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Yo trabajo en una de las áreas más beneficiadas del hospital por la naturaleza del servicio. Y aunque los pacientes de coronavirus están en una sala especial, pese a que, en todo caso, no es de cuidados intensivos, la necesidad y la escasez han obligado a trasladar a algunos de ellos a otras salas, a pesar del peligro que esa decisión representa para todos.
Bueno, y si eso sucede con los enfermos, a nosotros, los médicos, no nos va mejor: se ha asegurado que nos están proporcionando elementos de bioseguridad, pero eso no es cierto. Algunas veces nos dan tapabocas con la advertencia de que debemos usarlos durante ocho días. Hasta hace poco había dos gafas de protección, pero ya no están: desaparecieron. Nunca hay polainas y hace mucho rato no tenemos batas de manga larga, como se requiere para un mínimo rango de seguridad. El grado de contagio en Leticia y Amazonas es muy alto entre la población, en general. Y también entre el personal médico. Repito; las cifras que se están dando sobre la evolución del coronavirus en este departamento deben estar muy por debajo de lo que es.
Los médicos y el personal de salud que han contraído el coronavirus no aparecen en las estadísticas, creo yo. Esta semana, no más, fueron diagnosticados tres de nuestros profesionales con COVID-19 y una de las enfermeras que más tiempo permanecía en el hospital, y que iba y venía todos los días hacia y desde su casa, dio positiva. Ojalá en sus recorridos no haya entrado en contacto con personas bajas de defensas. No tengo ninguna esperanza de que esta situación vaya a mejorar; por el contrario, temo mucho lo que pueda pasar en el futuro inmediato.