Publicidad

De manipulación de datos y otras historias

El uso de la estadística y las matemáticas es relativamente reciente en el estudio de fenómenos económicos.

Jaime Ardila Salcedo*
11 de abril de 2015 - 02:32 a. m.
Flickr: R2hox
Flickr: R2hox

Pero no tan reciente como para que el economista Mauricio Rubio no tenga el entrenamiento para interpretar datos científicos y estadísticos de forma veraz. Rubio dedica su última columna en El Espectador a la adopción de parejas del mismo sexo, apoyado en sus pintorescas caricaturas para las cuales aún esperamos una piedra de Rosetta.

Rubio no es un manipulador de datos cualquiera. Su perfil es muy parecido al de Stephen Ambrose, un escritor que pasó a la historia como uno de los fabricantes de datos más exitosos de la academia de Estados Unidos. Ambrose copiaba frases de su fuente, tal vez cambiaba una que otra palabra, a veces tomaba ideas y las ajustaba a su propia historia. Se encontró que Ambrose hacía lo mismo desde 1963, cuando publicó su tesis de doctorado. Ambrose y Rubio utilizan las formas de la rigurosidad académica para parecer creíbles, pero su credibilidad es de la profundidad de una piscina melgareña para niños.

Al señor Rubio le gustan los ejercicios académicos, así que decidí hacer el ejercicio académico de verificar sus fuentes. Allí encontré algunos datos muy llamativos con respecto a las conclusiones que hace en su columna. La Universidad de Columbia sí hizo una revisión de 75 estudios con criterios de selección transparentes y juiciosos. Rubio sostiene que al revisar los resúmenes la “unanimidad es menos obvia”. Con sorpresa, al abrir la primera página de su fuente, la conclusión de la Universidad de Columbia es un poco diferente a la del señor Rubio: “De los 75 estudios analizados, sólo cuatro estudios concluyeron que dichos niños tuvieron desventajas”.

Además, en el primer párrafo, los investigadores sostienen “... tomada como conjunto, este cuerpo de evidencia conforma un consenso académico basado en tres décadas de investigación, que tener una mamá lesbiana o un papá gay no afecta negativamente a los niños”. No dudo de la buena fe del señor Rubio, pero sí de sus capacidades para interpretar que de 75 estudios, sólo cuatro muestran resultados negativos de la crianza homoparental en el desarrollo de los niños.

Ahora bien, cuando uno revisa esos cuatro estudios (cuatro de setenta y cinco), se encuentra con algunas otras sorpresas que tal vez por limitaciones de tiempo el economista no pudo analizar. Uno de los estudios en el que se apoya fue conducido por el doctor Regnerus, el cual ha sido rechazado en múltiples cortes alrededor del mundo (incluida la Corte Federal de Michigan) por sesgos metodológicos graves y por sospechas serias de conflictos de interés no declarados.

Otro estudio del que no habla el señor Rubio es aquel llevado a cabo por George Rekers, un psicólogo y pastor de una iglesia bautista que se hizo famoso por implementar una terapia de conversión que ha llevado a algunos de sus pacientes al suicidio y quien tuvo que renunciar a su cargo por contratar a un hombre joven para tener relaciones sexuales durante diez días.

Como dice Michael Musto, Rekers se opone a la adopción gay porque su idea de adopción es contratar a un hombre para tener relaciones sexuales. Tal vez se opone a la adopción porque duda de sus propios valores familiares.

Otro de los estudios, el más reciente, de 2015, fue elaborado por el reverendo padre Sullins de la Universidad Católica de América. El padre Sullins hizo un análisis estadístico de la encuesta nacional de salud de Estados Unidos y llegó a la sorprendente e innovadora conclusión de que a los hijos criados por ambos padres biológicos bajo la unión del matrimonio les va mejor que a aquellos que no tienen padres o que son adoptados. Lo que estudia la Corte Constitucional en este momento, sin embargo, no es un modelo de familia que dista de la realidad, sino una posible intervención que resuelva el estado de desprotección de niños cuyas familias ya se han desintegrado. Esta variable no hace parte del estudio del padre Sullins.

Estoy de acuerdo con Rubio en que la jurisprudencia no tiene por qué basarse en la ciencia, pero la ciencia sí puede ser un apoyo para que los jueces tomen decisiones más responsables. La buena ciencia, sin embargo, debe ser interpretada por personas idóneas, con conocimientos técnicos y quienes declaren previamente sus intereses e ideologías. Es hora de que los jueces colombianos tomen en serio la evidencia científica y se apoyen en profesionales y técnicos y no, en propias palabras de Rubio, en intentos de sociólogos apoyados en usos eclécticos y rudimentarios de ciencias estadísticas.

 

* Médico epidemiólogo y salubrista, candidato a doctor en políticas en salud de la Universidad McMaster en Canadá.

Por Jaime Ardila Salcedo*

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar