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No cabe duda de que la educación es el motor del desarrollo económico y social del país, un instrumento dinamizador de la movilidad social y el progreso de la población, sin embargo, el reto es lograr una oferta con pertinencia demostrada, es decir, que cruce y responda a las partes interesadas, en un marco de pospandemia, a lo que se le suman los impactos que en la vida ya está teniendo la cuarta revolución industrial.
Según las estadísticas disponibles en el Ministerio de Educación Nacional, aún existe espacio para ampliar el acceso a la educación superior en el país, recordemos que estamos a una tasa de cobertura en este nivel de formación del 52 %. Esta es una realidad que sin duda se convierte en una oportunidad para el sector, siempre y cuando este logre leer o interpretar, por un lado, las necesidades de la economía, y de otro, los intereses de los jóvenes.
Tener en cuenta estas perspectivas exige de parte de la instituciones de educación superior (IES) comprender que su misión debe continuar enfocándose en lograr una mayor cobertura del servicio educativo que prestan, innovando con una oferta pertinente y de calidad, bajo un plan de regionalización, que entienda los contextos de la Colombia profunda, que genere capacidades y oportunidades de desarrollo en territorios, y con ellas la configuración de un tejido económico y social que se traduzca en bienestar para todos. Esta responsabilidad no es exclusiva de las IES. El reto también es para el Ministerio de Educación Nacional (MEN), que deberá comprender las exigencias del atributo de la calidad contextualizada, de las posibilidades reales de brindar condiciones de prestación del servicio educativo en la ruralidad, sin que sean definidas desde una lógica o perspectiva solo urbana.
Lograr una mayor cobertura de la educación superior en zonas apartadas del país en condiciones de calidad exige contar con criterios adaptables y flexibles que faciliten la prestación del servicio con excelencia académica, fomentando las diversas modalidades en la prestación del servicio educativo. En este sentido, la política pública de la educación está llamada a promover, en el esquema de aprendizaje remoto o de emergencia, estrategias y acciones que ayuden a los estudiantes a superar esas serias dificultades en el acceso, apoyándolos para tener un buen servicio de internet, sobre todo en la ruralidad del país, haciendo posible tener un computador o un dispositivo móvil que les permita desarrollar sus competencias y habilidades para la vida. Todos debemos propender por que nadie se quede atrás en el ciclo formativo por circunstancias que responden a su ubicación geográfica o cualquier otro elemento diferencial, que hasta ahora ha sido condicionante de “vulnerabilidad”; la inclusión es la clave, pero para ello debe haber más que conciencia, una acción coordinada, coherente y oportuna del sector de la educación superior del país. Así lo establece el mismo Plan de Desarrollo 2018-2022, que espera, entre otros, el cierre de brechas regionales y urbano-rurales, como parte de su apuesta para impulsar una educación superior incluyente y de calidad, buscando también el fortalecimiento de la educación superior, la financiación de la educación superior, el reconocimiento de la excelencia académica y la formación de capital humano de alto nivel.
El compromiso del ecosistema educativo colombiano está en asumir estas apuestas para que se logren los avances deseados y se llegue así a un sistema más fortalecido y desarrollado en los diferentes atributos de este, que pasa por la calidad, la pertinencia, el acceso y la cobertura, haciendo énfasis en la apuesta tal vez más rezagada, la del cierre de brechas regionales y urbano-rurales. En ese sentido, se debe avanzar en una mayor coherencia como sector frente al fomento y la consolidación de la regionalización de la educación superior en condiciones de calidad, conciliando posturas, para con ello buscar el desarrollo de las comunidades y de territorios a través de un talento humano motivado, transformador y emprendedor, generando oportunidades reales para esa generación que ni trabaja ni estudia (los ninis). Es nuestra responsabilidad como sector de la educación superior, con el concurso de todos los actores que lo conforman, construir desde hoy un futuro esperanzador para nuestra juventud que cuestiona ante tanta incertidumbre su presente y porvenir.