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La captura de Maximiliano Bonilla Orozco, el capo de capos de la ‘Oficina de Envigado’, comenzó a cocinarse en mayo pasado, cuando las autoridades detuvieron en Aruba a Gustavo Álvarez Téllez, alias Tavo, su lugarteniente de cabecera y depositario de sus secretos. Desde entonces los organismos de inteligencia del Estado estrecharon el cerco a Valenciano, sabían que se movía entre las ciudades de Valencia y Barquisimeto en Venezuela, sus enlaces fueron paulatinamente detectados, la DEA había aportado también lo suyo, y el domingo al caer la noche, en el edificio Falcon Crest 4 de la ciudad de Maracay, a 109 kilómetros de Caracas, fue aprehendido por la Oficina Nacional Antidrogas (ONA) del vecino país.
Natural de Envigado (Antioquia), nacido el 24 de septiembre de 1972, Valenciano comenzó su trasegar criminal en 1985, cuando su padre fue baleado por sicarios en los tiempos del terror de Pablo Escobar Gaviria. A la sombra de Diego Fernando Murillo, alias Don Berna, aprendió del oficio del gatillo y tres años más tarde ya se ufanaba de tener un séquito de matones a su servicio. En 1988 fue reseñado por primera vez en un expediente judicial por el homicidio del investigador Jaime Augusto Piedrahíta Morales. Luego vino la guerra de los llamados extraditables contra el Estado, la persecución y muerte de Pablo Escobar, la creación de ‘La Terraza’, ‘Los Pepes’ y la ‘Oficina de Envigado’ y un derrotero delictivo que ya ajusta un cuarto de siglo.
Agentes de la policía del estado de Aragua en Venezuela, junto con integrantes del ONA, arribaron a las 10 p.m del domingo al apartamento en el que se escondía Valenciano. La detención se realizó en el barrio La Soledad, norte de Maracay, tras semanas de seguimiento e información cruzada entre las policías de ambos países. Bonilla en principio creyó que se trataba de una inspección de rutina, muchas de las cuales ya había sorteado. Incluso creyó por un momento que se trataba de una operación para dar con el paradero de unos apartamenteros que tienen asolado el sector. Después de detenido fue llevado al sector de San Jacinto, donde queda la sede de la policía de Aragua.
A las 9 y 30 de la mañana de ayer salió fuertemente escoltado de esas instalaciones rumbo a la capital del país en una camioneta modelo Tahoe, marca Chevrolet, color gris, de las autoridades venezolanas. Fue entonces cuando trascendió la noticia en Colombia, a pocas horas del encuentro entre los jefes de Estado Juan Manuel Santos y Hugo Chávez en Caracas. Uno de los hombres más buscados por la DEA, con requerimientos de cortes federales de Estados Unidos por delitos de narcotráfico y lavado de dinero, cayó en un operativo que jamás anticipó, porque desde hace años se movía como Pedro por su casa en aquel país.
Desde hace 24 meses se ofrecía por su detención una recompensa de $5.000 millones. Con su captura cae la cabeza de la tercera generación de la ‘Oficina de Envigado’, en sus inicios representada por Don Berna y el empresario deportivo Gustavo Upegui, asesinado en 2006, y después por Yiyo, Kener, Douglas, Danielito y Rogelio. Este último se entregó a la DEA en Argentina hace tres años y de sus delaciones las autoridades conocieron las rutas de narcotráfico por Centroamérica y los nexos con el cartel de ‘Los Zetas’ de Valenciano y sus casi 1.200 hombres en armas.
Gustavo Álvarez Téllez, alias Tavo, un exparamilitar de Puerto Boyacá, era uno de los 15 hombres de confianza de Valenciano y su captura en Aruba fue determinante para que ese destino se repitiera con su jefe. Maximiliano Bonilla, no obstante, llevaba varios meses en acercamientos con la DEA. Se sabe de dos reuniones en Panamá y Cartagena en donde habría hecho compromisos que dejó a medias y donde pactó entregar otros peces gordos del narcotráfico. Se había operado para cambiar su aspecto físico y cuando fue encontrado por las autoridades lucía una barba incipiente.
El capo de capos de la ‘Oficina de Envigado’ pactó en 2003 con los comandantes paramilitares Jorge 40, Hernán Giraldo, Los Mellizos y Don Berna que le entregaran las rutas de narcotráfico que tenían. Creó un ejército propio denominado ‘Los Paisas’, se disputó con Daniel Rendón, alias Don Mario, el control de Antioquia, y por último libró una guerra a muerte con alias Sebastián en Medellín. Hoy su vida de pistolero a sueldo y jefe de una mafia en ascenso llegó a su fin. Inicia su vida como presidiario y en una cárcel estadounidense, país al que será extraditado apenas llegue la solicitud oficial, anunció el ministro del Interior venezolano Tareck El Aissami.