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Esta señora no es la madre tradicional, y en un momento te digo por qué, pero lo que hizo la pone como finalista en la competencia mundial para “La Mejor Mamá”. Cuando ella tenía 28 años conoció a un joven viudo con tres hijos muy traviesos, malcriados y desobedientes; una niñita de 11 años y dos varoncitos de 12 y 13 años. Aunque la situación que ella enfrentaba era muy difícil, aceptó el reto y decidió casarse. Después de su luna de miel, su vida se transformó. No era fácil comenzar una familia de la noche a la mañana, con tres “diablitos” que la rechazaban, le hacían maldades, no la respetaban y la hacían sufrir. Cada noche, antes de irse a dormir, ella le pedía a Dios la fuerza para poder seguir criando a estos tres rebeldes y, para rematar en medio de esta osadía, llegaron dos hijos propios que se agregaron a la familia. Estoy segura que muchas veces se preguntó si fue un error haberse metido con aquel viudo y sus “tres paquetes”. Quizás en muchas ocasiones deseó huir, pero nunca lo hizo y jamás se quejó.
Hoy doy gracias a Dios porque ella tuvo la paciencia y sabiduría para continuar luchando, pues la niña huérfana de 11 años que ella crió, ¡era yo! Después de años de sacrificio, amor y dedicación, se ganó mi amor y el de mis hermanos. La amo tanto como a mi mamá que partió cuando yo tenía 9 años. Tengo la bendición de tener dos mamás; una en la tierra y otra en el cielo. Hoy celebro a ambas en la distancia, pero muy dentro de mi corazón.
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