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El coronavirus también afecta a las madres

No es un secreto que este año el COVID -19 ha arruinado todas las celebraciones en el mundo; cumpleaños, aniversarios, bautizos, día de los enamorados, la Pascua y muchos más. Sin embargo, esta semana hay una festividad muy especial y somos muchos los entristecidos porque no podemos celebrarla junto a la mujer que más amamos: ¡nuestra madre! Esta vez será diferente y como ningún otro; sin abrazos, sin besos y sin cena familiar. Y en medio de esta melancolía que siento, deseo contarte la impresionante historia de una madre que quiero reconocer.

El Espectador
09 de mayo de 2020 - 12:39 a. m.
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Esta señora no es la madre tradicional, y en un momento te digo por qué, pero lo que hizo la pone como finalista en la competencia mundial para “La Mejor Mamá”. Cuando ella tenía 28 años conoció a un joven viudo con tres hijos muy traviesos, malcriados y desobedientes; una niñita de 11 años y dos varoncitos de 12 y 13 años. Aunque la situación que ella enfrentaba era muy difícil, aceptó el reto y decidió casarse. Después de su luna de miel, su vida se transformó. No era fácil comenzar una familia de la noche a la mañana, con tres “diablitos” que la rechazaban, le hacían maldades, no la respetaban y la hacían sufrir. Cada noche, antes de irse a dormir, ella le pedía a Dios la fuerza para poder seguir criando a estos tres rebeldes y, para rematar en medio de esta osadía, llegaron dos hijos propios que se agregaron a la familia. Estoy segura que muchas veces se preguntó si fue un error haberse metido con aquel viudo y sus “tres paquetes”. Quizás en muchas ocasiones deseó huir, pero nunca lo hizo y jamás se quejó.

Hoy doy gracias a Dios porque ella tuvo la paciencia y sabiduría para continuar luchando, pues la niña huérfana de 11 años que ella crió, ¡era yo! Después de años de sacrificio, amor y dedicación, se ganó mi amor y el de mis hermanos. La amo tanto como a mi mamá que partió cuando yo tenía 9 años. Tengo la bendición de tener dos mamás; una en la tierra y otra en el cielo. Hoy celebro a ambas en la distancia, pero muy dentro de mi corazón.

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Por El Espectador

 

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