que no es cierto”.

La duración de una función para ciegos puede ser de 25 a 40 minutos, en palabras de Musso, el tiempo suficiente para que “los asistentes salgan emocionados por haber visto por primera vez el cielo”.

vlondono@elespectador.com

@vivilond