Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Desatando nudos

Diana Castro Benetti

29 de febrero de 2008 - 07:00 p. m.
PUBLICIDAD

Con cada paso que damos nos vamos recordando a través de esas insignificantes memorias cotidianas que son como pequeños nudos del pasado. Marañas de sensaciones que cuando se destraban en el presente, son bisagras a dimensiones casi desconocidas. Cada miniatura de otro tiempo es recordada de una manera y no de otra, y es evocada o reinventada para ser sólo una falsa certeza porque, en más de una ocasión, nos atrapamos caminando con la conversación del día anterior. Vivimos con lo de ayer y lo de antier, oliendo una mezcla de chocolate con almendras o la hierbabuena con panela de las cocinas de leña. A veces, recordar es escupir los sapos que nos tragamos y ver gris todo el algodón de azúcar de la infancia.

Y así, vamos creyéndonos novedosos, sin observar si recordamos lo que somos o vamos siendo nuestros recuerdos. Suele ser cierto que recordamos lo que nos conviene y olvidamos lo que no. Incluso a veces, percibimos que hemos cambiado con nuestros recuerdos o que nuestra forma de añorarlos también se ha modificado con las calles, las alcobas o el sonido de los vientos. Observar el pasado personal puede ser, de a poquitos, revivir los dolores de otros momentos y volver a las ilusiones de un placer que ya pasó.

Por eso, respirar los recuerdos tiene una dirección. Se agarra el recuerdo en el hombro derecho y se inhala completo con toda su forma, su sabor, su color y su sonido, al mismo tiempo que se gira la cabeza de izquierda a derecha. Luego, en la dirección contraria, se exhala soltando aquello que del recuerdo no es nuestro, para quedarnos con lo que nos corresponde, ni con más ni con menos. Hay que volver a empezar para recapitular por completo y dar un salto de vértigo al presente, dicen los toltecas.

No vale la pena recordar por recordar; hacer memoria tiene sentido para comprender por qué, cuándo y cómo no volver a repetir o para repetir con más ganas. No tiene mucho sentido el recuerdo para envenenar lo que somos o fatigar el cuerpo de memorias inservibles. Tampoco tiene sentido dejar que nos agarre la amargura de los antepasados o la tristeza de una noche reciente. Y tiene aún menos sentido cuando, al antojo, inventamos unas memorias para regodearnos de lo que no fuimos. Recordar vale la pena para rasguñar la conciencia y para reírse de lo que nos hemos reído, pero vale aún más la pena, si recordamos para reírnos de aquello de lo que nos hemos reído con otros.

Read more!

otro.itinerario@gmail.com

Por Diana Castro Benetti

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.