Un río de cruces de madera invadió el viernes la Vía Dolorosa, en la ciudad vieja de Jerusalén. Cientos de devotos católicos caminaron por ella empuñando crucifijos, aproximándose lentamente y con paciencia a la iglesia del Santo Sepulcro. Las mismas letanías y plegarias se escuchaban en diversas calles de España, especialmente en Sevilla, donde los peregrinos se reunieron a celebrar la Madrugá, una procesión colorida presidida por las cinco principales hermandades de la ciudad. En muchas aldeas de Filipinas, los creyentes se crucificaron y flagelaron; en Izalco, El Salvador, la romería se vistió de colores y vestidos indígenas.
Católicos del mundo entero se reunieron el Viernes Santo a conmemorar la pasión de Jesucristo. Los más fervorosos acudieron al Coliseo de Roma. Allí, desde la colina del Palatino, la procesión fue presidida por el papa Benedicto XVI. El Vía Crucis, que discurrió dentro del Coliseo para recordar el sufrimiento de los primeros cristianos, contó con la participación, en distintas estaciones, de ciudadanos haitianos, congoleños e iraquíes, además del cardenal vicario de Roma Agostino Vallini, quien llevó la Cruz en la primera y en la última estación.
Al finalizar el recorrido, el Papa habló del “amor”, como “la única fuerza capaz de cambiar al mundo”, y pidió porque el hombre reconozca la “necesidad de Dios”. Benedicto XVI, así como lo hizo en los sermones de Jueves Santo, evitó hablar de los escándalos por pederastia que agobian a la Iglesia católica.
Quien sí se refirió al asunto fue el predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa. Durante el oficio de Viernes Santo en la Basílica de San Pedro, Cantalamessa condenó el abuso sexual a niños, pero a su vez sugirió mesurar los ataques a la Iglesia, comparando las sistemáticas críticas a la institución a la persecución contra los judíos: “El uso del estereotipo, echar las culpas personales a una colectividad, me recuerda los aspectos más vergonzosos del antisemitismo”, leyó en voz alta Cantalamessa, refiriéndose a una carta enviada por una amigo judío.
De paso, Cantalamessa habló fuertemente contra la violencia intrafamiliar: “Junto con la violencia sobre los niños, de la que se han manchado desgraciadamente no pocos miembros del clero, hay otra igual de grave, la violencia contra la mujer, que se desarrolla dentro de los muros domésticos, a escondidas de todos y que muchas veces viene justificada con prejuicios seudorreligiosos y culturales”, denunció, para luego solicitar a los hombres que “pidan perdón a las mujeres”.
Durante la apertura del Triduo Pascual con la Misa Crismal, el Jueves Santo el papa Benedicto defendió la vida y pidió a los cristianos respetar el derecho, pero no aceptar las injusticias “aunque sean consideradas como derecho, por ejemplo, cuando se trata del asesinato de niños inocentes aún no nacidos”, dijo el Santo Padre convirtiendo el aborto en un punto de primer orden durante la celebración de la Semana Mayor.
También recordó que “los sacerdotes estamos llamados a oponernos a la violencia” y aseguró que sólo “se vence el odio, con la fuerza de su amor”.
El viernes fue el quinto Vía Crucis del papa Ratzinger. Durante su recorrido recordó las meditaciones que le encargó, en 2005, el papa Juan Pablo II.
Justamente este viernes se cumplieron cinco años de la muerte de Karol Wojtyla, quien está en proceso de ser beatificado. La coincidencia del aniversario con la Semana Mayor aumentó considerablemente el flujo de visitantes a su tumba.