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Cartas a Einstein

El fundador de la Universidad de los Andes intercambió algunos mensajes con el gran genio del siglo XX, a quien convenció de hacer parte de la junta consultiva de la universidad.

Pablo Correa
20 de julio de 2013 - 09:00 p. m.
De izquierda a derecha: Dana Munro, Profesor de Historia (Princeton); John Von Neumann,Instituto de Estudios Avanzados (Princeton); Whitney Oats, Profesor de Humanidades y Griego (Princeton); A.Einstein; Oskar Morgenstern, Princeton, pionero teoría de juegos con Von Neumann; Mario Laserna, Decano de matemáticas, Uniandes; Samuel Wilkes, Profesor de Estadística (Princeton); Marston Morse, Profesor de matemáticas (Princeton); Salomon Lefschetz, Profesor de matemáticas.  /Cortesía Uniandes
De izquierda a derecha: Dana Munro, Profesor de Historia (Princeton); John Von Neumann,Instituto de Estudios Avanzados (Princeton); Whitney Oats, Profesor de Humanidades y Griego (Princeton); A.Einstein; Oskar Morgenstern, Princeton, pionero teoría de juegos con Von Neumann; Mario Laserna, Decano de matemáticas, Uniandes; Samuel Wilkes, Profesor de Estadística (Princeton); Marston Morse, Profesor de matemáticas (Princeton); Salomon Lefschetz, Profesor de matemáticas. /Cortesía Uniandes

En una de las dos fotos en las que Mario Laserna aparece junto a Albert Einstein, lo que más llama la atención es un posible reloj atado al tobillo derecho de Laserna. Einstein, el hombre que cambió nuestras ideas sobre el tiempo y el espacio, está sentado en el extremo derecho del mismo sofá, calza unas sandalias abiertas y luce un poco aburrido, o al menos cansado, en aquella estrecha sala de paredes decoradas.

García Márquez creyó que era un reloj. En un reportaje publicado en 1955 a propósito de la posesión de Alberto Lleras Camargo como rector de la Universidad de los Andes, comentó: “Mario Laserna —por lo menos en una de las fotografías— estaba vestido como siempre, pero con el reloj de pulsera en el tobillo izquierdo”.

¿Por qué Laserna llevaría puesto un reloj en el tobillo para su encuentro con Einstein? ¿Moda? ¿Una costumbre bogotana que lo acompañó hasta Princeton y con la que evitaba los raponeos de la época? ¿O simplemente una de las excentricidades por las que más tarde sería bien conocido entre sus amigos?

La foto fue tomada en 1952, de acuerdo con Diego Pizano, presidente del Consejo Superior de la Universidad de los Andes y quien escribió un pequeño libro titulado: Einstein-Laserna. Intercambio de ideas sobre la filosofía de la ciencia y la educación. Pero Pizano no cree que esa mancha en la media de Laserna corresponda a un reloj.

“García Márquez pensó que ese rombo era un reloj, pero métale lupa y claramente se ve que es un rombo”, es el veredicto de Pizano luego de revisar la foto original: “Laserna sí era un poco excéntrico. A veces sí se ponía una cachucha para atrás y las medias podían ser de colores distintos o llegaba de una corrida de vaquillas en traje de luces y así se iba a una reunión”.

Esa excentricidad explica la segunda foto que se conoce de Laserna con Einstein. Fue tomada el mismo día de la anterior pues los protagonistas llevan puesta la misma ropa. Con tan sólo 29 años, el joven matemático colombiano había logrado lo que a muchos en aquel tiempo les parecía una quijotada: convencer a algunas de las mentes más brillantes para que lo respaldaran en la fundación de una universidad en la falda de los Cerros Orientales de Bogotá. Además de Einstein, allí están haciendo parte de la “junta consultiva internacional” John von Neumann (el padre de la computación moderna), el matemático Solomon Lefschetz, el escritor Thornton Wilder, el médico Salvatore Lucia y el filósofo Ernest Nagel.

Laserna había llegado a la Universidad de Princeton en 1949. En la primera cita que logró con Einstein le contó su idea de crear una universidad privada independiente del Estado y de la Iglesia. Años más tarde Laserna le contó a su amigo Pizano que Einstein pensaba que era el Estado el que tenía la responsabilidad de promover la educación superior. Pero el argumento de Laserna de crear un poder académico independiente de los vaivenes de la política y los gobernantes de turno terminó por convencerlo de la bondad del proyecto.

A aquel guiño inicial de Einstein lo siguieron unos cuantos encuentros en el campus de la universidad y una corta y cordial correspondencia. Las dos cartas que se cruzaron fueron rescatadas por el profesor Eduardo Mitrani, egresado de la Universidad de los Andes, de los archivos sobre Einstein que se encuentran en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

En la primera carta, fechada el 17 de septiembre de 1953, Laserna le pide permiso a Einstein para publicar un manuscrito en el que resume en forma de diálogo algunas de las discusiones sobre teoría de la ciencia que tuvieron lugar durante sus encuentros. Einstein, en una carta fechada tan sólo cinco días después, explica brevemente por qué para él no existen grandes diferencias entre el “sentido común” y la ciencia. Luego de esto le pide no aparecer como coautor del diálogo, pero lo autoriza a mencionar que mantuvieron varias discusiones sobre el tema.

La siguiente carta que envió Laserna es del 14 de diciembre de 1954 y está repleta de preguntas sobre la construcción de teorías físicas. Quiere conocer más detalles sobre la posibilidad, planteada por Einstein en una de las conversaciones, de construir cualquier teoría física a partir de la información captada por cualquiera de los sentidos.

El 8 de enero del año siguiente, Einstein le envió una cordial pero breve respuesta en la que explica que para él es esencial asumir que existe un mundo independiente de cualquier acto de percepción. En otras palabras, para Einstein era imposible pensar que aquella mancha en la media de Laserna pudiera ser al mismo tiempo un rombo y un reloj. Era una entidad independiente de todas nuestras falsas percepciones.

El diálogo sobre la educación entre Einstein y Laserna

Este es el diálogo que Mario Laserna le contó a Diego Pizano sobre el primer encuentro que tuvo con Albert Einstein en 1949.

Luego de explicar su intención de crear una universidad privada sin ánimo de lucro que fuera independiente del Estado y de la Iglesia, el profesor Einstein respondió:

—Pienso que el Estado tiene la responsabilidad de promover la educación superior y además puede ser mejor trabajar con las universidades existentes.

Laserna replicó:

—La universidad privada agrega competencia, lo cual sirve para mejorar las del Estado y las de la Iglesia.

Y luego añadió un argumento contundente:

—Profesor, me parece que si en Alemania, cuando subieron los nazis, las universidades no hubieran sido oficiales, no se hubiera podido perseguir tanto a los judíos, ya que hubiera habido mayor resistencia. Pero en una universidad en que todos son parte de la nómina oficial, el Gobierno tiene naturalmente muchas mayores posibilidades de hacer cumplir sus órdenes.

Einstein aceptó como válido este argumento, pero luego preguntó:

—¿Cómo puede usted evitar que la política se tome la universidad?

—Se trata de crear una tercera fuerza, por fuera de los partidos tradicionales, para examinar de manera objetiva lo que los partidos propongan; se busca dar opiniones inteligentes y no comprometidas, contestó el joven Laserna.

El eminente profesor hizo esta observación:

—La mosca que no quiere que le den con el matamoscas, se coloca en el mango del mismo.

Por Pablo Correa

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