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Catalina Robayo Vargas, la reina de la serenidad

La Señorita Colombia es una palmireña de 21 años a quien la tranquilidad y la madurez le valieron el título.

Mónica Diago / Revista Cromos

19 de noviembre de 2010 - 11:41 p. m.
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Acostada en dos sillas, cubriéndose del sol y los mosquitos con una manta, esperaba la entonces Señorita Valle 2010 su turno para posar en el Minicromos que se realizaba en el Parque Tayrona.

No se afanaba, no se paraba antes de tiempo, no se inquietaba —como muchas de sus compañeras— por ser la primera en aparecer en el lente del fotógrafo. Catalina Robayo esperaba tranquila su turno, pero cuando llegaban sus cinco minutos de gloria brillaba.

“Tiene muy buen registro”, decían quienes la observaban mientras ella se contoneaba haciendo resplandecer su abdomen plano, su cintura y su gran sonrisa. “!Fuera del aire Catalina!”, gritaba el fotógrafo cuando conseguía la mejor imagen de la valluna, entonces ella volvía a su estado natural, a su pasividad misteriosa que la hacía ver como una candidata más, nunca como la Srta. Colombia.

Su serenidad se hizo visible un año atrás. Las 24 candidatas que competían por la corona de Srta. Colombia 2009 perdían protagonismo debido a un inusual suceso que acaparaba la atención de todos los medios de comunicación. La proclamada Señorita. Valle, Diana Salgado, era destituida y en su lugar llegaba su antítesis, una morena delgada, calmada y sin ansias de protagonismo. La corona no le duró más de ocho días, pues Salgado interpuso una demanda que le devolvió el título que le pertenecía.

Era el momento de que Robayo volviera a su casa, a ver el Concurso en televisión junto a su adorado perro y su mamá. Pero ese no era el papel que ella quería. La Señorita. Valle 2, como empezaron a llamarla, se acomodó en la primera fila de todos los eventos a los que asistía la caravana real. Las cámaras de televisión registraban la cara de Catalina en todos los lugares adonde llegaban las reinas. Sonreía, saludaba y cuando lo creía conveniente emitía alguna declaración: “Me gocé los ocho días que tuve de reina, y ahora estoy disfrutando el certamen desde el otro lado. Dios lo quiso así”, decía sin inmutarse.

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Vestida de negro, igual que la Señorita Valle 1, Robayo apareció la noche de coronación donde Natalia Navarro, representante de Bolívar, se convirtió en la nueva soberana. Fue la invitada de honor, la encargada de entregarles la corona a las cuatro finalistas. Ni en sueños se imaginaba Catalina que un año después estaría en ese mismo lugar, pero recibiendo la corona de la más bella.

“Después del reinado me dediqué a estudiar, a continuar mi carrera de derecho en Cali. Cuando me ofrecieron volver al concurso lo pensé un tiempo, pues no sabía si debía abandonar la rutina que ya tenía, pero finalmente acepté. Todo estaba escrito”.

Con el apoyo de su madre, Katy Robayo, volvió a Cartagena con una sola certeza, convencer al jurado calificador de que ella era la indicada para representar la belleza colombiana. “Yo empecé a preocuparme porque Cata casi no aparecía en televisión, los medios de comunicación la ignoraban y ella se reía y me decía: mamá no te preocupes, los medios no son los que escogen a la reina, son los jurados”.

Siendo consciente de esa seguridad, que se manifiesta en su discurso, Catalina impactó al jurado en su entrevista privada y remató su campaña con una respuesta tranquila el día de coronación, cosa que no les sucede a todas las reinas, pues los nervios se apoderan de sus palabras y las respuestas se tiñen de incoherencias.

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Hoy, contra todos los pronósticos, es la nueva Señorita Colombia, y su meta es, como ella misma lo afirma, convertirse “en la mejor publicista del país”.

Por Mónica Diago / Revista Cromos

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