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El arte de editar imágenes

Durante casi cuatro décadas, asimilando año tras año el vértigo de la tecnología, Humberto Huertas se ha dedicado a la edición. Uno de sus trabajos acaba de ser galardonado con un premio en derechos humanos.

* Redacción Especiales
25 de octubre de 2019 - 05:51 p. m.
El  8 de octubre,Humberto Huertas, recibió desde México la noticia de que un trabajo que editó,  ganó el Premio Ibero Americano de Derechos Humanos Óscar Arnulfo Romero. / Cortesía
El 8 de octubre,Humberto Huertas, recibió desde México la noticia de que un trabajo que editó, ganó el Premio Ibero Americano de Derechos Humanos Óscar Arnulfo Romero. / Cortesía
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En los escondrijos de su memoria, Humberto Huertas refiere que, a principios de los años 60, cuando  tenía entre cinco y seis años, un día la dueña de la casa de alquiler en que vivía con su mamá, le dijo que lo llevara a ver televisión. Recuerda que era un cajón grande con un vidrio negro que de pronto dejó ver unos muñecos animados. Eran Los Picapiedra, pero más allá de sus historias, él intentaba entender dónde estaba la magia para que los personajes entraran en la caja. Desde ese día tuvo claro que la televisión era su mundo. Han transcurrido casi 60 años de ese momento visionario, y sigue obsesionado con el poder de las imágenes.

En los días de infancia, no faltaba a las emisiones de Animalandia con Pacheco o Feliz Cumpleaños Ramo, con Gloria Valencia de Castaño.  Cuando empezó a defenderse solo en las calles de Bogotá, su plan era caminar desde su casa hasta Inravisión en San Diego, para asistir a las grabaciones de diversos programas. Pero  no le importaba tanto el contenido de los espacios como el manejo de las cámaras. Cuando terminó su bachillerato, entre el rebusque de opciones, se desempeñó como soldador o ayudante de metalmecánica, pero siempre aguardaba el momento en el que surgiera la oportunidad de ingresar al universo  detrás de las cámaras.

Hasta que un día llegó esa alternativa. En su ir y venir de su casa a Inravisión conoció a un señor que le propuso ser asistente en la firma Televicine. Ahí llegó a aprender sobre  revelado de películas y el fascinante mundo de la fotografía. Y como esa empresa  prestaba servicios técnicos al noticiero Noticolor, de Darío Silva, y al Telediario, de Arturo Abella, ambas puertas se abrieron para el aprendiz de imágenes que poco entendía de primicias. Y fue suficiente para insertarse en el escenario que añoraba. En  oficio de todero, después fue a dar al noticiero Tvmundo, que de lunes a viernes presentaba el periodista Juan Guillermo Ríos.

Fueron dos años trabajando en los formatos de video, hasta que se fue volviendo conocido entre los periodistas, y primero lo llamaron de Contrapunto, de Jaime Soto; y después a Programar Tv, que producía el exitoso Noticiero de las Siete. Junto a reporteros de la talla de Margarita Meza, Consuelo Cepeda u Olga Behar, empezó a entender los secretos del periodismo, y cómo desde las cámaras se fortalecía su impacto. Ese aprendizaje lo volvió editor de imágenes, y desde esa condición, se trasladó a Prego Televisión, donde los consagrados Javier Ayala y Gabriel Ortiz dirigían el Noticiero Nacional, que acaparaba la audiencia.

Fue un momento tan intenso como creativo, entre una nómina de periodistas que hizo historia. Hernán Estupiñán, Alejandro Medina, Diana Sigüenza, Hugo Sierra, Carmelo Castilla, Carmenza Jiménez o Arritokieta Pimentel, y él editando sus noticias en los difíciles años 80. De todos los graves sucesos que tuvo que editar guarda secuencias de memoria. El holocausto del Palacio de Justicia, el asesinato de Guillermo Cano, el sepelio de Jaime Pardo Leal, las masacres de 1988 o el magnicidio de Luis Carlos Galán. Atento a la información  y acomodándose a los cambios tecnológicos,  en 1991 volvió a migrar, esta vez para acompañar al periodista Daniel Coronell.

En la nueva distribución de espacios en televisión, surgió NTC Noticias, y Humberto Huertas fue uno de sus primeros editores. Daniel Coronell y Félix de Bedout acostumbraron al país a sus primicias de fines de semana, y él cambió sus rutinas familiares por esa avalancha de noticias en los años 90, que pasó por la ofensiva contra Pablo Escobar, el escándalo del proceso 8.000, o la violencia degradada del paramilitarismo y los grupos guerrilleros. Entre el acelere de las emisiones y su ojo avizor para escoger  imágenes, se hizo editor general, y cuando Coronell fue a dirigir el canal RCN, decidió acompañarlo en esa nueva aventura periodística.

Coronell solo duró ocho meses, pero lo sucedieron Álvaro García y Rocío Arias. Con ellos consolidó su disciplina, y como en las anteriores casas periodísticas, su nombre apareció en  innumerables distinciones y premios. Durante 15 años, su nombre fue  sinónimo de cuidadoso editor en el canal RCN. Lo desempeñó hasta mediados de 2016, cuando los gajes del oficio y de la vida lo llevaron a otros frentes. Entonces asumió que había llegado el momento de su trabajo independiente. De editar productos para la Universidad Javeriana o la Arquidiócesis de Bogotá, entre otros clientes, aportando talento para diversos documentales.

En esa transición, convirtió su casa en su taller  de edición, y como sus largos años en televisión le habían dejado una larga lista de conocidos, no le falta oficio para sus computadores. Ahora, resume en sus propios equipos todo lo que aprendió sobre fotografía, cámaras, iluminación, rodaje, y sus productos cumplen con los estándares técnicos. Hace algunos meses editó  un producto audiovisual sobre la Misión País Colombia, en cuya fluidez demuestra lo que  descubrió desde niño, que las imágenes  cambian formas de ser y de pensar. Con tanta precisión que hasta  dos de sus hijos optaron por emular su oficio, con la renovación tecnológica.

La última sorpresa le llegó hace pocos días y de  manera inesperada. La Escuela Penitenciaria Nacional del Inpec lo contactó para  realizar un documental. Durante varias semanas se dedicó a consolidar un esmerado producto, que sus promotores optaron por presentar al Premio Ibero Americano de Derechos Humanos Óscar Arnulfo Romero. El pasado 8 de octubre, recibió desde México la noticia de que, junto a otro trabajo sobre el Centro Piloto de Etnoeducación de los Pueblos Indígenas de Puerto Inírida (Guainía), el suyo  salió galardonado. Lo recibieron sus gestores, pero él sabe que en esos planos lo suyo es sentirse satisfecho.

En un crítico momento para el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario después de la fuga de la excongresista Aída Merlano o de la caída de altos funcionarios del organismo, ese  premio de derechos humanos no tuvo mayor despliegue.  Pero ese trabajo tenía su sello de calidad y terminó reconocido. Ahora   sostiene que más allá de la coyuntura, para él representa un estímulo de avance hacia su proyecto mayor: realizar un cortometraje y avanzar hacia  varios documentales. Con imágenes que cruzan por su mente como una película en 16 milímetros, esperando el momento justo para sus persuasivas manos de editor.

 

Por * Redacción Especiales

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