Richard Hollingshead, en junio de 1933, inauguró en Nueva Jersey el primer cine al que se podía irb en automóvil y además ver la película sin bajarse de él. 600 personas se estrenaron ese invento y pagaron 25 centavos por cada vehículo.
La publicidad para invitar a su cine fue "toda la familia es bienvenida, sin importar lo ruidosos que sean los niños"; la idea gustó de inmediato a las familias que tenían niños pequeños, pues les ahorraba el gasto de una niñera y la preocupación de dejarlos con desconocidos.
A Hollingshead la idea del cine desde el vehículo le llegó porque su madre era muy obesa para caber en una silla de cine, por lo que le creó el suyo propio poniendo sábanas y proyectando la película desde la capota del carro. Posteriormente se le ocurriría un sistema de ramplas para evitar que unos vehículos taparan a otros.
La idea del autocine fue patentada en mayo de 1933 y al mes abrió el suyo propio, con un costo de 60 mil dólares, donde cabían 400 automóviles. Un año después le puso parlantes a cada uno de los vehículos y después una emisora que podía sintonizarse con el radio de cada carro, garantizando excelente sonido y al tiempo éxito en taquillas.
En la década de los 50 sufrieron su mejor racha, llegando a haber casi 4000 autocines en todo Estados Unidos. Su declive empezó en los ochenta, cuando la televisión por cable y el video empezaron a reemplazar los momentos en familia fuera de casa. A 2008, existen sólo 400 "Drive-In Movie Theatre" en todo el país del norte.