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Crónica de una infamia

La Fiscalía investiga a la madre, quien al parecer fue la agresora del niño de 7 años abandonado en la localidad bogotana de Engativá.

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Diego Alarcón Rozo
18 de septiembre de 2009 - 03:00 a. m.
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En la tarde del jueves, las autoridades dieron con el paradero de los padres del menor que fue golpeado y abandonado en una zona verde del barrio Lituania, en la localidad de Engativá. La Policía llevó a cabo pesquisas en el sector, preguntó a los vecinos y ubicó la casa en la que viven, cerca de donde fue encontrado el niño. De acuerdo con las versiones que ambos entregaron en la Unidad de Reacción Inmediata de la Fiscalía, los indicios apuntan a que fue la madre la responsable del hecho. Sin embargo, su nombre y el de su acompañante no pueden ser revelados hasta que el proceso de judicialización haya culminado y se expida una orden de captura en contra del presunto responsable.

Tuvieron que pasar cuatro días para que las autoridades y el equipo médico del Hospital Santa Clara ofrecieran declaraciones sobre el caso. Todo comenzó el domingo pasado hacia las 11:00 p.m. Una mujer que caminaba por las calles del barrio, vio tirado entre un pastizal a un niño aletargado que gemía. Los agentes de la línea 123 atendieron la llamada de la mujer y  una patrulla de la Policía Metropolitana arribó a la carrera 103F con calle 77, el lugar en el que el menor padecía. Los agentes llevaron al pequeño, cuya edad, se establecería más tarde, oscilaba entre los seis y los siete años, hacia el Hospital de Engativá, donde recibiría atención prioritaria.

La gravedad del estado de salud del niño obligó a su traslado al Hospital Santa Clara, en la calle 1 Sur, muy cerca de la Avenida Caracas. Allí, con la madrugada del lunes, vino el parte médico: el menor presentaba golpes por todo el cuerpo y un trauma craneoencefálico severo. Según el gerente científico del hospital, el doctor José Rafael Domínguez, algunas cicatrices denotaban algún tipo de maltrato.

El niño fue internado en la sala de cuidados intensivos. Se agotó el lunes. Pasaron las horas y los días. Nadie preguntaba por él y en las estaciones de policía no hubo persona que se acercara a reportar una desaparición de tales características. En la mañana del jueves, por fin, se dio la noticia. El doctor Domínguez y el comandante operativo número dos de la Policía Metropolitana, coronel Jorge Elías Salazar, hablaron con los medios para visibilizar el caso y buscar a posibles familiares del niño, alguien que al menos diera su nombre, alguien que lo conociera y ayudara a formular hipótesis de lo ocurrido.

La mañana del jueves

En el Hospital Santa Clara todo era incertidumbre. Varios agentes de policía, entre ellos una mayor que esperaba entregarle un león de felpa al pequeño, rondaban la fachada del hospital. El coronel Salazar anunciaba que desde el comando de la Policía Metropolitana se había dado la orden de conformar un grupo especial para el caso. “Hay indicios de quién pudo haber sido el agresor, las investigaciones apuntan a que dentro de poco habrá una explicación”, declaraba Salazar luego de calificar de aberrante el hecho.

El doctor Domínguez, por su lado, aseguraba que el niño ya se encontraba estable, que su evolución era favorable y que respiraba por sus propios medios. “Es un caso infame de maltrato infantil”.

Hacia el mediodía, la camioneta vinotinto de la concejal Gilma Jiménez llegó al hospital. Ella bajó y se dirigió al doctor Domínguez: “No puede ser que después de cuatro días se esté sabiendo todo esto. Si no nos enteramos de lo que pasa, ¿cómo combatirlo?”, lo increpaba la concejal haciendo gestos de indignación. El doctor Domínguez respondía calmado, como tratando de contenerse. Decía que no quería hacer del caso una vitrina del amarillismo y que esperaba agotar las posibilidades de que un familiar apareciera y hablara por el menor.

Jiménez pidió ver al niño, “sólo verlo y no hablarle. Quiero verle el rostro”. Sus peticiones finalmente fueron rechazadas. Para entonces, muy poca gente había podido hacerlo. Entre ese grupo de personas se encontraba la mayor Lilia Amparo Garzón, comandante de la Policía de Infancia y Adolescencia, quien pudo verlo en la madrugada del lunes, cuando permanecía en cuidados intensivos con varios tubos sobre la cara. Ese día le habló, aunque él no le respondiera. Le dijo que la Policía le daría la protección que no le daba su familia y le besó un brazo. Lo describió como un niño delgado, de tez trigueña, de pelo liso. Sólo pudo observar su ojo derecho, porque el izquierdo permanecía oculto bajo un protuberante hematoma. “Era café”.

Minutos antes, la trabajadora social del hospital, Shirley Torres, le reportaba al doctor Domínguez que en la tarde el niño saldría de la sala de cuidados intensivos para ser trasladado a una habitación.

Los padres maltratan a sus hijos los domingos a las 6 p.m.

Las cifras son contundentes: los casos de violencia intrafamiliar conocidos por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses pasaron de 77.745, en 2007, a 89.803, el año pasado. Se trata de la estadística más alta de los últimos 10 años. Desde 1997, esa preocupante cifra ha ido en aumento y sólo presentó una disminución en 2004. El llamado maltrato infantil, sin embargo, disminuyó entre 2007 y 2008 en 390 casos. La tasa se calculó en 69 niños maltratados por cada cien mil habitantes. Lo dramático de la situación, según los expertos, está en que siguen siendo los padres de la víctima los señalados de ser los principales responsables de la agresión. En 3.748 casos de maltrato infantil del año pasado –en total se denunciaron 13.523— el padre del menor fue acusado de ser el  agresor. Asimismo, en el 20% de los hechos el niño tiene entre 5 y 9 años de edad. El libro ‘Forensis, datos para la vida’, que publica anualmente Medicina Legal, expone las cifras que dejan al descubierto, además, que algunos  padres maltratan a sus hijos, fundamentalmente, los domingos a las 6 de la tarde. En 706 de los casos el menor fue agredido un domingo por su padre al caer la tarde. “Es muy llamativo dado que los padres en nuestra cultura tienen un menor contacto con los hijos debido a su rol prioritario de proveedor económico de la familia y no desarrollan otro tipo de relaciones vinculantes que les permita manejar los conflictos”, reza la publicación.

Por Diego Alarcón Rozo

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